Foto: Sanaa Alwaara, Aya Khalaf y Manal Tamimi en Jaén. (Javier Díaz Muriana)
Manal Tamimi, Sanaa Alwaara y Aya Khalaf se disponen a hablar en un salón de actos de la Universidad de Jaén. No sin nervios, pero ya más acostumbradas que al principio, ante un público atento y conscientes de que están ante supervivientes del colonialismo más brutal. Hablan con pausa y determinación. Lo llevan haciendo los últimos 10 días en ciudades como Sevilla, Córdoba, Granada o Málaga, donde iniciaron este tour de la mano de la Coordinadora ‘Andalucía con Palestina’ para presentar el proyecto Women For Palestine impulsado por la Facultad de Comunicación de la Universidad de Málaga, y que pretende dibujar un mapa de la resistencia palestina en femenino.
Protagonistas de sus propias historias de vida, estuvieron a punto de cancelar el viaje de presentación que les trajo a España porque temían no poder volver a casa debido a la escalada del conflicto. Dejan hijos, maridos y casas con la incertidumbre de qué se encontrarán a su regreso, si podrán volver y cómo. Las tres, salieron de Cisjordania el día en el que Irán lanzó más de 200 misiles balísticos contra Israel, algunos impactando en pueblos y aldeas palestinas. Aquí en España se sienten libres, pero la situación en su país, apenas les deja dormir.
Manal Tamimi está ya experimentada en este tipo de viajes. Es su cuarta vez en Andalucía. Empezamos por ella.
La última vez que estuviste en Andalucía fue en marzo de este año. El genocidio ya había comenzado en Gaza, te sorprendió ver a las mujeres del 8M alzar sus voces por Palestina. ¿Qué cambio has percibido desde entonces?
Sorprende cómo la gente, más de un año después del inicio del genocidio en Gaza siguen llenando salas cuando venimos a hablar sobre Palestina. Eso demuestra que la gente cree en nuestros derechos de existir y de resistir. No es la primera vez que noto el apoyo tan fuerte del pueblo andaluz a la causa palestina. Aun así, os lo digo honestamente, yo pensaba que la gente iba a estar más cansada porque no se ve esperanza en el horizonte. Pero fue una sorpresa ver que siguen las manifestaciones, las marchas, los actos y que cada uno apoya a su manera como con el boicot y otras iniciativas.
Incluso a nosotros, en Palestina, nos entran muchas dudas en muchas ocasiones. Momentos de desesperación. Y nos preguntamos si merece la pena lo que estamos haciendo. Pero al ver cómo la gente de aquí están apoyando, esto supone un empuje para seguir luchando. Quiero mandar un mensaje a mis compatriotas, pero también a los activistas españoles: como palestinas, pero también como activistas, tenemos derecho a descansar, pero no a rendirnos. Eso nunca.
En el caso de Sana, con 54 años, es la primera vez en su vida que sale de Palestina. ¿Cómo se ve Palestina desde fuera?
Yo no esperaba ver tanta solidaridad ni tanto compromiso con la causa palestina fuera de mi país. Esto para mi está siendo un revulsivo para seguir resistiendo como enfermera, como madre y como esposa de un exprisionero. Yo tengo 54 años y es la primera vez que salgo de Palestina y es la primera vez en mi vida que he sentido lo que es la libertad con mayúsculas.
Además, pude pisar la arena de la playa en Málaga por primera vez desde que tenía 14 años, cuando pude ir a ver el mar en Jaffa, cerca del actual Tel Aviv, y que se encuentra a apenas 70 kilómetros de casa. Israel nos lo impide. Sin embargo, en Málaga me sentí libre. Aún mis niños no han visto el mar. No quiero que pasen los años sin poder ver el mar y pisar arena como yo.
Para mi libertad es no tener que esperar 3 horas en un puesto de control. Nadie me para de manera arbitraria aquí y me pide mi documentación. Me siento libre, pero mi alma está en mi tierra y ahora que sé lo que es la libertad, me veo con más fuerzas para volver y seguir luchando más fuerte para perseguirla.
La situación en Gaza también afecta a la población en Cisjordania. Israel no cesa en su colonización del territorio y su represión, cada vez más violenta de los palestinos en Cisjordania y que deja ya más de 700 muertos, incluidos 160 niños y niñas desde el pasado 7 de octubre. ¿Cómo se ha recrudecido la situación en Cisjordania en el último año?
Manal mira a sus compañeras y se dispone a tomar la palabra.
Yo no soy de Gaza, pero el dolor de Gaza es el nuestro. Palestina es indivisible y, por tanto, el dolor de Gaza, es el dolor de todo el pueblo. No quiero hablar de lo que está pasando en Gaza porque todo el mundo lo está viendo. Si quiero hablar del día de después. El dolor verdadero aparecerá después de que se culmine el genocidio sobre nuestra gente en Gaza.
