DESconstrucciones

Fernando Híjar Sánchez

Saxo: iconoclasta o sacrosanto…

(Primera parte)

DESconstruciones (VIII)

Para la saxofonista que arribó de las estepas siberianas y se mostró como una inesperada epifanía al amanecer y así como vino, desapareció…

Rey de Reyes

¡Que chillen los violines!

¡Que retumben los trombones!

¡Que lloren los pianos!

¡Que aúllen las trompetas!

¡Que berreen las arpas!

¡Que enloquezcan los tambores!

Con ustedes el endemoniado,

el poseído, el bastado de bastardos,

el inquilino de los avernos.

Con ustedes su majestad:

el saxofón, monarca

de los instrumentos.

Los tubos retorcidos de Adolphe

El siguiente texto y el poema los escribí, hace 26 años, en la revista El Parián, más adelante me referiré a ella:

Pareciera ser que todo en esta vida, y en el universo mismo, está interrelacionado (nada se escaparía al azar, aunque uno quisiera que fuera así) a veces por finos e invisibles hilos y en otras ocasiones la secuencia de las cosas es nítida y directa.

En 1814, en Bélgica, llegó a este mundo el creador del saxofón: Adolph su nombre, Sax su apellido. El padre tenía un taller artesanal en donde construía diversos instrumentos musicales. A los 25 años el iluminado Adolph, por inspiración cuasi mefistofélica, diseñó, moldeó y dio a luz al saxofón y, no conforme con eso, un año y medio después, construyó toda la extensa familia de los saxos. Y para sorpresa de muchos, ya que pasó desapercibido este alumbramiento, le otorgó forma tangible al clarinete bajo.

Sin embargo (como dice el antiguo adagio ‘nadie es profeta en su tierra’, pero también podríamos contraponer a este, el dicho mexicano ‘el que es gallo donde quiera canta’) los novedosos y maravillosos instrumentos del joven Adolphe fueron, de manera severa, puestos en duda y ridiculizados en su propio país. Esto transcurrió en La Feria Universal de Bélgica, en donde el inventor Sax presentó sus aleaciones-metálicas-sonoras. A pesar de lograr el reconocimiento oficial, la crítica decimonónica (aferrada al convencionalismo y cerrada hacia las innovaciones) fue despiadada y calificó a los saxofones de ‘fierros retorcidos’ o de ‘piezas vulgares y antiestéticas’; esto no amilanó al rebelde constructor y abandonó su país para ir a radicar al que sería el futuro centro del arte y la cultura en Europa: París. Pero sus quebrantos aún estaban lejos de desaparecer, en París montó un taller para fabricar instrumentos y, en 1846, tras un logro relativo, de nuevo fue blanco de otro revés en su trayectoria. El laudero o lutier belga (desde hace tiempo la palabra laudero, no sólo hace referencia a los constructores de instrumentos de cuerda, sino que también abarca a los que reparan, ajustan y construyen instrumentos de viento y percusiones, ya sea de maderas o metales) recibió una andanada de demandas legales que lo acusaban de copiar instrumentos de otros constructores. A partir de entonces su vida transcurrió en los tribunales defendiéndose de sus acusadores. La reducida fortuna que logró obtener la perdió por estas razones y falleció en la miseria en 1894.

Adolphe Sax era una persona que no se intimidaba de buenas a primeras, tenía la certidumbre de que sus ‘fierros retorcidos’ nadie podía igualarlos. En cierta ocasión lanzó un reto a sus críticos y les concedió 12 meses para que construyeran algo parecido a sus saxofones antes que Sax patentara los suyos. Al morir, uno de sus hijos, heredó el taller donde emanaban estas maravillas; tiempo después la familia Selmer lo adquirió y le imprimió un carácter industrial, pero sin abandonar la calidad y el sonido original.

En Bruselas existe un museo de instrumentos musicales y ahí se pueden admirar algunas piezas originales del ingenioso Adolphe. Y en la región francesa de Bélgica, en Dinant, su ciudad natal, se lleva a cabo un festival anual, ahora con el Covid ignoro si se ha realizado de manera virtual, dedicado al saxofón.

