Tijuana, maquilando vidas humanas

Matteo Dean

Tijuana, México. Alrededor de 200 mil personas, en su mayoría mujeres, son las que trabajan hoy en día en las más de 500 fábricas de ensamble que constituyen la industria maquiladora en la ciudad de Tijuana, en la frontera con los Estados Unidos. Una industria que sirve para la producción por cuenta de empresas estadounidenses, europeas y asiáticas. Los sectores de mayor producción son el electrónico, el textil y el de autopartes.

A pesar de la crisis económica que según datos de la Asociación de la Industria Maquiladora de Tijuana (AIM) habría causado alrededor de 25 mil despidos a principio de este año, la industria maquiladora sigue siendo el eje de la economía de la metrópoli fronteriza.

Estas son las cifras oficiales que se desprenden de las encuestas periódicas realizadas por distintos institutos de estadísticas. No obstante, tales datos no logran describir las otras facetas de una industria considerada por muchos años la joya de la corona industrial de México. Dichos números, en efecto, no permiten conocer condiciones laborales precarias, impactos sociales devastadores, políticas productivas discriminantes y definitivamente explotadoras.

Trabajando en la maquila

“Llegué aquí a Tijuana hace 18 años”, explica María, una trabajadora de la maquila en Tijuana. “No conocía a nadie, no conocía tampoco al sistema que hay aquí en Tijuana… tantas fábricas así”, cuenta e indica el horizonte con sus manos. Narra que en un recorrido en las afueras de la ciudad se percató del elevado número de letreros en los que se “solicitaban damitas para las línea de las fábricas”.

María entró a trabajar en una fábrica de la empresa Óptica Sola de México S.A. de C.V. “Trabajé 8 años de operadora y para conseguir un puesto tuve que esforzarme mucho, tuve que ser muy sociable”. Al fin consiguió volverse jefa de línea y trabajar ahí durante otros 6 años. Luego la empresa sin previo aviso ni negociación decidió transferirla a otra planta. Es así que María demandó a la empresa por “cambio de condiciones del contrato”.

María explica que tras sentencias y amparos, al cabo de tres años logró ganar un juicio “nada más para que todo tuviera que volver a comenzar, es decir el juicio tuvo que volver a empezar”. Con mucha voluntad y con el apoyo de colegas, amigos, compañeras y familiares, María y otras en las mismas condiciones no se quieren rendir: “Esto es mi trabajo ahora, la lucha”, explica.

Las precarias condiciones de trabajo son otro aspecto importante del trabajo en la maquila. Claudia, colega de María, describe el contacto diario con químicos de varia naturaleza, la falta de condiciones mínimas de seguridad, la ausencia de guantes o lentes protectores. Acerca de los productos de su trabajo, es decir lentes de vista, sentencia tajante: “Nosotras en la línea de producción perdemos la vista para que otros puedan ver mejor”. Más adelante, Claudia denuncia que “he visto a niñas trabajar en las fábricas”, pues “les falsifican las actas de nacimiento para que puedan estar ahí”.

Felipe, un trabajador de la maquila, explica que “mucha de la gente que trabaja en la industria maquiladora viene desde otros lados” de México. Chiapas, Yucatán, Veracruz y otros estados son los lugares de origen de mucha de la gente que ocupa las líneas productivas. “Vienen  a buscar mejor calidad de vida. Vienen porque aquí encuentran un sueldo fijo y estable, por escaso que sea y a pesar de las duras condiciones de trabajo”.

En efecto, según los testimonios, en la línea de producción de la industria maquiladora el sueldo básico es de cerca de 700 pesos mexicanos por semana, más algunas prestaciones. “Pero es una ilusión”, sigue Felipe, “pues el costo de la vida aquí es mayor que en su comunidad de origen”. Según Felipe, lo anterior significa que si bien se gana algo más – “pocos centavos más, en realidad” -, la calidad de vida es la verdadera afectada “porque hay renuncias, las casas donde uno vive son precarias, hay hacinamientos, vivimos cerca de las fábricas” y el mundo, concluye, termina siendo “el trayecto de la casa a la fábrica, ida y vuelta, todos los días”.

Devastación y organización

Los parques industriales que hospedan hoy a las fábricas maquiladoras surgen en el sur y suroeste de la ciudad. Al mirarlos recuerdan vagamente antiguos templos griegos: las fábricas, como los templos, arriba, en la cima de cerros naturales o inclusive artificiales; alrededor y hacia abajo, casas y colonias improvisadas, sin los servicios necesarios, que surgen aquí y allá, sin planes, sin intenciones que no sean la de estar cerca del trabajo y gastar lo menos posible en transporte y renta.

Poco importa (o se puede hacer al respecto) que a algunos metros de las casas o entre ellas corran los arroyos de desagüe de las fábricas: en ellos, los desechos de la producción industrial, químicos y otras substancias nauseabundas que no sólo apestan el aire, no sólo entristecen la tierra quitando la vida, sino que también enferman a la comunidad.

Sin embargo no es solamente la posibilidad de instalarse donde y como uno quiera lo que permite la presencia de la industria maquiladora. No son solamente las favorables condiciones arancelarias las que facilitan la dislocación industrial del norte (o del exterior) hacia el lado mexicano de la frontera.