Hay cosas muy sencillas pero significativas que pueden resumirse conociendo las historias propias. Voy a contarte tres: la primera es la de una amiga mía de Gaza que se llama Naisum Alkatumi, periodista. Un día estaba hablando con ella y sus sobrinos estaban haciendo ruido, cantando y bailando. Me sorprendió al escucharlos y le pregunté por qué andaban tan felices: me dijo que por primera vez en 8 meses lograron comprar medio kilo de tomates. Y estaban contentos porque iban a comer otra cosa que no fuera una lata de humus o comida de ayuda humanitaria enlatada.
Otro ejemplo es el de otra amiga que me dice que sus niños de 6 y 8 años no quieren atender las clases online que se han programado para no perder el curso escolar, como ocurrió el pasado año. Se niegan. Cuando le pregunté el porqué, me dijo que el mayor ahora tiene que caminar dos o tres kilómetros al día para traer agua para cubrir todas las necesidades domésticas. El más pequeño se encarga de buscar madera o algo que arda para poder cocinar y calentarse. Ir a clase les supone dejar de cubrir esas necesidades básicas suyas, pero también de toda su familia. Los niños de esas edades no deberían de preocuparse por la supervivencia de su familia. Deberían preocuparse de jugar y aprender.
Como palestinas, pero también como activistas, tenemos derecho a descansar, pero no a rendirnos
Un último ejemplo, es el de mi amiga Fara Denie. Ella era periodista y publicaba su trabajo en diferentes medios en inglés. La última vez que hablé con ella fue una semana antes de venir aquí. Me dijo que seguían resistiendo, que no les quedaba otra que sobrevivir. Y me dijo que la muerte en sí no le daba miedo, lo que más le aterraba era morir y dejar atrás a sus cuatro hijos. Me dijo: reza por nosotros Manal. Si llega la muerte, que llegue para todos por igual para que nadie se quede atrás.
Cuando llegué a Madrid hace unos días, estaba en Atocha esperando el tren para viajar a Málaga. En cuanto logré conectarme a una wifi para avisar de que había llegado la primera noticia que recibí fue que Wafa había sido asesinada junto a su marido y dos de sus hijos.
Manal se detiene para tomar aire. Un nudo en la garganta le impide continuar por unos segundos. Continúa.
Lo que está pasando en Gaza es indescriptible. Es bonito oír que la mujer palestina es fuerte y esto, supuestamente tiene que hacernos sentir orgullosas. Pero esto es muy doloroso. No somos superheroínas, somos mujeres que sienten dolor, que quieren sobrevivir y que necesitan dar y recibir amor.
Hay familias que se dispersaron, por las bombas, huyeron, están atrapadas entre los puestos de control y corredores que ha establecido Israel en Gaza. Hay miles de niños huérfanos que están solos vagando por Gaza. La historia de Ola Hiji es un ejemplo de muchas. Ahora se está encargando de 6 niños que perdieron a su familia cuando ella también ha perdido a dos. El dolor de Gaza es tremendo. Pero va a ser peor después. Por eso tenemos que estar fuertes para estar preparadas para el después.
Sanaa, tu eres enfermera, te has enfrentado a la COVID en el campo de refugiados de Aida bajo un férreo bloqueo israelí con apenas recursos. La situación sanitaria ahora, aún sin la amenaza de esta pandemia, ¿ha mejorado?
Aún es peor, desde hace un año los niños no han recibido sus vacunas, rompiendo el calendario de vacunación establecido. Hay niños que nacieron al comienzo del genocidio y otros durante todo este año. Por eso se han registrado casos de polio, de hepatitis, etc… y esto es debido a la insalubridad, la falta de agua y saneamiento provocada por el asedio israelí.
Muchos niños y bebés han muerto por malnutrición. Hay 11.000 casos de cáncer que no están recibiendo tratamiento, ni siquiera paliativos o analgésicos para aliviar el dolor. Están siendo devorados por su dolor. Hay cientos de casos que necesitan diálisis y murieron por la destrucción del sistema sanitario y los bombardeos sobre hospitales y clínicas que han dejado los aparatos inservibles.
En Cisjordania, Israel ha impedido la entrada de vacunas también y el stock del Ministerio de Salud se acabó en mayo y empezaron a aparecer casos de polio. Tengo un nieto que tiene dos años y un mes y acaba de recibir la vacuna que debió haber recibido hace 6 meses. Es arbitrario. Israel puede parar todo cuando le place. Ahora han dejado entrar vacunas de la polio porque es una enfermedad epidémica y puede transmitirse fácilmente a los israelíes que viven en las colonias. Igual pasa en las cárceles: solo cuando un carcelero se contagió es cuando han empezado a vacunar a los prisioneros palestinos.
