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«Tenemos que analizar la pandemia no sólo como emergencia sanitaria, sino también como crisis ecológica»

Yago Martínez | Natalia Funes

Foto: Oficina de Errata Naturae en Cantabria

Rubén Hernández es investigador en el campo de la Teoría del Cine y la Estética Fílmica. Ha impartido clases en el Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid y ha comisariado diversas muestras vinculadas al ámbito del cine independiente y experimental en Europa y Latinoamérica. Actualmente es editor de Errata naturae.

En los comunicados que habéis publicado durante el último año criticáis duramente al sistema socioeconómico, el capitalismo global, al que hacéis responsable del ecocidio en marcha. Un planteamiento que se refleja en muchos de vuestros títulos. ¿Os planteasteis desde el principio esta línea para la editorial o ha habido una evolución?
El catálogo de una buena editorial independiente suele ser un trasunto de los intereses del editor o editores, somos tres en Errata. Cuando fundamos la editorial hace doce años yo ya tenía un perfil ideológico y militante e ideas similares sobre ecología, cambio climático o activismo medioambiental, pero claro, la sociedad ha cambiado en este tiempo y algunos temas han ido cobrando más fuerza.  En cuanto al nature writing por ejemplo, eran libros que leía en inglés o en francés porque prácticamente no se editaban en España, y no teníamos nada claro que tuviesen cabida en el mercado. El primer libro de la colección Libros Salvajes lo lanzamos en 2015 con mucho miedo, pero afortunadamente funcionaron muy bien desde el principio. Como editor vas poniendo en la balanza lo deseable y lo posible, haciendo apuestas, y trasladando tus intereses o deseos al catálogo en la medida lo que vas pudiendo.

En vuestro comunicado “Jinetes en la tormenta, animales en la cuneta” explicabáis cómo el mundo del libro funciona en base a la deuda. Para muchas personas ha sido sorprendente averiguar que la deuda fuera un elemento tan tan central en el sector.
 Creo que la reacción más generalizada al comunicado fue la respuesta de muchos lectores que nos contactaron a través de redes sociales para agradecernos que hubiésemos contado cómo funcionaba el sector. Muchos libreros también agradecieron el comunicado. Al final son el último eslabón de la cadena y de algún modo acumulan la presión que va aumentando a lo largo del recorrido. Algunos nos dicen que se pasan la vida abriendo y cerrando cajas porque el flujo de novedades que hay es altísimo, y tienden a responsabilizar  a los editores pero creo que el fenómeno es mucho más complejo. Con la generalización de internet y el auge de las redes sociales se ha mantenido el alcance masivo de las mercancías culturales que venía del siglo XX,  pero ha crecido el deseo del consumidor de singularizarse, de ser receptor de libros cada vez más únicos. Los editores y otros agentes culturales hemos respondido a esa tendencia editando más títulos y reduciendo las tiradas y nos hemos metido en una crisis de sobreproducción. En los años 90 se editaba en España  una tercera parte de los libros que se editan ahora pero la tirada media era de veinte mil ejemplares y ahora las tiradas medias son de dos  o tres mil ejemplares. Eso genera sobreproducción en cuanto a títulos, no de ejemplares, probablemente se lee igual o menos, y su gestión por parte de las librerías es muy complicada. 

¿Es tan importante el número de libros que devuelven las librerías a los editores? ¿Qué pasa con los ejemplares que sobran?
En el caso de los grandes grupos (Penguin y Planeta editan el ochenta por ciento de los libros en España) la devolución ronda el sesenta por ciento. En el caso de Errata, el año pasado rondó el treinta por ciento, que sigue siendo una cifra muy alta. Esos libros se quedan en un almacén, algunos salen poco a poco y otros se guillotinan, en torno al cinco o diez por ciento. Desgraciadamente es algo que no pasa  solo con los libros. Pasa con los perfumes, las cremas, la ropa, la comida… Hay muchas marcas que destruyen sus productos para evitar que sean malvendidos. En ocasiones hemos intentado donar estos libros a bibliotecas públicas, pero desde la crisis de 2008 muchas bibliotecas han visto tan reducidos sus recursos que no tienen personal para gestionar fondos nuevos, aunque sean gratuitos.

Dais algunas ideas que podrían hacer más racionales las relaciones entre edición, distribución y venta, y escapar en alguna medida de la trampa de la deuda ¿cuales crees que son las principales?
A nivel micro, en la  cuestión editorial, sería importante empezar a hablar sin líneas rojas sobre cómo se podría cambiar el modelo de trabajo. Algunos libreros en privado te dicen que sería hora de cambiar las normas de devolución, que no toda la devolución fuera libre necesariamente. Se podrían establecer cambios como que un librero con tasa de devolución baja pudiera tener descuentos, por ejemplo. Las editoriales estaríamos encantadas. 

