Reflexiones desde la butaca

Denise Anzures

El Teatro, entre lo público y lo privado

Habría que preguntarse, en medio de estas iniciativas matrimoniales entre el sector público y privado en los medios de producción teatral, ¿dónde quedó el espíritu del Instituto Nacional de Bellas Artes como eje rector de la creación, pensamiento, crítica e impulso del teatro mexicano?

Si hay vacío institucional es natural que se originen iniciativas como los Premios Metropolitanos de Teatro, que han generado –con razón-, encono entre los creadores, sin embargo, estos enojos que se dan a granel en las redes sociales se quedan en la inmediatez digital o en el  hígado de muchos de nosotros, y no permiten acercarnos a una reflexión seria y profunda de lo que significa una convocatoria de esta naturaleza.

Bien, los productores privados tienen una aspiración y es meramente económica, su impulso obedece, sí, a las ganas de generar espectáculos para el público, sin embargo, su encomienda es ganar – ganar, no hay vuelta de hoja- , son espacios que subsisten a través de la ley de la oferta y la demanda. Los espacios privados no existirían si no fuera negocio.

Este intrincado entre el teatro público y privado tiene historia y se llama Efiteatro, ahora Efiartes, que originalmente se creó para fortalecer la producción teatral de las compañías de teatro independientes. Por ello, el INBA fue desde un principio garante de  esta iniciativa, misma que se cacareó por todos los rincones de la República Mexicana como la panacea del teatro nacional. En realidad, nada de eso ocurrió: como era natural, los productores privados, aquellos que tienen grandes plataformas económicas y se tutean con empresarios, son los que pudieron explotar este apoyo durante más de cinco años.

De tal suerte que todos aquellas producciones que lograron conseguir un contribuyente aportante para su proyecto, fueron programados en su mayoría en los recintos públicos más importantes de este país: el INBA, UNAM, HELÉNICO, -sin que existiera en realidad un consejo de evaluación que fuera capaz de detener la andanada de proyectos sin ningún mérito artístico-, a este colapso se sumó el incremento en la depauperación de la programación en los teatros públicos.

Hoy en día, podemos ver cualquier puesta en escena apoyada por EFITETRO, en el Teatro Milán y luego encontrarla en cartelera regular en el Teatro el Galeón del Instituto Nacional de Bellas Artes. Este fenómeno de circulación entre lo público y lo privado obedece a que las instancias públicas se volvieron en meros programadores de los beneficiados de políticas fiscales, y allí radica el verdadero problema de fondo.

Sin ir más lejos, me llamó la atención un comentario en redes sociales del director Alberto Gallardo, quien señala que con 3 millones de pesos, el Centro Cultural Helénico podría pagar la nómina de un año de 20 compañías de teatro independientes programadas en el Foro la Gruta. ¿Qué está pasando entonces? A las instancias públicas les viene bien este incentivo fiscal que los coloca en un espacio muy cómodo, al no tener que lidiar para la obtención de más recursos para el desarrollo del teatro nacional.

¿Qué tiene que ver este argumento con los Premios Metropolitanos? ¿Qué sucedería si el INBA, con sus cuatro centros de investigación –los más importantes a nivel nacional- fuera un semillero de críticos e investigadores de teatro, si las coordinaciones nacionales tuvieran como única encomienda el desarrollo y el impulso de las artes en todos los rincones del país? Pues que este tipo de iniciativas no existirían, al menos en el pensamiento de los funcionarios de cultura. Como dice el refrán, al César lo que es del César y a Dios los que es de Dios, o lo que es lo mismo, ¿qué hace la UNAM en una convocatoria donde una buena parte de los premios son para el rubro de teatro musical?

Que un grupo de productores privados quieran impulsar sus producciones y dar visibilidad a sus recintos a través de un premio metropolitano es loable, sucede en cualquier parte del mundo pero no con la complicidad de las instituciones PÚBLICAS de CULTURA, que tienen como encomienda impulsar la reflexión, investigación y desarrollo de las artes escénicas y dar cabida a los distintos lenguajes escénicos de todas aquellas compañías que intentan desde sus muy diversas trincheras de pensamiento –tarea titánica- echar a andar un proyecto.

No podemos hablarnos de igual a igual con los teatros privados, y no es que ellos sean los malos y nosotros los buenos, sucede que las instituciones públicas son entidades que tienen como obligación salvaguardar el pasado y el presente, hablarnos deliciosamente de los clásicos, poner ante nuestros ojos directores que nos legaron un pensamiento, abrir las puertas a todos aquellos artistas que buscan nuevos lenguajes escénicos, conversar y discutir sabrosamente sobre las nuevas rupturas.

Un teatro dominado por la aspiración del dinero produce la forma más antiartística que existe, por ello, hemos visto que el trabajo de buenos directores, dramaturgos y actores queda hecho jirones por un grupo de hombres de negocios (productores) que tienen que tener éxito a cualquier precio porque de eso dependerá su supervivencia.

Empecemos pues por encontrar una salida que nos permita recobrar la dignidad de nuestro teatro y no sucumbamos a las aspiraciones de los que hoy tienen plata, pero no el entendimiento de lo que significa la poética de la representación, en cualquiera de sus muy diversas formas de entender el mundo de los hombres.

Denise Anzures

Periodista, egresada de la Escuela Carlos Septién García, especializada en la promoción y divulgación de las artes escénicas e instruida para ser ciudadana de este mundo por el movimiento zapatista.

Una Respuesta a “Se trata de limpiar la casa, no de vaciarla”

  1. Lázaro Azar

    Todo iba muy bien, hasta que esta señorita sacó a relucir sus resentimientos y amarguras contra Chumel Torres. Pobrecita. No hay nada que hacer contra sus limitaciones y prejuicios cuatroteros.

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