Women for Palestine pone el foco en mujeres poco conocidas. Historias a priori cotidianas en Palestina pero que sobrecogen por su dureza aquí, en Occidente. ¿Cómo se llevó a cabo la grabación de estas historias de vida y porqué estas mujeres?
Manal: Cuando surgió la idea de hacer estas entrevistas decidimos elegir mujeres desconocidas porque son mujeres que resisten a diario pero ni tan siquiera ellas son conscientes de que, lo que hacen de manera diaria y natural, es resistencia. Y también hemos intentado cubrir todo el espectro palestino: hemos elegido a mujeres de los campos de refugiados, mujeres campesinas, beduinas, mujeres del norte y sur de Cisjordania, mujeres palestinas del 48 y también mujeres de Jerusalén. Mujeres mayores y niñas jóvenes muy valientes que siguen resistiendo generación tras generación.
Cuando hablamos de resistencia, no solo hablamos de las mujeres que se enfrentan a los soldados en las manifestaciones. Una de las historias es la historia de Dalal Awwad, que vive en una comunidad beduina en Tubah, cerca de Hebrón. Ella junto a su madre, viven en una cueva porque Israel no les permite construir una vivienda ni tan siquiera instalar una tienda. Ella nos cuenta su día a día en el video: desde que se levanta, ordeña las cabras, hace el requesón, hace las tareas de casa, luego siempre hay algún enfrentamiento con los colonos israelíes, les impedimos que entren en casa, protegemos a los rebaños, después hacen la comida, etc… ¡hablan de enfrentarse a colonos armados como parte de su cotidianidad! ¡Para mí fue toda una sorpresa!
Este proyecto me ha dado una visión más completa de la realidad diversa de las mujeres palestinas, de cómo cada una resiste a la ocupación a su manera. Para mí, eso ha sido enriquecedor, a pesar de las dificultades que hemos tenido para grabar, ya que tras el 7 de octubre, muchas de las que teníamos ya grabadas nos pidieron no aparecer y otras rechazaron su participación. ¿El motivo? Tras el 7 de octubre la represión ha ido en aumento. ¡Ya te detienen incluso por mostrar solidaridad con las víctimas en Gaza en Facebook!, por ejemplo. O por tener en tu teléfono la app de Telegram, una aplicación que identifican con formas de organización política. Muchas tienen miedo. Sus familias dependen de ellas y las detenciones se han hecho más numerosas después de que Israel impusiera más de 700 nuevos checkpoints militares.
En este proyecto, aparecen diversas formas de resistencia, entre ellas la cultura. Aya Khalaf es una joven palestina que recupera canciones tradicionales palestinas para darles una nueva vida en su voz y sus acordes. ¿Porqué es importante usar la música para resistir, Aya
El arte es una dimensión de la resistencia muy importante. Yo lo aprendí de mi tio, que fue prisionero palestino. Había un programa de radio que escuchaban en las cárceles y yo esperaba al otro lado del hilo telefónico mi turno para cantarle canciones y decirle que le echaba de menos y le quería.
Mi tío fue mi primer fan. Él me dijo “tienes que seguir cantando. Hoy he visto un pájaro desde mi ventana y he pensado en ti. Tu canto nos da fuerza y nos da esperanza como este pájaro”.
Muchas personas, como Iman Nafe, otra de las protagonistas del proyecto, cantaba cuando la detuvieron. Cantaba cuando pasaban los carceleros israelíes y por eso le castigaban… pero ella seguía. Los israelíes saben muy bien que el arte y la música dan esperanza y energía a la resistencia.
En tu caso, además, eres palestina del 48, formas parte de ese 20% de palestinos y palestinas que tienen ciudadanía israelí pero que sufren la discriminación de un país, como aprobó la Knéset (el parlamento israelí) en 2018, solo para judíos. ¿Cómo es defender tu identidad a través de la cultura en un país que, no solo la niega, sino que la persigue y la borra?
El mundo entero debe comprender que estamos obligados a llevar DNI israelí y a viajar con pasaporte israelí. No es algo que hayamos elegido voluntariamente. Es importante saber que, como palestinos israelíes, nos obligan a resistir con una apariencia sonriente frente a los colonos. Una vez de regreso a casa, tras visitar a un amigo en Nablus, sabes que el soldado va a preguntarte dónde has estado y con quién. Siempre vas con miedo y tienes que prepararte para soportar la humillación o que te cacheen. Al final en esa ocasión opté por hacer lo que hacen las israelíes: sonreír y falsear nuestros sentimientos.
