Migrantes a la intemperie

Arthur Lorot Fotos: Encarni Pintado

Estado de México, México. La estación del tren de Lechería, en el municipio de Tultitlan, al norte de la capital mexicana, es considerada por los migrantes centroamericanos como “la mitad del camino” rumbo a Estados Unidos. Para llegar aquí han recorrido más de mil kilómetros desde la frontera sur de México. Para ellos “lo más peligroso” del trayecto ha pasado. Pero no. En esta parada continúan los secuestros, extorsiones, accidentes y asaltos de los que son víctimas del mismo modo por policías, cuidadores de los trenes, y por el crimen organizado. Su ya vulnerable situación se agrava en estos días en los que la Casa del Migrante de esta localidad cerró sus puertas, dejándolos a merced de la delincuencia y de las inclemencias del tiempo.

En la zona industrial de Lechería, a un costado de las vías de tren, resalta la carpa blanca de 10 por 20 metros que se instaló debajo de un puente para atender de manera temporal a los miles de migrantes que estos días transitan por la zona en la que cruzan las vías de ferrocarril.

Ante las fuertes lluvias, alrededor de 80 migrantes se juntan bajo la carpa para protegerse del frío y recibir la bendición de Rafael Romo Muñoz, arzobispo de Tijuana que se encuentra de paso en el lugar. Los truenos de la tormenta obligan a un grupo de 30 personas a acercarse para escuchar el padre encomendado por la Iglesia mexicana para atender a los migrantes, mientras los demás se acomodan sobre los cartones que no se mojaron con la lluvia.

Andrea González, profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y miembro del colectivo “Ustedes somos nosotros”, lleva comida a Lechería, municipio de Tultitlán, todos los días desde que la Casa del Migrante de esa localidad cerró sus puertas el pasado 9 de julio. La activista explica que “la carpa se abrió como un asunto de emergencia, después de un acuerdo entre el presidente municipal de Tultitlán y la Iglesia, para acondicionar un comedor. Lo que hemos visto es que no basta con que haya un comedor; está lloviendo muchísimo, y (los migrantes) no se pueden subir al tren porque pasa muy rápido y porque la policía privada no los deja subir”.

El equipo, dirigido por el Padre Alexander Rojas, director de la Casa del Migrante que fue cerrada la semana pasada, organiza la carpa como un tipo de “albergue temporal”, que brinda escasa atención a los centroamericanos que están de paso por México, antes de seguir su viaje hacia Estados Unidos.

Para usar las cinco regaderas y los tres baños instalados para la emergencia, así como para recibir comida o ropa, los migrantes tienen que registrarse y aceptar que les marquen un dedo. Una vez que sus cinco dedos han sido marcados, tienen que dejar el lugar y buscar apoyo en otro lado.

A pesar de la lluvia, un hondureño de cuarenta años, con el brazo izquierdo enyesado, se quedó afuera de la carpa. Explica que prefiere no entrar porque “huele muy mal adentro y nos tratan como niños”. Dentro, los carteles pegados en la carpa recuerdan las consignas de un salón de clase: “Fórmense”, “Mantengan limpio el lugar”, “Respeten las cosas de los demás”. A un lado de donde están sentados los voluntarios contratados por la Iglesia, muchos de los pantalones, playeras y suéteres que se reciben de donaciones están amontonados y sin ocuparse, tal como las colchonetas que se encuentran al fondo de la carpa.

Al preguntarle sobre las razones que lo llevan a quedarse cerca de la carpa, el hondureño contesta que fuera de ésta nada lo protege de los asaltos o de los secuestros. Mostrando su yeso, dice que dos días antes, cuatro personas lo asaltaron y le rompieron el brazo.

Andrea González recuerda que los asaltos y “levantones” (secuestros) han aumentado desde el 4 de julio. El último sucedió la noche anterior a la visita de Desinformémonos cuando una joven fue secuestrada al lado de los baños, a pesar de la cercanía de patrullas de la policía. Su pareja, que intentó defenderla, está en el hospital con las costillas rotas.

De alguna forma, las paredes blancas de la carpa parecen esconder a los migrantes. Irineo Mújica Arzate, defensor de derechos humanos, quien tiene años trabajando con migrantes, denuncia la ausencia de las autoridades: “No han querido enfrentar los problemas de los migrantes, sólo intentaron esconderlos y ponerle un parche a la situación”.