Como si fuera una plaga bíblica este endemoniado instrumento se extendió, en poco tiempo, por toda Europa y el planeta. El saxofón apareció antes que el jazz, pero con esta música, bendita y maldita a la vez, demostró su vena revolucionaria y sus inusitadas e infinitas posibilidades sonoras.

Scully y sus saxofonistas, Rockdrigo, Del Real, La Pus moderna, Rivera, El Parián y ¡Fuera los judiciales en La Roma!

La portada de la revista que aparece al inicio de esta DESconstrucción corresponde al número 14, año 1995, de la revista El Parián, revista ciudadana con temas que incumbían a La Colonia Roma y orientada también a tópicos culturales. Aparte de ser editor, tenía un espacio que llamé Summa Varia y en el número mencionado lo dediqué al saxofón. El dibujo de Los dos saxofonistas lo realizó Guillermo Scully destacado pintor pero, sobre todo, un magnífico dibujante, se despidió de este mundo cuando estaba en el cenit de su oficio hace apenas una década. Lo conocí en la ya nombrada, en estos espacios, Cafetería Gabis en 1982. Él era un joven que aún no definía su estilo, pero que poco tiempo después se convertiría en un destacado artista que centraría su trabajo en dos temáticas: bailarines y músicos. Scully nunca fue un artista que buscara reflectores o que haría lo imposible por exponer, su espíritu libre y despreocupado lo alejaban del común de los artistas. Bien podría vender uno de sus dibujos en un café o un bar, que por “encargo” para algún “conocedor” pudiente. Muchas fueron las desveladas y “reventones” con el maestro Scully, siempre de buen humor y certero en sus palabras, buen bailarín de son afrocaribeño, pero mejor jugador de basquet. Gracias a él conocí, en la susodicha Cafetería, a varias figuras del escenario independiente y underground de aquella época, me presentó a Rockdrigo, el ilustre rupestre (quién iba a imaginar que tres lustros después Modesto López me encargó “el armado y organización” de los materiales documentales, eran dos o tres cajas de papeles la mayoría manuscritos que se rescataron del edificio, donde habitaba en La Colonia Juárez, que se desplomó en el terremoto del 85 para la edición de un libro sobre el trovarockero y la ilustración de la tapa de la publicación la realizó nuestro artista que seguimos extrañando muchas y muchos); a Víctor del Real, inigualable editor de célebres revistas (como la imprescindible Dosfilos; el Gallito Cómics, con el subtítulo: materiales para resistir la realidad y la zacatecana Son del Corazón) y efímeros periódicos; al iconoclasta Rogelio Villareal, director de la irreverente Pusmoderna; al artista Clément creador de la novela gráfica Operación Bolívar considerada la mejor historieta contemporánea mexicana y a muchas otros personajes de espíritus poco frecuentes de encontrar. Cuando escribía en La Jornada el maestro Scully, escolapio también le llamaban, ilustró algunas de mis entregas. En otra cafetería, pero de La Condesa, a mediados de los noventa (antes de convertirse en el circuito espantoso de restaurantes, congales y ejércitos de dealers que es hoy) Valentín Liaño, que con el paso del tiempo se convertiría en un conocedor a fondo de la pintura contemporánea, me presentó al maestrísimo Arturo Ribera (en esa ocasión Scully y yo estábamos sentados en la misma mesa con el sagaz periodista cultural Gibrán Bazán, ahora gran cineasta y documentalista, Los rollos perdidos y Territorio Leonora son dos de sus recientes y renombrados documentales, en poco tiempo estrenará el film Arritmia coproducido por México e Italia) por ahí también se paseaba el escritor tijuanense Federico Campbell. En una de las entrevistas, antes de su muerte, Rivera aseveró que en las cientos de galerías de La Ciudad de México no había una sola exposición de pintura, todo era “montajes e instalaciones” de juniors mercaderes con su dizque arte, basura desechable, esto último lo afirmo yo. En alguna ocasión Gurrola dijo en tono despectivo y burlón (como era común en él, así era Gurrola) que Arturo era el mejor “calquista de México” en la primera oportunidad aquel le reclamó y Gurrola reculó, la mirada fija y fulminante de Rivera intimidaba a cualquiera, no era fácil tratarlo, decía lo que pensaba y defendía a muerte sus palabras. Yo entablé una buena relación con él, la música nos unía y la música tradicional (escuchaba con mucha atención e interés lo que le platicaba en relación a esta expresión sonora) era un enigma para él, la veía como algo divino, como una intermediación entre los dioses y los humanos, como un ritual, y en eso tenía toda la razón. Tiempo después Guillermo Scully conoció a la escritora y activista Francesca Gargallo y tuvieron a la bella Elena, por cierto, a ellas las vi después de muchos años en una marcha, unos meses antes de la pandemia, en contra de los megaproyectos de muerte que partió de Insurgentes y Reforma.

