San Bartolo Ameyalco, México. Heridos por el operativo policiaco lanzado en su contra para imponerles un proyecto hidráulico, decepcionados por los discursos de las autoridades que señalan intereses de vendedores de agua detrás de su movimiento- y ocupados en liberar a sus presos y organizarse, los habitantes de este pueblo capitalino miran hacia la autonomía como la solución a su defensa del agua. Por lo pronto, ya decidieron no permitir más casillas electorales en sus calles.
El pasado 21 de mayo, el pueblo fue centro de atención mediática por el operativo policiaco que organizó el Gobierno del Distrito Federal. Más de mil elementos policiacos provocaron una batalla campal de la que resultaron decenas de heridos y cinco pobladores presos. Las autoridades locales, ante su incapacidad para abrir canales de diálogo efectivos, insisten en afirmar que quienes están detrás de la resistencia son intereses ajenos a la comunidad. El delegado se refirió reiteradamente a los dueños de las pipas como los responsables, lo que sembró la indignación entre los pobladores, quienes se organizan para hacer valer su voz.
La defensa del agua no es nueva
San Bartolo Ameyalco es un pueblo ubicado al poniente de la Ciudad de México, a un lado de los puentes vehiculares recién construidos que unen Avenida Las Águilas y Santa Fe. Casi a la misma distancia, pero para el otro lado, están el monte y otros pueblos en los que aún se prepara el pan en hornos de leña y la gente bebe el agua directo del manantial. Es un pueblo fundado en 1535, aunque existen testimonios de su existencia desde antes de la llegada de la invasión española.
Ameyalco cuenta con un manantial que abastece desde hace siglos a la población y a otras colonias vecinas pertenecientes a la delegación Álvaro Obregón. Está considerado como patrimonio cultural del pueblo, pues incluso le da nombre: Ameyalco proviene del náhuatl ameyalli, que significa lugar donde mana el agua limpia.
Pobladores de San Bartolo Ameyalco mencionan que su pueblo registró un crecimiento demográfico y migratorio. Se crearon nuevas extensiones de ejidos en las partes externas y se formaron nuevas y pequeñas colonias, que después se integraron al pueblo. Desde hace 15 años, la lucha por el resguardo del agua tiene a los habitantes en tensión.
Las nuevas colonias, Iztlahuaca y Torres de Tepito, se encuentran en la parte alta de San Bartolo Ameyalco. Estos asentamientos no cuentan con agua, pues el manantial no alcanza a abastecer a esta parte y los vecinos sospechan que el agua se envía a colonias vecinas de clase media como Villa Verdum, Rancho San Francisco y Ciudad de Santa Fe.
En mes de abril del 2013, autoridades de la delegación Álvaro Obregón dieron a conocer la propuesta de construir una red de distribución de agua, paralela a la que existe en la zona, para dotar del vital líquido a calles y colonias que sólo recibe agua por medio de pipas. Para esto, explican, se tiene que realizar un cambio total en la red hidráulica del pueblo, comenzando con cambio de tuberías del tanque de agua Zacamulpa, que es el que abastece al pueblo.
El argumento de la delegación es que dotará a los habitantes de dos tomas de agua, una proveniente de la red del manantial y otra del Cutzamala. Esta incongruencia desató la desaprobación de los pobladores, quienes consideran que se trata de un plan para llevarse el agua del pueblo. Argumentan que un lugar con manantial propio no tiene por qué usar agua de un sistema hidráulico deplorable.
Los habitantes, que cuidan desde hace más de un siglo el agua que los abastece, se negaron a participar en dicha propuesta. En mayo de 2013, vecinos de la calle Camino Viejo a Mixcoac instalaron un campamento en el tanque Zacamulpa para evitar el inicio de los trabajos del proyecto delegacional.
La lucha por defender el manantial se agudizó desde febrero de 2014 con la entrada de la maquinaria para iniciar excavaciones sin dar explicaciones a la comunidad. Lograron detener la obra en esa ocasión y por ello, la exigencia de los habitantes organizados es que se les entregue información oportuna, clara y culturalmente apropiada, pues el nivel técnico de lo poco que la autoridades explicaron no fue suficiente.
