Sabía que no iba a ser fácil, es por eso que tal vez le di tantas vueltas para escribir la presentación del libro y la exposición gráfica Vivas nos queremos, un memorial para mujeres víctimas de feminicidio en Chiapas realizado por 19 ilustradoras. El libro se presentó el pasado 7 de septiembre en la Casa de las Artes y la Cultura Corazón Borraz en Tuxtla Gutiérrez. La exposición se mantendrá en ese mismo lugar hasta el 20 de septiembre.
Paola Ramón Moreno, más conocida como Paola Uchello, inició hace un par de meses este proyecto para hacer un memorial de mujeres víctimas de feminicidio. Reunió a 19 ilustradoras y cada una de ellas conversó con las y los familiares de las víctimas y posteriormente hicieron el retrato. Todo el proyecto fue sin fines de lucro.
Hace unas semanas, Paola me invitó a presentar el libro y aunque de inmediato dije que sí, después fui consciente de lo difícil que sería. Acá les comparto lo que leí ese día:
Vivas nos queremos
Hace tiempo que dejé de escribir directamente sobre feminicidios…lo hice primero de manera inconsciente y luego fui muy consciente que le daba la vuelta al tema…y siempre supe por qué: tengo miedo, tengo miedo de no tener las suficientes herramientas para tratar con respeto a las víctimas de feminicidio y sus familias; tengo miedo de entrevistar a sus familiares y destapar el dolor y no saber cómo cerrarlo (¿se podrá cerrar?); tengo miedo que por más que intenté ser empática cometa un error, diga algo que ofenda todos los sentimientos que les aprieta el corazón; que mi trabajo sea insuficiente, que no alcance y ni siquiera abone.
No crean que cerré la computadora y ahora no hablo de la violencia feminicida, más bien lo hago desde donde absurdamente creo es mi “lugar seguro”. Hablo de las políticas públicas fallidas; evito entrevistar a las y los familiares (aunque con algunas y algunos de ustedes he platicado mucho y les siento muy cercanos), a quienes cuestiono son a las autoridades. Hago solicitudes de información y análisis de cómo se está moviendo la violencia contra las mujeres. No he dejado jamás el tema y no lo haré, más bien había decidido hacerlo desde otro sitio.
Cuando Paola me invitó a presentar el libro, sin dudarlo dije que sí, pensé que podía evadir ese miedo, que podía darle la vuelta al dolor, que podría bien seguir caminando en la orilla hablando del tema, pero sin hablar de lo que más duele…Qué ingenua, desde que abrí el libro, supe que no sería así.
Abrí el libro y quien apareció ahí fue Paulina Gómez Zenteno, la hija de doña Maggi. A Paulina no la conocí, jamás llegué a tomarme un café con ella; pero conozco a doña Maggi, la conozco porque hemos coincidido en las marchas, hemos conversado varias veces, siempre me habla de su hija. Había visto fotografías, pero ahora la imagen que me llega a la mente cuando hablo de ella es la que hizo “Pita Sandia”…la imagino así: rodeada de flores, con su uniforme blanco y una linda sonrisa.
Una de las veces que más he platicado con doña Maggi, es cuando llegó a buscar a Martha Figueroa al campamento de las estudiantes de la Unach, que se fueron a paro por el feminicidio de Mariana Sánchez Dávalos. Ahí en medio de un montón de mujeres jóvenes que se organizaban y resistían frente a una autoridad indolente; doña Maggi nos platicaba de su hija, nos platicaba de su vida…de lo cercanas que eran; recordaba los años de universidad de Paulina y aunque no me lo dijo, estoy segura que veía en esas chicas también a su hija.
La ilustración que hizo Tsebal Chon de Mariana Sánchez Dávalos, quien unió a cientos de mujeres universitarias para exigir justicia por su feminicidio, es distinta a como yo la tenía en mi mente. Esta Mariana de dos colitas y aretes rosas se parece mucho a unas chicas de la Facultad de Veterinaria, que participaron en el paro, y tenían una apariencia muy tierna; pero a la hora de las negociaciones eran disciplinadas, estratégicas y aguerridas. Esa consigna feminista que dice: “ternura radical”, me hace recordar a ellas.
Me gusta la ilustración que hizo Cony Martínez de Nadia Vera, que la haya retratado desde su cotidianidad, que haya llevado luz a ese lugar donde vivió y no solo sea el sitio en donde fue asesinada. En el libro también hay un poema escrito por la madre de Nadia, Mirtha Luz Pérez Robledo…
Cuando tenía veintitrés años su cuerpo era
Como una barquita que se balanceaba alegre;
Llevaba en la proa una flor que el viento agitaba.
