México, D.F. Juan y Samuel Guzmán son dos jóvenes videoastas mexicanos interesados en problemáticas y temas sociales que suelen ser invisibilizados por los grandes medios. Ambos son egresados de la Licenciatura en Comunicación Social de la Universidad Autónoma Metropolitana Xochimilco (UAM-hX).
Desinformémonos conversó con ellos a unos días del estreno del documental “Música para después de un asalto” en el marco del Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México.
La plática giró en torno a sus intereses, preocupaciones y reflexiones en su quehacer como videoastas independientes en México; su papel y responsabilidad como comunicadores y su relación con el cambio social, el mundo de la producción audiovisual, la vida dentro de las cárceles en la Ciudad de México y los aprendizajes que gente de “afuera” puede obtener al relacionarse con gente de “adentro”. Mostramos un extracto de lo que Juan y Samuel nos compartieron en lo que fue un ir y venir entre el afuera y el adentro, que son en realidad espejos de nuestras sociedades.
Por qué y para qué el formato audiovisual
Samuel Guzmán(S): Elegimos el formato audiovisual porque engloba casi todos los medios: video, audio, gráficos, fotografía, animación. Y también porque todos estos medios juntos son una herramienta muy poderosa para compartir y comunicar.
Juan Guzmán (J): Nos interesa la problemática social; hemos trabajado con grupos como “La otra campaña” y el SME (Sindicato Mexicano de Electricistas). Yo hice una investigación sobre la apropiación de los espacios públicos por parte de la APPO (Asociación Popular de los Pueblos de Oaxaca) y ASARO (Asamblea de Artistas Revolucionarios de Oaxaca), un colectivo de estencileros. El surgimiento de estos movimientos nos interesa, y el medio audiovisual nos permite hacer visible nuestra investigación, no del mismo modo que los mass media, sino desde una postura política de izquierda. No somos objetivos, no creemos en la objetividad de los medios; creemos que desde nuestro punto de vista contamos una historia. Ellos nos cuentan la historia desde su punto de vista, desde el poder, la oligarquía, y nosotros tratamos de hacerlo desde abajo.
S: Buscamos recuperar pequeñas historias, los lados ocultos de una historia. Realidades que no tiene un espacio, no tienen una voz entre los medios masivos.
J: Queremos retratar realidades que representan un movimiento, una voz o una forma de pensar. Son realidades que los grandes medios no quieren mostrar. Saben que existen, pero nunca las muestran o muestran únicamente su lado negativo. Los mass media las relegan porque tienen una agenda política o sustentan al gobierno en turno, sea del color que sea. Nosotros no buscamos competir con ellos porque sabemos que no podemos. Más bien queremos demostrar que hay historias que pueden ser contadas desde otro punto de vista. Es una postura política decir las cosas de otro modo. Hay que buscar alternativas.
S: Sí, comunicar a nivel de suelo.
El trabajo colectivo
J: En el colectivo audiovisual hemos hecho de todo: grabación, foto fija, guión, edición, sonido. Todos participamos en todo; aunque algunos desempeñan roles más importantes, siempre buscamos complementarnos. Quienes trabajamos dentro del proyecto lo hacemos según nuestros gustos, siempre hay un consenso.
S: Hubo una definición de roles, pero no fue una cuestión de “se va a hacer esto porque soy el director”, no había una jerarquización. Por ejemplo, no teníamos a alguien específico que hiciera audio y nos rolamos como fuimos necesitando. Sí había roles predefinidos pero nunca se tomó una decisión impositiva, sino siempre buscamos compartir, comentando e intercambiando con los demás. Lo mismo con otros proyectos: cada quien dice a qué le entra, respetando la idea de consensar, no de imponer.
Además de documentar los movimientos sociales, ¿qué otros intereses tienen?
S: En el caso de “Música para después de un asalto”, nuestro interés no fue documentar un movimiento o una lucha social, no fue mostrar lo que siempre se muestra de las cárceles: la corrupción, la drogadicción, las golpizas, las mafias. Nuestra intención fue mostrar que hay gente allí que quiere abrirse un espacio en el ámbito cultural, en este caso, en la música. Es algo muy digno. Tampoco es una cuestión meramente comercial o una temática que interesara mucho a los medios. Son temáticas sociales que nos interesan y que no tienen espacio en los medios masivos.