La auto organización
Es difícil seguir el hilo de la discusión de la asamblea del Pueblo de San Bartolo Ameyalco. Bajo el rayo del sol, los vecinos aprovechan como templete las escaleras de una comisaría recuperada por aquellos que se organizaron para defender, en esta última etapa, el manantial. Las voces de las mujeres se imponen al resto; son ellas fundamentalmente las que resisten y se plantan frente a los representantes de la delegación Álvaro Obregón y del gobierno del Distrito Federal para exigirles información oportuna. Todos en la asamblea agradecen y saludan el heroísmo de los jóvenes que las defendieron ante lo que para el pueblo entero fue un claro abuso del poder: los creyeron vulnerables y descubrieron que ahí hay un pueblo fortalecido en la solidaridad.
No predominan los discursos elaborados ni las grandes propuestas organizativas. Lo que priva en su perspectiva es sabiduría de lo que es la política en México: saben de la corrupción de los gobernantes, de la hipocresía de los partidos y la violencia del Estado. El resultado de esa reflexión es la decisión que tomaron: colocaron la idea de la autonomía y piensan seriamente cómo conseguirla; empezaron por decidir que no permitirán más la instalación de casillas electorales en su comunidad.
Las angostas calles que en las redes sociales aparecieron abarrotadas de granaderos se ven vivas mientras ocurre la asamblea. Prácticamente en todas partes hay humildes negocios atendidos directamente por los dueños; ese es el escenario de las discusiones y las propuestas. El rumor sobre el regreso de la policía es permanente, las señoras van y vienen por las pendientes que atraviesan el pueblo para verificar la llegada de camiones, patrullas o helicópteros. Repiten que fue una falsa alarma pero no se ven dispuestas a bajar la guardia.
Al mismo tiempo, otro grupo se organiza para juntar lo poco que cada quien puede cooperar para pagar los gastos de sus presos que, ahora se entiende, son presos políticos. En las calles se escuchan los testimonios de la defensa de su pueblo y su agua, las señoras muestran las heridas que les dejaron los cuerpos policiacos y enseñan los daños en las ventanas y los carros; pero no se escuchan preocupados por los daños materiales, en el centro de la preocupación están los presos y el agua.
Los pobladores insisten que no se trata de dejar sin agua a quienes no tienen, pero remarcan el desperdicio permanente que ocurre en las tomas que administra la delegación y lo señalan como un insulto a la escasez y la necesidad de otros, como un recurso para simular una falsa división entre los pobladores. En la televisión que tienen en la paletería de una esquina del centro se reúnen decenas cada vez que se escuchan las declaraciones del delegado: se indignan, se llenan de rabia y piensan juntos como actuar sin líderes ni partidos. Es el pueblo que se reconoce en las cenizas de las fogatas y en las heridas de su gente.
«Prefirieron imponer el proyecto con la fuerza pública, antes que dialogar»
Testimonio de Mireya Ornelas
El miércoles 21 de mayo del 2014, a las 9 de la mañana, habitantes del pueblo de San Bartolo Ameyalco que salían para ir a trabajar o estudiar, avisaron que por distintas avenidas avanzaban grupos de policías y granaderos en dirección al pueblo.
Aproximadamente a las 10 de la mañana se corrió la voz en las calles del pueblo, avisando que todas las entradas y accesos estaban bloqueadas por granaderos. Al poco rato se informó que estaban abriendo zanjas en las calles para conectar los tubos que supuestamente abastecerán de agua traída del sistema Cutzamala a la parte alta de San Bartolo Ameyalco. En ese momento varios vecinos llegaron a «Cafeteros» -o mejor dicho, a camino viejo a Mixcoac- para impedir que se siguiera con los trabajos,como ocurrió el pasado 14 de febrero de este año, donde ocurrió el primer enfrentamiento con granaderos por impedir la conexión de los tubos de agua.
Se dijo que el proyecto estaría detenido hasta llegar a un acuerdo con los habitantes del pueblo, y hasta la fecha había mesas de diálogo para solucionar el problema de agua para las zonas de Ixtlahuaca y torres de Tepito, que son la parte alta de San Bartolo; ahí no cuentan con agua potable, sólo con suministro de pipas.
