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Ya queremos que todo esto acabe y volver a nuestra vida, junto a nuestros hijos: Pablo Hernández, padre de Miguel, estudiante de Ayotzinapa desaparecido

Yunuhen Rangel/ Desinformémonos

Ciudad de México | Desinformémonos. Yo soy Pablo Hernández Morales y nací hace 45 años en Tixtla, Guerrero, muy cerca de Chilpancingo, la capital del estado. Ahí mismo nació quien hoy es mi esposa, María Martínez Medina, mis dos hijas y mis dos hijos. El mayor de ellos se llama Miguel Ángel Hernández y fue desaparecido junto a 42 de sus compañeros estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa hace casi dos años.

Antes de que todo eso sucediera, llevábamos una vida tranquila, jamás diría que sin dificultades, sobre todo de dinero, pero la íbamos pasando, sin que alcanzara para ahorrar, claro, pero alcanzaba para lo básico y todos mis hijos pudieron estudiar ahí mismo en la comunidad.

Mi esposa María trabajaba todo el día en la casa y con los hijos. Yo trabajaba el campo sembrando cilantro, rábano y pápalo quelite, generalmente. Algunas veces me alquilan de chofer y hay una entradita más de dinero.

Miguel veía la situación y siempre quiso estudiar. Yo jamás tuve problemas con ese muchacho porque él hacía su tarea y cumplía con sus obligaciones sin que nadie tuviera que corretearlo para hacerlo.

Él veía que yo no ganaba lo suficiente para la familia y quiso echarme la mano. La normal de Ayotzinapa es cercana a nuestra comunidad, ahí estudiaron mis hermanos y Miguel desde siempre quiso entrar, ser maestro y ayudar a la familia.

Desde que mis hermanos estudiaron ahí, sabíamos que la policía los detenía, los correteaba, pero nunca íbamos a pensar que llegaría a pasar algo como lo que le pasó a nuestros hijos.

Miguel sabía bien que esa era una escuela para los hijos de los campesinos que no tenemos recursos y sabía que al entrar ahí me ayudaría, porque de todos modos yo no podría pagar otra escuela en la que cobran muy caras las cuotas, incluso en las públicas es así, las cuotas que hay que dar son altas para nosotros.

Mi esposa María y yo estuvimos siempre de acuerdo en que entrara a estudiar ahí. Hizo todo lo que tenía que hacer y se volvió alumno. Apenas llevaba dos meses cuando yo lo vi por última vez.

El 24 de septiembre de 2014 vino por última vez a la casa y nos contó que estaba rete bien la escuela, convivimos en familia y ya al otro día muy temprano se fue.

El jueves 25 de septiembre, Miguel nos llamó en la noche y nos avisó que estaban planeando irse en unos autobuses a México. Recuerdo mucho que dijo que en los Estrella de oro. Eso fue lo último que supimos de él.

Ese muchacho tan estudioso…

Más noche nos llamaron de la escuela los muchachos que ahí quedaron, nos dijeron que había problemas. Aún no entendíamos bien qué había pasado. Ya como a media noche pasaron voceando que habían detenido a varios muchachos de la Normal.

Nosotros vivimos en la misma comunidad en la que está la Normal y nos es fácil movernos a ahí. Pero hay otros papás que vienen de más lejos, que vienen de comunidades lejanas o hasta de otros estados, como el compañero Mario, el papá de César, que viene junto a su esposa desde Tlaxcala a buscar a su hijo. Otros vienen de caminos complicados en mismo Guerrero. Todo eso es parte de lo que hemos tenido que enfrentar desde que se llevaron vivos a nuestros hijos.

El viernes 26 de septiembre nos fuimos a la escuela ya a instalarnos. Nosotros sólo nos trasladamos unos 20 minutos. Ahí nos reunimos en el patio de la escuela todos los papás y mamás que no sabíamos dónde estaban nuestros hijos.

Yo me acuerdo que ese día llovía y llovía mucho ahí en Tixtla y también llovió en Chilpancingo, entonces por qué el gobierno nos viene a decir que a nuestros hijos los quemaron en un basurero en Cocula, así al aire libre.

¿Cómo? Si llovió tanto, yo me acuerdo.

¿De dónde sacaron tantas llantas para según quemar a nuestros hijos? Son puras mentiras y lo único que yo quisiera es que todo esto ya se acabe. Queremos volver a nuestra vida, así, aunque sea pobre, pero con nuestros hijos.

Que no nos vengan a decir que los asesinaron, si a un criminal, a un narcotraficante no le hacen esto, ¿cómo se lo van a hacer a los muchachos?, ellos eran estudiantes.

Los policías saben bien lo que pasó, los estuvieron monitoreando como siempre. Ellos mismos llamaron a Iguala diciendo que tenían detenidos dos autobuses con los muchachos. Los autobuses que Miguel nos dijo. Ellos saben.

Tan lo saben que el gobierno nos fue a ofrecer 100 mil pesos por familia, ellos saben bien dónde vive uno. Ofrecieron también becas para que los demás hijos estudien. Para que dejemos de buscar y de exigirles la verdad. Lo que querían era que por necesidad aceptáramos el dinero como para que luego pudieran decir que ya nos pagaron a nuestro hijo. Eso no es posible.

Queremos de vuelta al muchacho. Se llevaron vivo a nuestro hijo y así los queremos de vuelta…

Como todos yo ya no tengo oportunidad de trabajar. Mi siembra se perdió porque hubo que venir a buscar a Miguel, a luchar por que haya justicia y en eso se va la vida y el tiempo.

Hoy vivimos de lo que las organizaciones nos dan, lo que logran juntar y nos lo dan para sobrevivir porque si no, no se puede seguir.

También la gente iba mucho a la escuela a llevar apoyo aunque hoy ya hay mucha menos, gente y apoyo.

Necesitamos que sigan luchando por los 43 y por todos los que no aparecen en el país. Nosotros hemos ido a buscar por varios estados y en todos es lo mismo. ¿Onde los han de tener?, todos nos preguntamos, por eso hay que seguir.

Ya queremos la vida normal, la que teníamos. No andamos de aquí para allá por gusto pero queremos que se castigue a todos los culpables y sobre todo queremos a nuestros hijos.

Ya casi son dos años sin nuestros hijos, y queremos decirle a la gente que no nos deje solos, que siga luchando con nosotros. Que les agradecemos de corazón el apoyo que nos han brindado y que ojalá que no se acabe hasta que encontremos paz.

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