El tema de la cárcel en los documentales
S: Me viene a la cabeza “Los ladrones viejos” de Everardo González, “Relatos desde el encierro” de Guadalupe Miranda y “Mi vida adentro” de Lucia Gajá.
J: “Presunto culpable” es un caso paradigmático de los documentales de presos. Otro es “Interno”, de Andrea Borbolla, que trata sobre el yoga en las cárceles. En los últimos diez años se han hecho al menos cinco documentales sobre las cárceles. Eso habla de una apertura de las autoridades para la gente grabe lo que pasa en las cárceles y también de una preocupación de los de “afuera” por lo que pasa “adentro”. En los últimos diez años casi se ha triplicado la población carcelaria. Uno puede entrar a la página de la subsecretaría del DF y ahí están las estadísticas; incluso cada día se actualizan, cuántos entran, cuántos salen. ¡Hay 46 mil, sólo en las del DF! ¿Qué ha pasado en esos últimos diez años?
¿Cómo surge la idea de producir “Música para después de un asalto”?
J: Las cárceles, las penitenciarías o los reclusorios son espacios que siempre hemos considerado limitados, es decir, en los que se vive una realidad distinta. Unas paredes de seis metros de alto no te dejan ver desde adentro hacia afuera, ni de afuera hacia adentro. Una cárcel tiene una connotación de represión. Entrar a una cárcel sin ser encarcelelado es un experiencia límite; te permite encontrarte con delincuentes, asesinos o con personas inocentes. Tratar de entender lo que pasa allí es muy difícil. Quizá la música sirva para entenderlo desde otro punto de vista. Sabes que los que están allí dentro son presos porque están vestidos de beige y por el lenguaje que utilizan, y da una sensación como si no estuviera uno grabando en la cárcel. Eso es lo que quisimos reflejar en el trabajo.
Empezamos a grabar a raíz del “Festival de música interna”, en el cual grupos de afuera iban a tocar adentro de las cárceles. Nos invitaron a documentarlo y al principio íbamos a hacer un reportaje, pero después vimos que los músicos presos se subían a dar el “palomazo” (hacer una improvisación). Creímos que había que trabajar con los presos porque en su confinamiento, la experiencia de ser músico es completamente distinta a la de un músico de afuera. De ahí surgió la idea.
¿Por qué hablar de la música?
J: La música hace que la cárcel no parezca una cárcel. Es un medio de expresión de los presos. Además es un lenguaje que a todos nos gusta; no conozco persona que no disfrute de la música. Buscamos mostrar que en la cárcel existe un discurso musical muy creativo, que los presos pueden contar la vida de la cárcel de manera distinta a como la cuentan los mass media, de manera burda, corriente incluso. El lenguaje musical puede matizar pero no esconde, incluso muestra más, a veces, que la imagen. Si uno pone atención a las letras de las canciones del documental puede darse cuenta que son como un recorrido carcelario; transmiten la sensación de estar encerrado.
S: Queremos mostrar el lado humano de los presos; algunos cometieron un delito, algunos no, algunos están ahí por situaciones adversas, por ser pobres.
¿Por qué documentar a músicos de la cárcel?
S: Hay músicos que ya lo eran antes de entrar y otros que tomaron clases ahí dentro. Uno de nuestros personajes, Miguel Ángel Flores, que ya salió, era músico afuera. Su papá es músico, sus tíos son músicos, sus hermanos son músicos, tocó con Celia Cruz y con muchas orquestas de salsa. Pero también está la gente que no es música, que está harta del otro adentro, de estar encerrada, en la “cana”.
J: Además como documentalista, si has hecho reportaje, foto o cualquier cuestión que tenga que ver con el periodismo, dices “aquí hay historia”, “aquí hay carne y hueso” para sacar historias. Por eso decidimos trabajar con músicos presos.
S: Tuvimos una gran oportunidad de entrar ahí, de conocer ese mundo tan similar y a la vez tan distinto al de afuera, de conocer estos personajes de cerca y romper con nuestros prejuicios. Nos dimos cuenta de que no por ser presos dejan de ser humanos y dejan de sentir. Contrario a lo que muchos piensan, no sólo quieren matar, robar y drogarse, eso es un mito.