Marta Sánchez Soler, fundadora del Movimiento Migrante Mesoamericano, subraya que “la responsabilidad de la atención a los migrantes la tiene el Estado mexicano. En la propia ley de migración están señalados sus deberes, pero como el gobierno no hace nada, la sociedad civil actúa de manera espontánea”.

Andrea González coincide y añade que “la sociedad civil tiene que visibilizar a los migrantes y denunciar las situaciones que enfrentan para presionar a las autoridades”. Insiste también en la necesidad de “cambiar la percepción acerca de los migrantes. Si se quedan tres días junto a las vías del tren, no es por flojera, sino porque algo les está impidiendo seguir”. La también antropóloga recuerda que “los derechos humanos son inherentes a la persona, independientemente de si tienen documentos o no”.

Jorge Andrade, antropólogo y maestro en la Universidad del Claustro de Sor Juana, rechaza la idea de responsabilidad: “Ser humanos, brindar comida y agua y no molestarlos es fundamental en el respeto al ser humano, más allá de una responsabilidad. Tiene que ver con el humanismo”. Andrade señala que cuando llegó a Lechería con otros académicos para llevar comida y ropa seca, se encontró “con la cara de la vulnerabilidad de los migrantes”.

Insiste Irineo Mújica: “Como mexicanos y seres humanos, definitivamente tenemos la responsabilidad de que un ser humano no sea secuestrado, lastimado o que se le trate de una manera inhumana”.

Los vecinos de la zona han presionando al gobierno municipal para que cierre la carpa, y éste ha dicho que lo hará dentro de 15 días. No se sabe que pasará después con los migrantes, aunque se ha anunciado que existen negociaciones entre las autoridades y la Iglesia para reubicar el albergue de Lechería.

Para Andrea González,“los problemas con los vecinos tienen que ver con que relacionan a los migrantes con la delincuencia. Para ellos, los centroamericanos son ‘el otro’, que es distinto, que es extraño y que genera desconfianza, son ‘el otro’ que les ha vendido los medios de comunicación como el que mata, roba y viola”.

El arzobispo de Tijuana, Rafael Romo Muñoz, coincide en que en la red de casas de migrantes que gestiona la Iglesia en todo el país, los migrantes “se enfrentan a la desconfianza, porque ellos son gente desconocida. Es fácil que el corazón de los vecinos no se abra tan sencillamente a mirarlos como hermanos que tienen todo el derecho a buscar un modo digno de vivir”.

En Lechería, las organizaciones se están enfocando en la sensibilización de los vecinos, recordándoles que uno de cada tres mexicanos es o ha sido migrante y que la única diferencia entre los centroamericanos que transitan en Lechería y sus familiares en Estados Unidos es la nacionalidad.

En este sentido, concluye Irineo Mujíca, “si no los podemos proteger, tampoco aventarlos hacia lugares más peligrosos como está pasando en Lechería”.

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2 Respuestas a “Migrantes a la intemperie”

  1. CIERTAMENTE ALGUNOS DE LOS MIGRANTES MENCIONA QUE DENTRO DE LA CARPA SE LES TRATA COMO NIÑOS, PERO TAMBIEN NO LOS PODEMOS HACER QUE HAGAN LO QUE SEA TENEMOS QUE TENER UN ORDEN PARA QUE SE LES EQUITATIVAMENTE SI NO ALGUNOS VAN A ABUSAR DE LOS DONATIVOS QUEREMOS TENER UN ORDEN PERO MUCHAS VECES LAS PERSONAS NO ENTIENDEN, RECODEMOS QUE LAS INSTALACIONES SON PARA ELLOS Y QUE TIENEN QUE TENERLAS LIMPIAS POR HIGIENE, TENEMOS QUE FORMARLOS PORQUE HAY BASNTANTE GENTE QUE PIDE COMIDA, ENTENDAMOS PUES QUE TRATAMOS DE LLEVAR UN ORDEN DENTRO DE ESTA CARPA…

    RENE CARDENAS MISIONERO OBLATO DE MARIA INMACULADA VOLUNTARIO.

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