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Respuesta comunitaria a la pandemia, la gentrificación y al racismo en la Ciudad de México

Gloria Muñoz Ramírez

Ciudad de México | Desinformémonos.  Hace más de 30 años llegaron cientos de ñäñho, también conocidos como otomíes, a la Ciudad de México. Desde entonces luchan por su reconocimiento como residentes de esta ciudad, luchan también por su derecho al trabajo, a la salud, la educación y una vivienda digna. El temblor del 2017 los sacó a la calle, y ahí los agarró la pandemia Covid-19, por lo que ahora no sólo enfrentan los desafíos cotidianos de vivir en un campamento en la calle (frente a lo que fue su vivienda), sino también la falta de recursos por no poder salir a vender las artesanías que son la base de su sustento.

Las familias otomíes viven en comunidad y en comunidad resuelven sus problemáticas. A partir de las medidas sanitarias que les impiden salir a las calles, optaron por darle vida al trueque, costumbre indígena en la que se intercambian productos sin dinero de por medio, y anunciaron que cambiarían despensas por muñecas Lele, hechas por ellas con telas y listones multicolores. También venden café, miel, bolsas, monederos y otras artesanías que elaboran en colectivo.

Decenas de familias otomíes radicadas en la Ciudad de México habitaban, hasta antes del temblor de septiembre de 2017, tres predios ubicados en las gentrificadas colonias Roma y Juárez. De la casa de Guanajuato 200, colonia Roma Norte, fueron desalojados por los daños que el temblor ocasionó a la vivienda, por lo que, sin tener a dónde ir y buscando la regularización del predio, optaron por colocar un campamento con lonas en el que llevan sobreviviendo dos años y nueve meses, afuera del cual ahora colocaron una gran mesa con las muñecas multicolores que representan parte de su cultura.

La comunidad otomí radicada en la Ciudad de México está organizada dentro del Congreso Nacional Indígena (CNI), red de pueblos de todo el país que reivindica la autonomía y lucha contra el despojo territorial. Gilberto Margarito Juan, integrante del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), explica que la situación para las familias es preocupante, pues las inmobiliarias que construyen edificios de departamentos de lujo los quieren forzar a levantar el campamento porque, les dicen, ellos “afean” la calle y “ahuyentan a los posibles compradores”.

“Hay empresas como ICASA que nos quieren quitar de aquí, de donde nosotros estamos vendiendo, que porque afeamos. Dicen que somos delincuentes”, señala Gilberto. Hasta una barda perimetral, cuenta, les han pedido levantar para que no se vean: “quieren encerrarnos y que sólo haya una puerta para que salgamos y entremos. Llegan muy prepotentes, queriéndose adueñar de todo en la calle”.

Pero ellos, asegura, “seguiremos luchando, organizándonos y levantando la voz. Ya no nos podemos callar, no podemos quedarnos sin hacer nada y sin pedir lo que nos corresponde. No estamos pidiendo nada regalado, estamos pidiendo lo que marcan los derechos indígenas de la Ciudad de México”.

Nos dicen que no cabemos en La Roma

Marisol Domínguez llegó a la Ciudad de México procedente de Santiago Mixtitlán, Querétaro. Vive ahora en el campamento de Guanajuato número 200, colonia Roma, donde junto al resto de familias ha padecido la discriminación de los vecinos de esta colonia en la que los edificios crecen como la pandemia. “Nos dicen que somos “impostores, de la mafia, que no cabemos aquí en la Roma, que somos unos pinches indios, que no querían a nadie de los zapatistas aquí”, lamenta Marisol.

El hostigamiento hacia ellos ha llegado a tal punto que les han dejado ratas y en una ocasión regaron veneno en los alrededores del campamento, y además, denuncia Marisol, “la inmobiliaria nos quiere correr echándonos la mezcla encima. Por ley ellos tienen que poner una malla en la construcción, pero dicen que no tienen dinero y que si no los dejamos trabajar nos van a demandar. Nos vinieron a ofrecer dinero para que nos quitáramos y como no quisimos nos dijeron que ese dinero se lo iban a dar al gobierno para que nos mandaran granaderos”.

Marisol es clara: ¿Yo me pregunto por qué la gente tiene ese orgullo del dinero y ese orgullo de discriminar a los indígenas. Gracias a los indígenas está México, por todos los indios. Y no es justo que los que tienen dinero discriminen a los que están muy abajo. Ahora el gobierno nos dice que somos que somos conservadores, y sí, lo digo con orgullo, somos conservadores de nuestra cultura, de nuestra lengua y de nuestra muñeca Lele”.

La discriminación, dice, “empieza desde el gobierno, porque si no fuera así atendería nuestras demandas, pero no ha movido un dedo. Cuando la oficina del presidente estaba a unas cuadras de aquí (en la calle de Chihuahua), fuimos a decirle nuestras demandas y nunca nos atendió, pero sí venía a pedir que votáramos por él que porque él iba a hacer una nueva historia, y sí lo está haciendo, pero de reversa. Lo que no hizo Peña Nieto lo está haciendo él”.