La vida cultural en la cárcel
S: Es un tianguis la cárcel. Hay empresas, hay quien explota y hay explotados; hay músicos, hay quien hace teatro, hay quien va la escuela… Es una ciudad en pequeño. Encuentras drogas, piratería, mariscos, hamburguesas, jugos. Es una ciudad amurallada de la que no puedes salir.
J: La cárcel es una ciudad, un reflejo de lo que pasa afuera. Tiene sus lados positivos, pero también tiene muchos lados negativos. Los castigos dicen que son muy duros. Hay “borregas”, que son quienes acusan a los presos con los custodios. Pasa de todo, en el documental sólo reflejamos la música.
S: A nosotros nos dieron chance de grabar en los espacios comunes: espacios culturales, canchas de futbol, el auditorio, el gimnasio.
J: En la cárcel hay dos partes; una donde están los dormitorios y los anexos, y otra donde está toda esta línea de lo que llaman “afuera”, es una fuera dentro del adentro. Es la parte bonita de un reclusorio. Ahí es donde nos dieron chance grabar.
S: En un principio nos tenían confinados en los auditorios, no podíamos salir de ellos. Nos mandaban siempre un custodio, alguien de comunicación social y alguien de cultura, siempre atrás de nosotros viendo qué grabábamos. Conforme fue pasando el tiempo vieron a qué venimos. No era una denuncia en sí. Poco a poco nos fuimos ganando esa confianza para grabar en otros espacios. Logramos grabar en otros lados. Pedimos permiso para hacer una entrevista de presentación de los personajes en sus dormitorios y sólo lo obtuvimos en el Reclusorio Oriente. Así que aún en el encierro hay encierro, y en ese segundo nivel hay otro más. Son distintos niveles de prisión.
J: Hay infinidad de actividades culturales en un reclusorio. Los días de no visitas –e incluso cuando sí las hay- se programan muchísimas actividades culturales. Los presos pueden tomar y dar clases tocar, ver un concierto, una película, una obra de teatro o una danza.
Los habitantes de la cárcel
J: Mucha gente presa no tiene recursos. Te preguntas por qué están ahí y sabes que sería necesario revisar caso por caso para saber qué fue lo que realmente pasó. Las cárceles del DF están sobrepobladas. Los jueces no revisan caso por caso, como se supone deberían de hacer, pues también están sobrepasados, no se dan abasto y no se toman el tiempo para pensar cada una de las situaciones.
S: También existe un evidente castigo a la pobreza.
La situación de los jóvenes encarcelados
J: Hay una política de encarcelar a los jóvenes. Vas a los reclusorios, norte, sur y oriente y notas que la población que va de los 20 a los 35 años es de casi el 70%. Estamos hablando de 10 mil jóvenes encarcelados en el D.F. Eso es preocupante. Nosotros creemos que hay una política de Estado para encerrar a los jóvenes.
S: Este asunto de que te robes un pan o un coche y recibas la misma pena es bastante fuerte. Quien se roba un pan lo hace porque no tiene dinero; nadie se roba un pan por diversión o porque lo va a vender más caro.
J: En la cárcel te enteras de cuáles son los dormitorios a los cuales no debes entrar: son los dormitorios de los jóvenes, de los “corregendos”, los que vienen de la correccional; ésos son los más duros. No es que nosotros lo digamos, ni que hayamos descubierto el hilo negro: hay investigaciones serias de por qué se cree que encarcelar jóvenes es una política de Estado. Además, lo único que hace el sistema neoliberal es arrasar con todo y generar más pobres.
Las actividades en la cárcel: la música como dinamizadora
J: En el reclusorio hay mucho trabajo: desde hacerle al “monstruo”, limpiar la celda, limpiar lo de todos, lavar, barrer. Con la música los presos entran en otra dinámica, dicen que se convierten en una persona distinta a cuando no se habían acercado a ella.
S: Cuando un preso alcanza su periodo para pedir la condicional o la pre-liberación, entonces los jueces ven qué han hecho: tomar clases, participar en grupos, dar clases, ir a la escuela; todo eso favorece su liberación.
La música de “adentro” llevada “afuera”
J: A través de la música los presos buscan cambiar su situación. Ésta se convierte en una herramienta. La música permite aprender un nuevo lenguaje para comunicarse, y así cambia la perspectiva de la gente. Una de las cosas que preguntábamos a los entrevistados era si se iban a dedicar a la música afuera, y muchos decían que sí.
