Nadie sabe el número exacto de los muertos,
ni siquiera los asesinos,
ni siquiera el criminal.
(Ciertamente, ya llegó a la historia
este hombre pequeño por todas partes,
incapaz de todo menos del rencor.)
Tlatelolco será mencionado en los años que vienen
como hoy hablamos de Río Blanco y Cananea,
pero esto fue peor,
aquí han matado al pueblo;
no eran obreros parapetados en la huelga,
eran mujeres y niños, estudiantes,
jovencitos de quince años,
una muchacha que iba al cine,
una criatura en el vientre de su madre,
todos barridos, certeramente acribillados
por la metralla del Orden y Justicia Social.
A los tres días, el ejército era la víctima de los desalmados,
y el pueblo se aprestaba jubiloso
a celebrar las Olimpiadas, que darían gloria a México.
El crimen está allí,
cubierto de hojas de periódicos,
con televisores, con radios, con banderas olímpicas.
El aire denso, inmóvil,
el terror, la ignominia.
alrededor las voces, el tránsito, la vida.
Y el crimen está allí.
Habría que lavar no sólo el piso; la memoria.
Habría que quitarles los ojos a los que vimos,
asesinar también a los deudos,
que nadie llore, que no haya más testigos.
Pero la sangre echa raíces
y crece como un árbol en el tiempo.
La sangre en el cemento, en las paredes,
en una enredadera: nos salpica,
nos moja de vergüenza, de vergüenza, de vergüenza.
La bocas de los muertos nos escupen
una perpetua sangre quieta.
Confiaremos en la mala memoria de la gente,
ordenaremos los restos,
perdonaremos a los sobrevivientes,
daremos libertad a los encarcelados,
seremos generosos, magnánimos y prudentes.
Nos han metido las ideas exóticas como una lavativa,
pero instauramos la paz,
consolidamos las instituciones;
los comerciantes están con nosotros,
los banqueros, los políticos auténticamente mexicanos,
los colegios particulares,
las personas respetables.
Hemos destruido la conjura,
aumentamos nuestro poder:
ya no nos caeremos de la cama
porque tendremos dulces sueños.
Tenemos Secretarios de Estado capaces
de transformar la mierda en esencias aromáticas,
diputados y senadores alquimistas,
líderes inefables, chulísimos,
un tropel de putos espirituales
enarbolando nuestra bandera gallardamente.
Aquí no ha pasado nada.
Comienza nuestro reino.
En las planchas de la Delegación están los cadáveres.
Semidesnudos, fríos, agujereados,
algunos con el rostro de un muerto.
Afuera, la gente se amontona, se impacienta,
espera no encontrar el suyo:
“Vaya usted a buscar a otra parte.”
La juventud es el tema
dentro de la Revolución.
El gobierno apadrina a los héroes.
El peso mexicano está firme
y el desarrollo del país es ascendente.
Siguen las tiras cómicas y los bandidos en la televisión.
Hemos demostrado al mundo que somos capaces,
respetuosos, hospitalarios, sensibles
(¡Qué Olimpiada maravillosa!),
y ahora vamos a seguir con el “Metro”
porque el progreso no puede detenerse.
Las mujeres, de rosa,
los hombres, de azul cielo,
desfilan los mexicanos en la unidad gloriosa
que constituye la patria de nuestros sueños.
Nunca lo vamos a olvidar.
Amigos, muchas gracias por su labor informativa y contestataria a la injusticia que reina desde hace muchos siglos en el mundo. Hoy, después de ver la conferencia matutina del presidente AMLO, me lancé a buscar el poema de Sabines que ustedes publican y lo republiqué en mi facebook, Xochipilli Ramón, el que tiene el dibujo, intenté añadir las fotos pero no me lo permitió face porque no las tenía como fotos en mi memoria y como cuento en mi publicación, junto con otras personas fuimos sobrevivientes de la masacre, yo tenía once años, la foto que aparece, fue la que sacó el periódico Alarma al otro día. Después el catedrático de la UNAM Juan Miguel de Mora, comentó lo que vio en su libro Tlatelolco 68 y hace referencia a ese momento de la foto. Desde hace años he querido organizar un video o documental donde aparezcan los testigos o la gente que son parientes de los que sobrevivimos y que éramos gente del pueblo, incluso si podemos localizar a esos niños vende chicles que no les haya pasado algo y todavía vivan y lo recuerden, es decir, hacer la historia desde abajo, porque siempre se habla de los líderes pero no de quienes también estuvimos ahí, ya sea porque simpatizábamos o porque la casualidad o nuestra vida diaria nos hizo coincidir y saber qué pensamos toda esa gente y qué podemos aportar a la reconstrucción de la historia. Hay un muchacho que nos encontramos en 2018 que es maestro de historia y su papá también lo fue parece que en la UNAM y que capta en cápsulas estos hechos, pero como que siempre te da un guión y también un límite de tiempo y yo pienso que es bueno recaudar todo lo que se pueda y hacer un documental con esos testimonios y un análisis de quienes lo organicen. Cuando Guillermo del Toro ganó el Oscar por la dirección de la película «La forma del agua» dijo que muchas cosas, entre ellas los cine clubs o los pequeños clubs de quienes querían hacer cine se habían hecho con el esfuerzo del pueblo, de los jóvenes, de los estudiantes y pienso que hay que tomar en cuenta esto, así como ustedes hacen con su sitio, tal vez usarlo, si ustedes no tienen inconveniente, para convocar a la gente a hacer un proyecto comunitario de estos sucesos y un documental, pienso que sería muy interesante y aportaría mucho a una historia de los anónimos, de los que como decía un maestro en una de sus obras así titulada: «A los anónimos» y con el siguiente epígrafe: «… a los que trabajan y luchan sin esperanza y mueren sin gloria, a los anónimos». Y aprovechar que hoy tenemos una esperanza y podemos en conjunto hacer que nuestro querido México renazca. Un servidor ha participado en guionismo y si a ustedes les parece bien, podríamos irnos organizando para ir delineando un proyecto.
Nuca olvides
Te amooo Matías