Según Jaime Cota, del Centro de Información para Trabajadoras y Trabajadores A.C. (CITTAC) con sede en Tijuana, hay otras condiciones que favorecen la presencia de este tipo de industria: “La mano de obra es muy barata, la sindicalización es escasa y la existencia de los llamados ‘sindicatos de protección patronal’ es prominente; además, existe complicidad entre los intereses patronales y las acciones de las autoridades laborales”.

Frente a esta realidad, Jaime Cota y otros trabajadores de la industria maquiladora decidieron hace casi veinte años hacer algo. “La organización de la que somos parte nació por la necesidad de las y los trabajadores. Nunca pensamos en formalizar una organización, sino que comenzamos a hablar de nuestras condiciones, de posibles soluciones y fue así que surgimos como organización”, continua.

Hoy en día, CITTAC organiza talleres de distintos tipos hechos por y para las y los trabajadores de la maquila en Tijuana: talleres de formación legal, de capacitación acerca de la salud laboral, acerca de los derechos laborales, entre otros. “Nunca pensamos que a través de la lucha legal, es decir demandando a las empresas, podíamos hacer algo, nos enteramos de que armando demandas y siguiendo a los casos, teníamos la concreta posibilidad de estar junto a los trabajadores. Esos caminos legales se convierten en la ocasión para la formación política y sindical también […] Fue así también como crecimos”.

Jaime Cota subraya un aspecto: “Hacemos también investigación acerca de la historia de las luchas en la maquiladora”. Y narra de dónde nació la urgencia de la memoria “En 1993, cuando estábamos en la lucha para constituir un sindicato en una empresa, vimos un letrero de la empresa que decía ‘Tenemos 25 años de experiencia en el sector’ y nos dimos que nosotros no podíamos decir lo mismo”. Fue así que CITTAC comenzó a recolectar historias, investigar hechos y a construir la memoria de las múltiples luchas que se han dado en la maquiladora de Tijuana.

El activista de CITTAC explica que hay muchas dificultades para la construcción de un movimiento en el interior de la industria maquiladora. “Los ritmos de producción son extremadamente acelerados y hacen que la gente dure muy pocos años en las fábricas, por lo tanto es difícil que se comprometan en una lucha de larga duración”. En la misma lógica, según Cota, “muchos trabajadores, la mayoría, son migrantes lo cual implica menor grado de arraigo tanto territorial como social y por ende menor interés en la lucha”. Aunado a lo anterior, “los sueldos y los horarios de trabajo quitan tiempo y posibilidades para las reuniones”, apunta Cota.

Sin embargo, las dificultades más importantes se encuentran en el hostigamiento tanto de las empresas como de las autoridades laborales: “Por lo general, la gente que se organiza, que lucha, que levanta alguna demanda es inmediatamente despedida y no hay mucha manera de reclamar a través de las autoridades”. Por otro lado, además de la práctica del boletinaje, es decir la creación de listas negras de trabajadores activistas, “cuando se logra la formación de un sindicato, por ejemplo, la empresa desaparece, se transfiere, se va”.

Con todo y a pesar de lo anterior, Jaime Cota conserva grande optimismo y confiesa que entre los muchos logros arrancados en estos años, el más importante es que “hemos logrado sobrevivir”.

La mujer en la maquila

Carmen Valadez es también integrante de la Colectiva feminista binacional, organización de mujeres autónomas. Según la activista “en la maquila siempre ha habido una mayoría de mujeres trabajando”. Esto se debería al “mito según el cual las mujeres somos más sumisas, calladas, detallistas”, aclara. Cierto o no, la verdad es que efectivamente se calcula que más de la mitad de los obreros de la industria maquiladora en Tijuana son mujeres, inclusive menores edad a quienes la empresa consigue inclusive papeles falsos para poderlas meter en las líneas de producción.

En esta lógica de explotación llevada al extremo, las mujeres sufren más que los hombres. Explica Carmen Valadez: “Hay discriminación sexual adentro de las fábricas, pues a las trabajadoras para contratarlas se les hace la prueba de embarazo; inclusive durante el mes, hay fábricas en las que los o las supervisoras piden prueba concreta de la menstruación, es decir ¡se les pide que enseñen las toallas sanitarias!”.

Otro tema es el hostigamiento sexual. La feminista integrante de CITTAC cuenta que tanto en las líneas de producción, como en las oficinas de contratación y otros lugares de las fábricas, “el acoso sexual es una cosa ordinaria”. Responsables de éste serían “los compañeros de trabajo, pero sobre todo los supervisores, los gerentes de la fábricas y los empresarios, dueños de las instalaciones”. Carmen Valadez acusa también a empresarios extranjeros de acosar sexualmente a las trabajadoras  cuando están “de visita en las fábricas de sus empresas”.

Finalmente, la activista de CITTAC acusa: “Muchos en México y en el mundo vivimos a costa de estas miles de personas, de seres humanos, que son explotados. Vivimos a costa de su sufrimiento”. Lo peor de todo, explica, es que “ese sufrimiento nadie se lo reconoce. La maquila en México mata a gente y aunque no hay registro oficial de estas muertes, las y los trabajadores en eso estamos porque hay que denunciar todo esto”.

Publicado el 01 de Diciembre de 2009

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