La revista El Parián tomó su nombre por el Pasaje Parián, que va de avenida Álvaro Obregón a la calle de Chihuahua, en la colonia Roma Norte. Yuri de Gortari y Edmundo Escamilla escribieron una colaboración para el número 1, junio de 1994, para la revista de marras sobre este tema. Ellos fueron grandes conocedores de las cocinas tradicionales de México al cambiar, por primera vez de forma radical, el giro comercial del pasaje (a inicios del presente siglo transformándose en un espacio sin personalidad y alejado de los residentes de la colonia), decidieron irse a Malinalco y allá pasaron los últimos años de sus vidas. He aquí breves extractos:

EL Parián, pasaje comercial se construyó allá por los 20 o 30, en el corazón de La Colonia Roma, en avenida Jalisco, hoy Álvaro Obregón. Este pasaje nace con la misma idea del Parián de Filipinas: cada local, además de comercio, fuera casa – habitación en los altos. A nivel arquitectónico, el edificio corresponde al gusto imperante en la época, en el que se recordaba la arquitectura novo-hispana, estilo que se denomina neo-colonial, barroco, predominando el gusto por la columna en forma de espiral, conocida como salomónica, con figuras antropomorfas.

La fachada de este espacio comercial se enriquece con otros detalles que nos recuerdan estilos renacentistas y occidentales, lo cual nos da como resultado un estilo ecléctico”.

En el momento en que apareció el artículo, en el pasaje se encontraba el famoso Café de Nadie y casi enfrente La Bombilla (restaurante con platillos prehispánicos y comida mexicana de diversas épocas y regiones) y una buena cantidad de pequeños comercios, todos con un gran arraigo y aceptación de los vecinos como vinaterías, papelerías, verdulerías, carnicerías, jarcerías, boneterías, mercerías, cerrajerías, pollería y tiendas de abarrotes de regalos, dulces y juguetes. Los gemelos de Gortari (nacidos en 1951, “igualitos”, pero muy diferentes en gustos y formas de ser, uno muy formal, Yuri, “un alma de Dios” diría mi agüe y el otro, Ilya, hosco, retador e impredecible. Aquel un cocinero reconocido a nivel mundial, sabedor en serio de la cocinas mexicanas regionales, no se consideraba ni chef ni gastrónomo, y gran difusor de la misma y el otro un destacado promotor cultural, impulsor de espacios alternativos) mantenían dos locales en El Parián. Ilya y Evelina Paniagua se encargaban de El Café de Nadie y Yuri y su pareja Edmundo poseían el restaurante La Bombilla. Ambos espacios con una gran historia, en otro momento hablaré de ellos tan sólo ahora diré que en su primera época, allá por los años veinte del siglo pasado, en El Café de Nadie se reunían poetas, escritores, grabadores y pintores. Este espacio vio nacer al controvertido y contestatario grupo de Los Estridentistas (Germán List Arzubide, Leopoldo Méndez, Arqueles Vela, Manuel Maples Arce, entre otros). El pintor Ramón Alva de la Canal los inmortalizó en una célebre pintura.