También criticáis en cierta medida el papel de las distribuidoras en el sector. ¿Hay alternativas? ¿Es posible la autodistribución?
Los distribuidores son muy importantes. Errata no podría llegar a una librería de un pueblo de Lugo si no tuviera un buen distribuidor, pero la propia lógica de la distribución en muchos casos puede ser dañina para el mundo de la cultura. A veces se dejan llevar por su faceta logística y olvidan su faceta como parte del entramado cultural. En el caso de nuestra distribuidora, que creo que es la mejor, nos dijeron que no estaban de acuerdo, pero tuvimos una conversación en la que confrontamos puntos de vista y pudimos hablar haciendo una crítica constructiva y sana.  En el Estado español existen modelos de distribución alternativa que normalmente llevan fondos de sellos pequeños con posicionamientos ideológicos muy claros. El problema cuando te planteas la autodistribución es que hacer llegar los libros es sencillo, el problema es gestionar la devolución. Sin una distribuidora que se ocupe es prácticamente imposible. 

En vuestro comunicado postpandemia “Unas palabras en Tseltal”, contáis que habéis introducido cambios en la organización y las prácticas de la editorial para lograr una mayor coherencia entre ideas y las formas de actuar. 
Fue un proceso interesante y llegamos a la conclusión de que muchos de estos cambios son relativamente sencillos, bastante generalizables, y que muchas empresas los podrían aplicar. Nosotros aprovechamos el parón que hicimos en la pandemia para pararnos y hacer números… y descubrimos que a veces había más impedimentos ideológicos que económicos para cambiar. Por ejemplo, entre todo el equipo decidimos introducir la semana de cuatro días laborables sin reducir el salario, de hecho lo hemos aumentado un cinco por ciento condicionado a que los desplazamientos a la oficina se realizan en bicicleta o a pie. Ese cinco por ciento no te saca de pobre, pero creemos que a nivel ideológico es importante involucrar al equipo con esa perspectiva de coherencia entre la teoría y la práctica. A partir de ahí fuimos estableciendo la misma lógica con los materiales, la organización de la oficina etc. Hace falta tomarse el tiempo para buscarlas, pero muchas veces las alternativas no son más caras. Por ejemplo, para enviar los libros antes utilizabamos sobres de burbuja de plástico pero investigando descubrimos que hay sobres de papel reciclado que protegen el libro de la misma manera e incluso son más baratos. Por el papel ahora sí estamos pagando más. Utilizamos uno que si no es el más ecológico del mundo, se acerca mucho, pero aunque sea más caro, creemos que merece la pena. Ahora en los libros que editamos, en la primera página, incluimos unos “créditos sostenibles” en los que explicamos como se ha hecho el libro en términos de qué papel se usa, de donde viene el dinero (financiación), consumo de agua, de donde viene la energía etc. En esa pedagogía está la clave también y creemos que funcionará.

“El murciélago y el capital”, una de las novedades que habéis decidido editar, es un libro ciertamente desolador, especialmente la primera parte. ¿Por qué ha sido vuestra primera novedad? 
Fue una elección muy consciente. Es un libro que aborda una cuestión importante para nosotros, analizar la pandemia no solo desde el punto de vista de la emergencia sanitaria sino también desde el de la crisis ecológica. Desde el punto de vista social es importante que entendamos eso. No nos ha caído un meteorito,  se trata de una cadena de acciones y responsabilidad. La pandemia no viene de la nada ni de antes de ayer, es algo que los científicos venían anunciando. Nos parece un libro fundamental para entender ese momento a  pesar de que sea desolador.

¿Os vais a centrar en este tipo de  novedades en los próximos meses?
Parte de nuestra reflexión durante el parón editorial se concretó en el análisis de la pandemia desde varias perspectivas: confrontación, resistencia, pensamiento….y de ahí salieron algunos títulos. Queremos seguir en esta línea política de ligar las luchas sociales y las ecológicas, que es algo que no siempre se entiende bien, pero eso no quiere decir que todo el catálogo vaya a tener esta temática. En Errata seguirá presente la línea de narrativa (europea y norteamericana contemporánea), libros para peques, y otros fuera de colección con planteamientos más estéticos. Eso sí, todos incorporarán los mismos criterios en cuanto a sostenibilidad, independientemente de los temas.

Pandemia, crisis climática, ecocidio… ¿Cómo afecta este panorama sombrío a una editorial como la vuestra? ¿Desanima o motiva a continuar?
Personalmente estoy muy contento con la decisión de haber hecho el parón, de haber dedicado tiempo a pensar, de haberle dado un giro importante a la editorial, no desde el punto vista ideológico y en el catálogo que ya estaba, sino más bien de haber implementado en la realidad tantas cosas que nos rondaban, que queríamos hacer para ser más coherentes etc. Al final esas cosas son las que te hacen dormir más a gusto cada noche. En cuanto al panorama, cada vez me importa menos pensarlo así. Creo que hay que asumir el espacio de incertidumbre en el que vamos a vivir las próximas décadas. Si las cosas van muy mal iré trasvasando mi actividad a otros espacios que también me hacen feliz. Haré más grande mi huerto. Para mi este proceso ha significado tomar conciencia de que hay que hacer las cosas de otro modo.

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