Münster, Alemania, diciembre de 2009. En el centro de Europa, en Alemania, los migrantes y los refugiados sobreviven al racismo y a las restricciones impuestas por las leyes alemanas. Al mismo tiempo sufren el clima impuesto por la Unión Europea (UE) que cierra sus fronteras externas e impide por la vía de los hechos el acceso al derecho de asilo político y al refugio.

Lejos están los días de junio de 2008 cuando, durante la reunión del G8 en Rostock, en el norte del país, 20 mil migrantes se organizaban y se manifestaban autónomamente. Lejos está también la experiencia de los migrantes en Francia, en España o en Italia, en donde logran movilizarse más. Sin embargo, la lucha debe seguir si queremos devolver dignidad a millones de personas que hoy circulan en Europa en búsqueda de protección o simplemente de una vida mejor.

¿Cómo se podría caracterizar la situación de los migrantes indocumentados en Alemania?

En las últimas décadas se restringieron más y más las posibilidades de migrar legalmente o pedir refugio en Alemania, quiero decir, ser reconocidos por las autoridades alemanas. Mediante una reforma constitucional en 1993 se volvió casi imposible conseguir asilo político en Alemania. Desde entonces Alemania se esconde tras el cerco de los demás estados europeos y quien pone un pie en otro país miembro de la comunidad antes de llegar a Alemania, debe regresar a realizar su petición de asilo a dicho país. De esta manera Alemania se fortifica, asegurándose de restringir drásticamente el ingreso de solicitantes de asilo.

A su vez, los estados europeos uniendo las fuerzas han iniciado una guerra fronteriza contra todo aquel que pretenda entrar a la comunidad. Como resultado se encuentran inmigrantes ahogados en el mar mediterráneo, inmigrantes detenidos en las cárceles de los nuevos o futuros estados de Europa del Este. También ocurren suicidios durante la espera por la deportación.

La cantidad de migrantes y refugiados con papeles ha decaído terriblemente en Alemania. Por otro lado, se estima que la cifra de personas sin documentación legal se ha disparado. Tímidas estimaciones hablan de un millón de migrantes sin papeles (llamados ‘ilegales’ por mucha gente y por los medios masivos). Sin embargo, la cifra real debe ser mucho mayor en una población oficial de cerca de 80 millones.

Entre los ilegalizados están también los que han venido en búsqueda de asilo político, el cual no les ha sido otorgado. Estas personas, en lugar de esperar la deportación forzada han optado por desaparecer, empezando a vivir en la clandestinidad. La vida se pone difícil. La búsqueda de trabajo, de vivienda, la cobertura médica, para todo se requiere el pasaporte, la identificación, el permiso. En Alemania no es posible registrarse, obtener permiso de trabajo o seguridad social sin contar con un pasaporte con residencia.

En el 2007, una mujer que había trabajo durante cuatro años como mucama logró cobrar por primera vez su salario digno, después de haber denunciado a sus empleadores.

En los últimos años se ha empezado a crear una cobertura médica que no exige el nombre, el apellido ni el pasaporte. A su vez Alemania es el único país en el cual no ha existido nunca un proyecto de regularización, una amnistía para los sin papeles, un reconocimiento. Para quienes están en esa situación es difícil conseguir trabajo y cubrir sus necesidades, como ocurre esporádicamente en los demás países de la Unión Europea.

En Alemania no tener papeles es visto como un crimen. La posibilidad de ser descubierto intimida constantemente porque en cualquier lugar puede haber un control. Pueden arriesgarse por no haber cumplido las leyes de tránsito o por haberse acercado demasiado a una estación de trenes.  La policía federal controla sobre todo a aquellos que tienen otra apariencia, que podrían no ser alemanes, no europeos, sobre todo a la gente de color. El miedo es omnipresente, los derechos no existen. Al momento de la revisión por parte de las autoridades, si no tienes papeles te detienen y te llevan a la comisaría, luego a la cárcel. La pena por no tener papeles es de hasta tres años de cárcel.

Quienes ayuden a los sin papeles corren el riesgo de ser criminalizados y señalados como delincuentes organizados, algo semejante al terrorismo. Existen personas que ayudan en lo cotidiano así como organizaciones. También hay situaciones donde hay muchas necesidades como el crimen organizado y la prostitución forzada, donde hay mucho dinero y muchos problemas, hay abuso, fraude, traición.

Con su práctica política y económica, el gobierno alemán es parte de las causas de las migraciones. Sin embargo, las instituciones migratorias no aceptan a las personas que buscan asilo político en Alemania. ¿Cuáles son las exigencias de esas personas y de las organizaciones de derechos humanos?

En general la persona o la institución que causa problemas tiene que hacerse cargo de las consecuencias, los costos y mostrarse responsable frente a demandas justas. Sin embargo en el mundo capitalista y globalizado parece no tener vigencia esta regla de sentido común.

En la vida cotidiana las exigencias se reducen a lo fundamental: que todo ser humano sea tratado como tal, con respeto, reconocimiento, que se cumplan los derechos humanos, que todos cuenten con un lugar donde sentirse seguros. Además de esto que es básico, cada persona tiene otras exigencias, según las necesidades personales, la historia que ha vivido.