S: Un preso que aprendió contrabajo, guitarra, acordeón y Gonzo, está ahora viviendo en Acapulco y, con Miguel Ángel Flores, está dirigiendo el coro indígena del estado de Guerrero.
J: Otra de nuestras protagonistas es una joven que se llama Ethel. Salió hace cinco meses y ahora toma cursos de fotografía, teatro y dibujo, y ya estudiaba Derecho adentro. Hay una inquietud por entender y por hacer otras cosas.
¿Qué caracteriza a la música de la cárcel o “canera”?
S: En primera, que tiene un caló que aquí afuera uno no entiende. Tiene lo que llaman el lenguaje canero. Algunas palabras coinciden con el caló de afuera, pero otras no. Es un lenguaje de la cárcel.
J: Caneado es el estado de ánimo que te causa estar en la cárcel, deprimido o bajoneado. Generalmente un ánimo hacia abajo, no una euforia sino una depresión. Dicen que cuando se canean no salen ni de su camarote, todo el tiempo están ahí. Hay un encierro interior, eso es el caneado. Es un lenguaje que cuando lo entiendes entras a otra dinámica y cambia su sentido.
S: Te enteras de que algo pasa afuera y te caneas, no puedes hacer nada. También se caracteriza por la fusión. Hay un grupo que grabó un disco, se llaman “Los segregados”, del Reclusorio Oriente. Ellos se formaron con los que corrieron de otros grupos. Uno tocaba mariachi, otro banda, otro reggae y rock. Tocan algo parecido al ska, punk, reggae, funk y los metales son de mariachi. Hacen una música muy rica y sus letras son originales. Hablan de la vida en prisión, cuentan anécdotas.
J: Si no has estado en la cárcel no entiendes el lenguaje canero.
Los aprendizajes después de producir “Música para después de un asalto”
J: Te cambia la vida, te cambia la forma de ver las cosa; al menos la prisión o la cárcel la ves distinta. Yo aprendí mucho de las experiencias de “adentro”. Eso puede ser muy trivial. Cuando “Los segregados” entraron a grabar el making-off de su disco, siempre terminaban diciéndonos “no se dejen agarrar, no se dejen agarrar”. Es una frase muy irónica que te dice que por cualquier cosa tú podrías terminar ahí, y es verdad. Estas experiencias hacen que cambie el trato con las personas de “afuera”. Uno aprende más a cuidarse. Es aplicar lo que te platican.
S: Hasta esa cuestión de irte de fiesta y manejar, la verdad es que ya la piensas más. Te cambia la forma de ver a la gente. Uno trata de no ser prejuicioso, pero tampoco es algo que uno deje así de lado, es difícil quitarse los prejuicios que han estado allí siempre. Ahí te los quitan. Puedes conocer a alguien que te dice “yo hice esto y maté a tantos, pero ya entendí que no. Estaba muy chava, me metía tal, hacía tales cosas. Ahora ya entiendo, tal vez no salga, pero ya me cayó el veinte. Eso no es vida”. Algo que te dicen ahí es que aprendes a leer a la gente, aprendes a cuidarte y ver qué trae la gente: trae cinco varos en la bolsa, trae un churro en la bolsa trasera y ahí trae su cajetilla de cigarros. Y tiene miedo”. Te aprenden a leer. Nosotros entrábamos y salíamos, y sí se tejieron lazos de amistad con varias personas.
Para el futuro
S: Damos talleres de formación en video en Tlalpan. Al principio fueron pensados para jóvenes, pero hay también gente adulta. Recibimos un apoyo económico. Y estamos cocinando a ver qué sigue. Nos gusta el documental y trabajamos en otras cosas para darnos ese lujito. Pensamos en realizar un corto de ficción. Hay proyectos de otros dos documentales, aún no se aterrizan pero ahí está la idea.
J: Estamos en “Son pa’llevar”, que es el amor a la música sin ser músicos. También estamos en un proyecto de punks y de las JAR aquí desde el 93, cuando se formaron. Grabamos los videoclips de las canciones de ese documental. Nuestro objetivo es seguir en el audiovisual y tratar de vivir de ello. Es muy complicado, vemos que es muy difícil.
Publicado el 01 de Noviembre de 2011