La pequeña barca que era su cuerpo tenía en
Su interior un corazón rebosante de alegría y de amor.
Al pasar el tiempo alguien marchitó esa flor, le robó su sombra.
En este libro están también retratadas niñas y adolescentes (¡Carajo! Cómo se atrevieron, ellas deberían de estar en el anuario de una escuela y no en este libro)…veo a Jade escribiendo, y me veo en sus ojitos, en esos ojitos que ilustró Patt Ramírez. Jade me recuerda a mi a su edad, me recuerda que la escritura y la lectura también son refugio.
En esta presentación quise hablar de las mujeres víctimas de feminicidio, sus familias, su memoria, el dolor; pero también he querido hablar de las mujeres vivas, de las mujeres que han luchado, que han luchado exigiendo justicia, que han luchado poniendo a disposición lo que saben (su arte, por ejemplo) para honrar las memorias de las que nos arrebataron.
Este día nos reúne acá el trabajo de 19 mujeres artistas que pusieron a disposición de todas, su talento, que saben que el arte sin una conciencia crítica es solo ornamentación.
Queridas mías, queridas artistas: siéntanse orgullosas de lo que han hecho. Gracias por haber reunido su talento, por hacer este libro y esta exposición que es tan dolorosa como bella. Gracias por el respeto con el que hicieron este proyecto.
Gracias por traer a la vida a estas mujeres que nos arrebataron, de exigir justicia para ellas desde el arte, por honrar su memoria. Gracias por de darles a su familia un retrato diferente de ellas; de convertir la indignación en una digna acción. Gracias por hacerme enfrentar mis propios miedos.
A las y los familiares de Karla, de Jade, de Yuri, Paola, Claribel, Mariana, Estefania, Bertha Lilia, Paulina, Claudia Matilde, Elizabeth, Tatiana, Kimberly, Nadia, Sandra Luz, Maryana Iveth, Valeria, Victoria, María Virginia, María de los Remedios… no sé qué decirles, todo se me junta en el pecho, respeto su dolor, admiro su resistencia y su resiliencia. No tengo qué ofrecerles, no tengo palabras, solo un abrazo.
Los abrazos
Desde la mesa, donde leí esta presentación, podía ver a todas las personas que estaban en el lugar: a la mamá de Nadia, la poeta Mirtha; a la hermana de Victoria Arreola, quien llevaba puesta una playera en la que exigía justicia; veía a doña Maricruz, mamá de Karla Yesenia; y a Helena Morales, quien perdió el mismo día a su madre y a su hermana.
Las veía y me costaba leer, me costaba hablar de su dolor, me seguía sintiendo una impostora por estar en esa mesa a pesar que minutos antes mientras escuchaba a Roxana, otra de las presentadoras, quien también habló de qué tan “autorizadas” estamos para hablar de las víctimas de feminicidio, me llegó la certeza que la herida de un feminicidio nos atraviesa a todas, por supuesto que no de la misma manera que sus familiares, pero nos atraviesa y nos duele.
Cuando estaba leyendo y levantaba la mirada hacía el público, miraba a la hermana de Victoria que no dejaba de llorar y quería detenerme e irla abrazar. Hice muchos esfuerzos por no parar y echarme a llorar, aunque todo el tiempo se me cortaba la voz. No fui la única. Nos pasó a todas las que estuvimos en la mesa.
María de Jesús Velasco, madre de Karla Yesenia y Helena Morales Jiménez, hija de María de los Remedios Jiménez y hermana de María Virginia Morales Jiménez participaron en un conversatorio junto con algunas de las ilustradoras después de la presentación del libro. Las artistas hablaron del proceso creativo del memorial, del encuentro con sus familiares, de la falta de acceso a la justicia, del temor de que algunos de los feminicidas salgan libres.
Durante buena parte del conversatorio doña Marichuy y Helena se mantuvieron tomadas de la mano. Se conocen de las marchas, de las idas y venidas de la Fiscalía. De que comparten el mismo dolor. Tanto doña Marichuy y Helena agradecieron a las artistas por su trabajo, pidieron a todas y todos que las acompañen en su lucha por justicia:
“Necesitamos más Marthas Figueroas (la abogada feminista); necesitamos mas Paolas (la artista que coordinó el memorial) (…) El rostro de mi mamá y de mi hermana se me estaba borrando y con lo que hicieron hoy pude recordar cómo eran y no como la última vez que las vi” nos dijo Helena.
En la presentación hubo muchos nudos en la garganta, mucho dolor; pero también esperanza, abrazos y sororidad. No sé cómo escribir un abrazo, tampoco tengo palabras para describirlo, agradezco poder haber abrazado a la hermana de Victoria, a Helena y Mirtha ese día.
Publicado originalmente en CIMAC Noticias