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Cualquiera que sea el móvil del asesinato de Guadalupe Campanur, todos los machos ganan

Carolina Márquez

Foto: Carolina Márquez

Esta foto la tomamos a Lupe en Punta Cometa, el 4 de diciembre de 2016, al día siguiente de nuestra boda.

Me gusta porque Lupe está contemplando el amanecer, fue una mujer con tanta fortaleza y firme determinación. A pesar de muchas dificultades, ella optó por estar en Cherán y participar de forma propositiva.

Ella era una mujer que conservaba viva la técnica del bordado tradicional p’urhépecha; esas blusas de relindo y las de deshilado tenían tanta belleza y precisión técnica, que recibió reconocimientos y hacía presentaciones de su trabajo a últimas fechas. Muchas veces la encontré afuera de su casa, sentadas ella y su madre en banquillos de madera, como los que se estilan en Cherán.

Lupe tenía tanta energía que, a pesar de cualquier situación, ella no dudaba en participar en varias actividades, incluso de manera simultánea, como el compromiso de servir a la comunidad y no descuidar la reproducción de las tradiciones de la comunidad (por ejemplo, la última vez que nos vimos, ella estaba vestida de guare para acompañar la entrada de los comisionados en la fiesta de Octubre de 2017).

Por su puesto, también destaca su entrega a la seguridad del territorio comunal desde antes de la institucionalización de la Ronda Comunitaria (2012); es decir, al comienzo del movimiento en Cherán en 2011. Siendo la segunda mujer en integrarse a la Ronda Comunitaria y la primera y única mujer que ha pertenecido al grupo de Guardabosques.

Posteriormente, estuvo apoyando en el Consejo de Bienes Comunales, durante la primera administración comunal, 2012-2015. De hecho, ahí fue donde nos conocimos y ella fue una de las personas con las que hice mi primer recorrido en el territorio comunal durante el verano de 2015.

Ella era una mujer multitask, vivaracha e inteligente, aprendía rápido y era muy sociable, eso la llevó a viajar a otras localidades para compartir algunas experiencias como comunera de Cherán: sé que visitó con ese objetivo Puebla, la comunidad indígena de Ostula y la Ciudad de México. El mismo ímpetu le llevó participar en varios proyectos, que no siempre tenían relación con lo que estudió, contabilidad; de los que recuerdo con gracia, aquel proyecto de monitoreo de aves en el bosque que realiza la Conavi, también la vi colaborar en una intervención para favorecer la regeneración del tejido social por parte de los Jesuitas. Entre sus últimas contribuciones recuerdo que estaba trabajando en el Hospital de Cherán.

Guadalupe era una mujer excepcional en Cherán, porque desafió ciertos estándares de lo que implica ser mujer. Sin embargo, eso la hace aun más valiente y con una fortaleza enorme para soportar las dificultades que implica tomar esa postura ante la forma en que se juega la política impregnada de sexismo, clasismo y racismo.

Este tipo de política, tan incrustada en cada rincón de México es algo que no sólo hiere a las víctimas de feminicidios, sino también merma la seguridad de nosotras, las que aún estamos vivas. No sólo de las mujeres más vulneradas, también de quienes gozamos de distintos privilegios. A tal nivel que trastoca hasta a las que han sido más indolentes ante este tipo de situaciones.

En otro nivel, también produce un efecto dominó en materia de seguridad, tanto a nivel comunitario, como a nivel geopolítico y es algo que debemos tener en el radar, porque si entendemos genuinamente que esto no es un hecho aislado y que tiene un patrón, donde los machos obtienen beneficios directa e indirectamente con este tipo de acontecimientos. Y sostengo eso, con suma independencia de que el crimen sea perpetrado en el marco de la violencia familiar, de pareja, por agresores desconocidos, o sea un crimen orquestado para acumular poder político.

Cualquiera que sea su móvil, todos los machos ganan, como resumió una amiga en una charla sostenida anoche.

De verdad, lo digo con la desnudez que siento ante la desaparición forzada, la tortura y el feminicidio, necesitamos tener la firme determinación como mujeres de jamás dañar a otras mujeres, sea con acto, la palabra o simplemente con el pensamiento. Necesitamos como mujeres sanar las heridas que nos han mantenido aisladas o trabajando de forma fragmentada. Urge comunicarnos, tejer redes, organizarnos, formarnos, capacitarnos, acompañarnos y apapacharnos; ser prácticas, ser técnicas, ser teóricas y volver a ser prácticas, siempre prácticas y cambiantes. Por supuesto que es sumamente importante que no reproduzcamos las formas de violencia que nos producen desdicha y la reproducen hacía las demás personas, desde lo interior, hasta lo relacional.

Y sí, también nos toca construir, pero no dominarnos por el enojo, la venganza, el miedo, la zozobra o la tristeza. Hay que metabolizar para construir con toda la compasión ante quienes ignoran más que nosotras, lo que significa vivir la violencia en carne propia. Ante quienes no son conscientes de que también están heridos. Y hay que ser pacientes, tener la firme determinación de seguir actuando desde el amor genuino, es decir, aquel que va de la mano de la sabiduría y la dignidad humana, a pesar de que a veces sintamos que estamos muy lejos de lograr lo que queremos. Si lo hacemos día a día, segundo a segundo, de forma constante como un hábito, esto cambiará. Así como Lupe, en esta foto ve el amanecer, todas seamos como Lupe Campanur y hagamos que la dignidad humana sea el horizonte hacía el cual dirigimos la mirada y todas nuestras acciones, asumamos que nuestra fuerza es estar juntas.

#TodasSomosLupeCampanur

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