También las propuestas y demandas por parte de las organizaciones tienen significativas diferencias. Parten de consignas como  “nadie es ilegal”, “libertad de tránsito” y “papeles para todos”. En la confrontación diaria se reducen las exigencias a las peticiones por una amnistía de los sin papeles, la posibilidad de la regularización, el acceso a la asistencia médica, vivienda digna, la justicia laboral.

En lo que concierne a los refugiados que sí están registrados pero no han obtenido el reconocimiento como refugiados, se demanda la libertad de movimiento, acceso al mercado de trabajo, que tengan los mismos derechos que según la Constitución tiene todo ser humano.

¿Cómo actúa la sociedad en Alemania frente a la marginalización de los migrantes ilegalizados?

El racismo tiene historia en Alemania. El nacionalsocialismo nunca desapareció del todo. La idea de la raza dominante, del ser superior, persiste en muchas cabezas, a veces más reprimida o solapada, pero existe. El racismo cotidiano explícito, con gritos o golpes en la calle, es visible. En cambio es más difícil de captar el racismo sutil, que va por dentro, que se percibe diariamente a través de las miradas desaprobadoras, al ser tratado distinto, como ser inferior. Esto pasa tanto en las oficinas públicas como en el contacto cotidiano con la comunidad. Esta forma la perciben casi solamente los migrantes porque conviven con esto todo el tiempo.

También existen agrupaciones solidarias, redes de apoyo que organizan el soporte a ilegalizados, la asistencia médica, escondites para familias, asilo en iglesias. Pero son pocas, no logran alcanzar a todos y solamente pueden satisfacer las necesidades más básicas. También hay grupos interculturales, internacionalistas, antirracistas y antifascistas, que toman posición frente a la situación en la que se encuentran migrantes y refugiados.

¿Hay ejemplos de organización autónoma de grupos de migrantes en Alemania? ¿Quiénes son? ¿Cómo trabajan?

En Alemania no conozco ninguna organización autónoma de sin papeles, como en Francia o España. En cambio, existen varias agrupaciones interregionales de refugiados que luchan contra el trato inhumano que estigmatiza con la toma inmediataa de huellas digitales, la privación de la libertad, alimentación de mala calidad en los campamentos, entre otras.

Hay dos organizaciones que encabezan esta lucha: la Asociación Internacional de Derechos Humanos de Bremen y The Voice Africa Forum (La Voz Foro Africano) con sede en Jena. Ambos grupos actúan como el motor de una red federal establecida en 1998 con el nombre de la «Caravana por los Derechos de l@s Refugiad@s y Migrantes». Esta red organizó una gira de protesta de cinco semanas en más que 40 ciudades. El lema era «No tenemos voto, pero tenemos voz». La Caravana intentó contraponerse a la propaganda política dirigida en contra de los extranjeros en Alemania.

Otro ejemplo es el boicot en el campamento de refugiados de Blankenburg, cerca de Oldenburg en el norte de Alemania, realizado del 4 al 31 de octubre del 2006.  Se boicoteó a la tienda y los trabajos obligatorios del campamento, que se remuneran a un euro a la hora. El salario mínimo es de 5 euros por hora, un sueldo más común partiría de los 8 euros por hora. Los habitantes de aproximadamente 40 nacionalidades diferentes exigían recibir el dinero para la alimentación y tener el derecho de cocinar comida propia. Cerca de 200 personas participaron de la huelga, y fueron apoyadas por agrupaciones solidarias de la región.

¿Cómo podríamos nosotros – los activistas sociales – apoyar a los migrantes en lo cotidiaoa sin caer en el  paternalismo?

Los refugiados viven esparcidos por toda Alemania, con pocas posibilidades de reunirse por restricciones como la de circular libremente o de tener permisos legales. Aún cuando se cuente con estos permisos, tampoco es fácil moverse por el gran costo del transporte público. Una de las consecuencias de esto es que en muchas partes, la auto-organización de refugiados no existe.

Entonces, para la organización de manifestaciones o diversos tipos de acciones que pretenden transformar el estado de las cosas, hay que reunir las fuerzas entre los migrantes y las agrupaciones solidarias para lograr ciertos objetivos. Hay que escuchar con mucha atención las peticiones y demandas de la gente con quienes queremos y estamos luchando conjuntamente. Hay que discutir abiertamente las distintas posiciones y posibilidades, de manera horizontal y procurando habilitar el apoyo donde es requerido y solicitado. Y sobre todo no “organizar para” o “discutir sobre” las personas que en esta lucha tienen más que ganar o perder.

Aunque existan momentos o contextos sin demandas específicas, de todos modos prefiero actuar para cambiar la situación, el mundo en que vivo y del que soy parte. Y del que soy corresponsable. Al paternalismo lo definiría como una forma de sentirse y posicionarse frente al otro, a la otra. Una actitud con la que hay que ser autocrítico en lo individual y lo colectivo. En este proceso la experiencia aporta lo suyo.

Publicado el 01 de Diciembre de 2009