Ese acuerdo entre autoridades y representantes del pueblo fue olvidado cuando el delegado, con apoyo del Gobierno del Distrito Federal, sitió al pueblo con granaderos por todas las calles. La indignación de la población creció cuando se comenzó a agredir a las señoras y señores, que pedían que se detuvieran los trabajos de excavación para meter el tubo de agua hasta que los encargados de obra mostraran el proyecto.
Fue así que aproximadamente a las 11 de la mañana, cuando dos helicópteros de la policía volaban sobre San Bartolo y los granaderos avanzaban por las calles, que se dio aviso a las escuelas para que los padres de familia fueran por sus hijos. Los enfrentamientos ya habían comenzado: uno se dio en la calle Purísima, donde se encuentran la primaria y secundaria del pueblo.
Desde ahí comenzaron a avanzar hacia la plaza o centro del pueblo, por el lado de la calle Francisco I. Madero los vecinos hicieron una fogata grande para ver si se podía detener a los granaderos, pero estos siguieron avanzando y empujando a la gente; un granadero abofeteó a una señora que estaba afuera de su casa. Los vecinos se armaron con piedras y palos.
Casi al llegar al centro del pueblo se dio un enfrentamiento más fuerte en el que se logró, por unos metros, desplazar a los granaderos que ya habían salido por tres calles que llegan al centro. Ya había muchos pobladores heridos, entre mujeres y hombres, pues los granaderos -aunque no iban armados- replegaban a la población, golpeando y aventando piedras, bombas, y gas. Se contactó a Derechos Humanos, para ver si por parte de ellos se podía detener el avance de los policías. la representante dijo que la siguiente semana se tenía programada una reunión para llevar el caso entre Delegación y habitantes del pueblo, y enfatizó su sorpresa al ver la intervención de la fuerza pública para llevar a cabo el proyecto hidráulico.
Después de varias horas de lucha, los granaderos se regresaron hacia las afueras del pueblo. En la zona de cafeteros se pidió en son de paz dialogar con el jefe de la policía, para que salieran del pueblo y se negociara la liberación de los detenidos durante el enfrentamiento. Informaron que el diálogo se daría entre dos representantes del Gobierno del Distrito Federal, representantes de Derechos Humanos y personas de la población. El tema de la negociación fue que devolvieran a los jóvenes que se habían llevado durante la agresión al pueblo y, a cambio, se entregaban dos policías que estaban detenidos por su propia voluntad (ellos a sí lo reconocieron) en el centro de Salud.
Los representantes del gobierno capitalino enfatizaron que no se podía entregar a los jóvenes detenidos hasta llevar una averiguación, pues habían cometido el delito de violación a los derechos humanos de los policías, privación de la libertad de los mismos y que no » se podía atrincherar la gente nada mas por que sí». Cuando se le cuestionó sobre si el atrincherar a un pueblo y bloquear las entradas y salidas con la fuerza pública no era delito y violación a los derechos humanos, su respuesta fue que se tenía que proceder así.
Al percatarse los habitantes de que las autoridades no estaban en la disposición de ceder, se llego al acuerdo de que se entregarían a los dos policías detenidos, y se acordó con la población no agredirlos al salir, pues irían custodiados por los representantes de derechos humanos y gente del pueblo. Al llegar al centro de salud este acuerdo se rompió cuando entró un grupo de granaderos con el pretexto de apoyar en el rescate de sus compañeros, lo que provocó otro enfrentamiento entre pobladores y policía. Con estas acciones se rompió todo acuerdo para liberar a los jóvenes detenidos, la fuerza pública no se retiró hasta que se terminó el trabajo de conexión del tubo hidráulico y, entre las 20 y las 22 horas, la población regresó a sus casas.
Cabe señalar que el argumento por parte del delegado en Álvaro Obregón es el que los vecinos nos oponemos al proyecto de agua Cutzamala para Ixtlahuaca y Torres de Tepito, cuando lo único que se le exigió es que mostrara el proyecto mediante asamblea en el centro del pueblo y garantizara que el proyecto no tiene otros fines, como la manipulación y mezcla de agua del manantial o el dejar al pueblo sin agua para llevarla a Santa Fe. A cambio de eso, prefirió imponer el proyecto con apoyo de la fuerza pública del Distrito Federal.
26 mayo del 2014