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Rius, el arte de un divulgador social y la crítica política

Alberto Soto Cortés

foto: Iván Stephen / Cuartoscuro 

La muerte de Eduardo del Río García ‘Rius’ es lamentada por sus lectores, por muchos de sus colegas artistas y por el gremio de comunicadores. Reconocen en él a un espíritu tenaz, poseedor de un repertorio enciclopédico, a un crítico persistente de las corporaciones religiosas, económicas y políticas, pero también a un luchador frontal de aquellos atavismos que nos esclavizan a la mayoría de los mexicanos.

‘Rius’ fue un divulgador empedernido de la historia nacional, siempre preocupado por relacionar el pasado con el presente. Sus síntesis históricas molestaron a los puristas, así como ciertas generalizaciones y uso de estereotipos, pero para amplios sectores eran precisamente esas características las que hacían claras y atractivas sus tesis y narraciones. Su independencia de pensamiento y sus convicciones políticas le permitieron conquistar tantos prosélitos como detractores.

Sin duda fue uno de los líderes de opinión más importantes de México en la segunda mitad del siglo XX. Muchos profesores de educación media recomendaron a sus alumnos uno u otro de sus libros para incitar a los jóvenes al estudio de temas que parecían áridos y oscuros; en ocasiones sus textos desplazaron a otros contenidos en los planes de estudio, ya porque encajaban a la perfección para abordar ciertos temas o bien como materiales complementarios. Aunado a lo anterior, muchos otros mexicanos adultos encontraron en sus relatos explicaciones convincentes a fenómenos sociales, ya que ‘Rius’ practicó una forma de argumentación atractiva a través de las secuencias de imágenes y de frases contundentes.

Una de sus aportaciones es la amplia difusión iconográfica, que se valía de un trazo propio y desenfadado para conformar asociaciones que comunicaban de manera casi infalible sus ideas. Sus lectores adquirieron un bagaje visual que estandarizó la imagen del funcionario público corrupto, del indígena sobajado, del ‘Tío Sam’, del mexicano de a pie, como también de Marx, Fidel Castro, la Catrina de Posada, por mencionar sólo algunas.

‘Rius’ se nutría de miles de imágenes que le permitían componer, de manera original, discursos que resultaban atractivos visualmente, acercándose a veces a la caricatura tradicional, otras veces al collage e incluso a la intervención artística.   

De haberse dedicado al cine, habría sido un extraordinario director de documentales. Logró que millones de personas cuestionaran sus convicciones, haciéndoles reír al tratar temas bastante serios. En ciertos momentos hay paralelismos con personajes como el inglés Terry Vance Gilliam en su época de Monty Python, sin duda, producto de algunas preocupaciones y cuestionamientos comunes. Las construcciones visuales de ‘Rius’ acercaron a varias generaciones no sólo a conformar un espíritu crítico, sino también fomentaron la lectura, el aprecio por la caricatura, la novela gráfica y el arte.

El tránsito de Eduardo del Río García, de la materialidad hacia la memoria, nos exige releer su obra y revalorarla, construir responsablemente nuestras convicciones tomando en consideración el contexto social en el que vivimos actualmente.

*El Dr. Alberto Soto Cortés es coordinador de la Maestría en Estudios de Arte de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

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Una Respuesta a “Rius, el arte de un divulgador social y la crítica política”

  1. Arturo Sandoval

    Este artículo dedicado al gran Eduardo del Río, me parece carente de pasión lo cual es imperdonable. Sólo el autor se enfoca en recopilar datos por demás conocidos. Interesante hubiera sido hablar del legado de su obra en el arte del grabado, los «moneros», historietas, así como del duro proceso de persecución y censura política que padeció en su vida en los años 60’s y 70´s. Es así que no veo profundidad en este «artículo» o «comentario». Es imperdonable que no se hable del ‘Rius’ como aquel periodista crítico del sistema presidencial de los años mencionados y que haya sido un detractor activo trabajando a contracorriente en años de represión del gobierno mexicano.
    No es que haya descubierto o difundido «pasajes oscuros» de nuestra historia, sino que le dio la vuelta esta historia patria, aquella que todos conocíamos desde la primaria como letanía, para abrir un nuevo discurso histórico, crítico y humorístico, en donde la risa es el elemento identificador y de cohesión entre el escritor y sus lectores. La forma sencilla, cómica y atrayente de su obra tendrá como sustento principal la crítica a esta historia patria, a la doble moral del mexicano y las circunstancias políticas y sociales de la segunda mitad del siglo XX. Es muy lamentable que se haya omitido todo respecto a su postura frente a la religión. Se decía ateo, fervientemente admirador de la filosofía cristiana, he ahí la maestría para desarrollar su obra lejos de la soberbia, pero cerca de un interés por demostrar lo demoledor que puede llegar a ser el fanatismo religioso.
    Ojalá surjan en estos días artículos que rindan un merecido homenaje al maestro ‘Rius’, pero que francamente sí estén a su altura, no sólo queden en el intento.

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