Yo nací en Jet, un pueblo muy tradicional, musulmán, cerca del Tulkarem, pero al otro lado del muro, en la parte israelí. Nadie quería que yo cantara. Nadie me enseñó mi identidad como palestina y nadie me dijo que yo tenía derecho a resistir. No sé si es por miedo o falta de conciencia. En la escuela, nos enseñaban que éramos una minoría dentro de Israel pero que teníamos los mismos derechos de expresión, etc… pero la realidad es otra.
Mi tío me ayudó a desmontar todo lo que me instruyeron en la escuela, toda esa basura que te meten en la cabeza. Cuando fuí al campo de refugiados de Shuafat, en la misma Jerusalén, te das cuenta de cómo encierran a los palestinos, rodeados por lujosos asentamientos. He visto como las autoridades de la ocupación dan armas a bandas de criminales para que haya siempre miedo en las calles. Cómo introducen droga para que afecte a los más jóvenes que están sin futuro en los campos de refugiados.
He visto a un hombre de 60 años que quería acceder a la Explanada de las Mezquitas a rezar y una soldado de 17 años le dijo con desprecio “no puedes entrar, vuelve de dónde has venido”. Otro ejemplo es en la escuela dónde he trabajado en Jerusalén Éste, donde siempre huele a gas lacrimógeno, siempre hay disparos, balas de goma… No me puedo olvidar de uno de mis alumnos, ¡alegre por recibir una bala de caucho en el pecho! La situación desde el 7 de octubre es mucho peor que antes. Se ha incrementado lo que ya se daba y era considerado muy grave.
El mundo entero debe comprender que estamos obligados a llevar DNI israelí, no es algo que hayamos elegido voluntariamente. Es importante saber que, como palestinos israelíes, nos obligan a resistir con una apariencia sonriente frente a los colonos.
Lo más problemático para mi como palestina del 48 es sobre mi identidad. Tengo un pasaporte israelí pero yo me siento palestina. No sé a dónde pertenezco exactamente. Me siento traicionada por tener esos privilegios y es un conflicto que vivimos continuamente. Nosotros como palestinos no tenemos que hacer el servicio militar y por tanto no tenemos la gratuidad en la universidad. Hay una discriminación clara. Israel deja claro que es un Estado para los judíos, y el resto somos tratados como basura. Esto obviamente no ha comenzado el 7 de octubre. En las protestas en Sheikh Jarrah, pude experimentar la violencia de los soldados, que nos dispararon gases lacrimógenos y cómo tuvimos que escondernos en algunas casas para no ser detenidos.
La división geográfica y administrativa que impone Israel a los palestinos no deja a ningún palestino libre de violencia. Tampoco a nosotros. El otro día entraron en casa, lo destrozaron todo y querían llevarse a mi hermano por la simple razón de que va a rezar a la mezquita cada día. Le confiscaron el móvil para investigarle. Les da igual que tengamos la ciudadanía israelí, para ellos solo somos palestinos.
Habéis pasado 10 días dando charlas y siempre hay una pregunta recurrente ¿Qué podemos hacer para ayudar?
Manal: No soy nadie para deciros lo que tenéis o no que hacer vosotros. Sí os recomendaría no dejar de oír lo que está pasando en Palestina. No me refiero a las noticias, sino a las historias de la gente que sufre la ocupación y el genocidio. Y otra cosa que podéis hacer y es muy útil es el boicot. Por favor, boicotear. Os puedo asegurar que las grandes compañías han perdido mucho dinero debido a esta campaña. Pero no es solo los productos, también económicamente, culturalmente y académicamente.
Creo que tenéis que levantar la voz rechazando las políticas de vuestros gobiernos. Porque el gobierno que ignora lo que pasa en Palestina, en Siria, en Líbano o en Iraq, significa que es capaz de ignorar el sufrimiento de lo que pasa en su propio pueblo. No solo eso, ignorar las normas humanitarias allí, significa que se le está dando carta blanca para que se ignoren las normas también aquí.
Palestina es la llave de la paz y la seguridad en el mundo. Si Palestina no es libre y no se nos asegura los derechos humanos, todos los pueblos del mundo están en riesgo de sufrirlo igual.
Antes de terminar Sanaa levanta su dedo índice con autoridad y espeta:
Golda Meier dijo en los años 70 que las nuevas generaciones de palestinos olvidarán y los mayores se morirán. Se murieron los mayores, pero los jóvenes no se han olvidado. Nosotros no nos olvidamos de dónde venimos ni quiénes somos. En Palestina somos libres por lo que pensamos y por lo que hacemos de resistencia. Pero en Occidente tenéis una ocupación colonial cultural, económica y mental. Tenéis que levantaros contra este orden injusto, porque liberándoos a vosotros mismos, también nos ayudáis a liberarnos a nosotras.
Este material se comparte con autorización de El Salto