El Parián, y en general La Roma, ha sufrido serios cambios. Ya a inicios del presente siglo se realizaron cambios que modificaron de manera brusca el pasaje y hace un poco menos de dos años lo cerraron y cambiaron otra vez los giros de los espacios, propios para una élite depredadora y de mal gusto, ajena a los habitantes originarios del barrio, por fortuna mantuvieron la fachada y parece ser que los interiores de los locales, en poco tiempo lo reinaugurarán. El malogrado proceso de gentrificación (proceso de rehabilitación urbanística y social de una zona urbana deprimida o deteriorada, que provoca un desplazamiento paulatino de los vecinos empobrecidos del barrio por otros de nivel económico y social más alto, según el diccionario de Internet, término tramposo que remite al “simple agandalle” y a la simulación) ha borrado la identidad de La Condesa y ahora La Roma, La Santa María, en un contexto social diferente, para allá va; el Centro Histórico es otro ejemplo de este “fenómeno social”. En los últimos meses desaparecieron la famosa heladería La Bella Italia, lugar que frecuentaba con una novia “de manita sudada” que estudiaba en El Instituto Renacimiento allá por los finales de los sesenta, la Cafetería Emir y los comercios del Edificio Francia: ¡adiós para siempre adiós!

La Revista El Parián estaba no sólo comprometida con el entorno físico y arquitectónico de La Roma, sino de su problemática cultural, social y política. En ella escribí un ensayo titulado La Roma de José Emilio Pacheco, que habría que actualizar, de seguro se vendría de espaldas JEP al ver cómo ha cambiado su terruño. A mediados de los años noventa los habitantes de este barrio constatamos como en cuestión de días la Policía Judicial del Distrito Federal se “hacía” de uno de los edificios (hace muchas décadas ahí se encontraba el Cine Balmori) por cierto el que más desentona y el más horrible de Avenida Álvaro Obregón, y se establecía “de facto” con su desagradable presencia y sus prácticas violatorias de los derechos humanos. Durante meses sufrimos y vimos cómo se paseaban armados los judiciales, como llevaban a los supuestos delincuentes todos golpeados, sangrando y como frecuentaban ciertos espacios con sus pistolas y metralletas a la vista de todos. Era una situación insoportable que fue creciendo semana tras semana. Ante esto varios colonos nos organizamos para hacerle frente a esta situación, después se unieron artistas y la combativa UVID (Unión de Vecinos y Damnificados 19 de Septiembre), se realizaron juntas y movilizaciones y la revista El Parián jugó un papel significativo para difundir, aglutinar y encabezar las acciones para desalojar a los judiciales de La Roma. Al cabo de algunos meses esta instancia represiva del Estado Mexicano abandonó la Colonia y los vecinos volvimos a la tranquilidad y al disfrute de la demarcación. Pero todo tiene su precio, los que iniciamos este movimiento y estuvimos al frente de marchas y mítines fuimos objeto de presiones y provocaciones de los judas, en una ocasión una amiga, aspirante a bailarina, y yo fuimos encañonados y amenazados por estos personajes en la calle de Colima a plena luz del día, amén del acoso domiciliario que duró varias semanas. Ahora no son los judiciales sino los juniors, que se creen neoyorkinos o parisinos, y otros sectores de clases medias que se han apropiado de departamentos y casas, con sus miles de mascotas que “pasean”, contaminan y hacen insalubres las calles. A su vez han brotado por doquier nuevos comercios dirigidos a la “gente bonita” y con recursos. Entre semana se puede transitar y “convivir” sin tanto problema, pero los viernes, sábados y domingos La Roma se asemeja a una gran romería que ni la mismísima pandemia es capaz de impedir. Para colmo el paisaje urbano romano, funge como un set para telenovelas “de quinta” y películas snobs.

Para la segunda entrega de este ensayo escribiré sobre los saxofonistas (centrándome en John Coltrane, Jan Garbarek y Diego Maroto) asociándolos a la ascensión, caída, resurrección, misticismo, culto, espiritualidad, consagración, cannavis, erotismo y a la indómita improvisación inherente al saxo. Termino aquí con una sentencia del filósofo nihilista Emil Ciorán, amo de los aforismos:

Por qué frecuentar a Platón si un sax puede, por igual, hacernos entrever otros mundos.

Fernando Híjar Sánchez

Promotor cultural, productor musical e investigador independiente. Uno de sus más sobresalientes fonogramas: Lienzos de viento (músicos zoques y mames en diálogo con Horacio Franco) obtuvo el Premio Patrimonio Musical de México, INAH 2012.

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