Testimonios de los integrantes de Consejo Supremo (autoridad colectiva otomí) dejan entender que, durante largo tiempo, desde 2007, poco a poco el gobierno movía sus piezas en sigilo para, literalmente, abrirse camino entre el Gran Bosque del Agua.
Primero llegó discretamente personal de la constructora Teya a hacer estudios de topografía y mecánica del suelo al bosque, y marcar terreno. Luego a derribar árboles. Vinieron las preguntas de los pobladores: ¿quién les dio permiso de trabajar aquí? ¿qué están haciendo? Los funcionarios en un principio solo decían que estaban observando el bosque. Más tarde, dejaron entrever que ya estaba en plan una autopista.
Los pobladores otomís no sabían de qué autopista hablaban los trabajadores de la constructora y comenzaron a investigar por su cuenta. Supieron que se trataba de un proyecto privado con inversión federal que era más que una autopista. Los otomís no guardaron silencio y confrontaron a la constructora y autoridades.