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Sierra Norte de Veracruz, donde se cerraron las aulas, pero se abrió la escuela de la milpa

Alfredo Zepeda*

“Esta semilla que se tiene aquí en la producción es criolla antigua, de aproximadamente 200 años…”: Abraham Pozos Vargas, campesino de la comunidad de Viborillas, Huayacocotla, Veracruz.

En la sierra norte de Veracruz, Hidalgo y Puebla, donde vive la gente huasteca, náhuatl, otomí y tepehua, la sequía de 2019 dejó a las comunidades sin maíz. De momento, la gente está aprovechando las lluvias que ya caen para reponerse con trabajo y que haya comida este año.

El trabajo colectivo conocido como Mano-Vuelta está en fase intensiva. Mientras en las ciudades el empleo desaparece por la pandemia, en la montaña todos los brazos están en movimiento. Grupos de diez o 15 personas se ponen de acuerdo para dedicar un día a sembrar el maíz de cada quien hasta completar el de todo el grupo. Este sistema no necesita dinero, es intercambio de trabajo.

A éste también se han incorporado los que llegaron de la ciudad huyendo de la pandemia, pues se detuvo el trabajo en la construcción en la colonia del Valle y el de recolección de fierro viejo en la colonia Ajusco, ambas en la Ciudad de México. También se están integrando a la siembra los alumnos y alumnas de las secundarias y prepas. Se cerraron las aulas, pero se abrió la escuela de la milpa. Nadie se quedará sin saber sembrar y escardar por ir a la escuela.

Del intenso trabajo en la milpa nos comparten Ramiro Alvarado, del Sótano; Diego Lopez, de Benito Juárez; Lourdes Antonio, de Ayotuxtla; Emeterio Mauricio, de La Florida; y Zacarías Reyes, de El Pericón, todas comunidades del municipio otomí de Texcatepec, en la sierra norte de Veracruz. Y también Maricela Hernández, de El Zapote Bravo, Ixhuatlán de Madero, en la huasteca veracruzana.

“La gente está tranquila, sin miedo, nos estamos dedicando a trabajar el campo. Allá no hay miedo porque estamos lejos de la civilización. Varios están cosechando y empezando a trabajar para el temporal. Se saca el tonalmil, de ahí mismo se le vuelve a escardar y le siembran temporal otra vez. Se sabe que la enfermedad existe pero en las ciudades grandes, en el rancho está tranquilo”.

“En estos días están haciendo la milpa. Este año casi no hay sol y poco más de lluvia. Por la enfermedad los comerciantes ya no pueden pasar”.

“Se vinieron varios de los que trabajaban en Monterrey a trabajar a su comunidad, viven de la milpa”.

“Empezó la gente a sembrar. El tiempo va muy bien, a veces llueve, ojalá que no le falte agua al maicito que vamos a sembrar”.

“Cuando empezó la pandemia muchos empezaron a regresar porque perdieron su trabajo. Empezaron a trabajar en la milpa, los jóvenes que habían dejado de trabajar el campo porque decían que no les gustaba y preferían ir a las ciudades a trabajar ahora decidieron organizarse para hacer Mano-Vuelta”.

“La gente está muy tranquila, siembran, hacen Mano-Vuelta, dan de comer en la siembra, la gente está contenta con el trabajo. Escuchamos en radio y televisión que hay que protegerse mucho, no saludar de mano, no arrimarse cerquita uno a otro. Pienso que la enfermedad no va llegar porque estamos en la sierra, en el campo y no es igual como en la ciudad”.

“No sabemos qué vamos a hacer si el coronavirus llega. Pues aquí hospitales no hay y menos los aparatos ventiladores que ayudan a respirar a los que se ahogan. En las clínicas si acaso hay paracetamol, pero ni siquiera hay ambulancia para sacar a la gente”, dicen los otomíes de Ayotuxtla en Texcatepec. Como lo reconoce Hugo López-Gatell, subsecretario de salud en México, los sistemas de salud están desmantelados.

En 1980 se construyeron 25 clínicas en las comunidades de cinco municipios de la sierra norte de Veracruz. Dos camas, un doctor, una enfermera con horario de 8 de la mañana a 1 de la tarde y dos hospitales en Chicontepéc, Veracruz, y en Metepéc, Hidalgo.

A 40 años de distancia ni una sola clínica se ha añadido, solamente cambiaron de apellido: Coplamar, Solidaridad, Progresa, Oportunidades, Prospera, y ahora Bienestar.

Las comunidades de la sierra, al igual que las de los Huaves y los Zapotecas de Oaxaca, se han preservado sin mucho contagio gracias a sus sistemas de cargos. Con alguaciles y policías limitan el libre tránsito en las entradas de los lugares poblados. Los filtros se organizan con la costumbre de la faena y la autonomía.

Los que llegan de Monterrey han de encerrarse unos días hasta asegurarse de su buena salud. Los que salen dan razón del asunto que los lleva fuera, y los avisos llegan hasta México solicitando a las y los migrantes que mejor no vengan.

Los comunicados pasan por Radio Huayacocotla, La voz campesina, para que la gente obedezca lo que las autoridades de la comunidad mandan.

El futuro no se sabe, porque el mundo está en una pandemia más grande que la de H1N1, el Ébola, Chicungunya y Dengue juntos. Y aun así, en tiempos de pandemia lo que salva es la milpa. Es la siembra.

*Coordinador del Proyecto Sierra Norte de Veracruz

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