Organización frente a la pandemia en una ciudad que “no nos deja ser los que somos”

Para Isabel la situación es difícil no solo por no poder salir a vender su artesanía, sino porque tampoco tienen casa donde quedarse y las condiciones en el campamento se agravan con las lluvias. “Aguantamos mientras compañeros y organizaciones nos ayudaron con despensa, pero entendemos que a veces no es posible y como comunidad decidimos salir a poner en venta nuestra artesanía, el café y la miel, y a hacer el trueque que es nuestra costumbre”.

“No tenemos dinero”, dice, “y a veces nos llegan despensas o frijol y arroz por medio del trueque, pero tenemos necesidades como el gas, comprar tortillas, algo de verdura, cosas personales. Estamos haciendo lo que nuestros ancestros, el trueque, de cuando no era necesario el dinero. Hemos retomado esa parte, pero también agradecemos cuando alguien quiere comprar algo”, remata Isabel.

La muñeca Ar Lele, que en otomí se refiere a un bebé que no ha nacido y que por lo tanto no saben si es niño o niña, “viene de una tradición de hace muchos años”, y es ahora la que intercambian por despensa. Es motivo de orgullo e identidad, pues la visten y peinan igual que ellas.

Su lengua y vestimenta otomí, dice Isabel, es motivo de orgullo, pero en la colonia Roma los llaman “invasores” y les dicen que no tienen “derecho a estar aquí ni a pasar por la misma calle que la gente que es rubia, porque nuestra piel es morena”. Por eso, señala, “llamamos a la sociedad a que deje a un lado la discriminación y nos trate con respeto”.

“Por tanta discriminación nos han obligado a ya no ponernos nuestra ropa, a ir como ellos quieren que seamos nosotros, con la ropa que nos impusieron para que entremos a algún lugar y no piensen que vamos a robarles. Es muchísima la discriminación que vivimos todos nuestros hermanos indígenas”, reitera Isabel.

Para ella la organización es lo que los mantiene vivos, pues, dice, “el gobierno trata de dividirnos para vencernos, pero nosotros le decimos que la comunidad unida y en lucha por nuestros derechos, por el derecho a tener un espacio en la vía pública, a exponer nuestra artesanía, a que no venga la camioneta a levantarnos, a tener una vivienda digna y a que se respeten nuestros derechos”.

La Ciudad de México, remata Isabel,  “no nos deja ser lo que somos”.

Zacatecas 74

Gilberto Margarito Juan es integrante del Concejo Indígena de Gobierno (CIG), tiene más de 30 años en la Ciudad de México. Y desde 1997 vive, junto con otras familias otomíes, en el predio de Zacatecas número 74, en la colonia Roma, luchando por su regularización. Han conseguido dos declaratorias de utilidad pública, pero falta la definitiva, y “la jefa del gobierno Claudia Sheinbaum no quiere dar la firma”.

“Este gobierno prometió en su campaña y ya en su cargo que primero irían los indígenas. Y sí, estamos primero los indígenas pero para que nos quiten nuestros territorios, nuestros pueblos. La gentrificación se ha dado mucho en la ciudad gracias a los gobiernos y las inmobiliarias, y eso nos deja fuera a los indígenas”, advierte Gilberto.

Roma 18

Hace 20 años 80 familias de la comunidad otomí llegaron a habitar la casona ubicada en la calle Roma número 18, colonia Juárez, recinto que fue la embajada de México durante el franquismo, y que luego del temblor del 19 de septiembre de 2017 presentó, de acuerdo a los peritos, un alto riesgo estructural que dejó a la comunidad damnificada y forzada a instalarse en dos campamentos, uno en Londres número 7, y otro en Roma 18.

Y de la calle fueron desalojados. El 19 de septiembre de 2018 se realizó un desalojo con 200 granaderos y más de 50 golpeadores y cargadores que irrumpieron en el campamento de Londres 7 sin presentar orden de desalojo y sin que hasta el momento, acusan los indígenas, la Inmobiliaria Eduardo SA de CV, que se ostenta como propietaria, acredite jurídicamente la propiedad.

Margarita Margarito Juan recuerda que en el desalojo “nos golpearon a mujeres, hombres y niños. Llegaron los granaderos y nos sacaron del predio donde vivimos”. Ahora en el campamento “los vecinos nos discriminan, nos dice que somos rateros, nos avientan su basura y después nos dicen que somos cochinos. Soy indígena, vengo de un pueblo, pero yo nos marrana. No es justo. Tengo niños y si se me llegan a enfermar y voy al hospital no me atienden porque soy indígena y porque no tengo un recurso fijo. Si el gobierno quiere cambiar a México, que mire a los indígenas. Yo quiero un departamento, y no regalado, porque sé que cuesta, pero para eso vine. No puedo tener a mis hijos en la calle, tirados”.

En Roma 18 “han pasado muchas cosas por parte de los vecinos y el comité vecinal”. En las redes sociales, relata Margarirta, “ellos han dicho que nosotros no somos indígenas, que somos unos farsantes y que no venimos de un pueblo, que sólo nos gusta invadir predios para nos lo regale el gobierno. Pero nosotros desde un principio dijimos que no queremos nada del gobierno y si no nos ven con nuestra ropa típica, es porque ellos nos han obligado para que no nos afeen y nos avienten cosas”.

Nosotros, asegura, “a los ataques respondemos con organización y unión”.

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Una Respuesta a “Respuesta comunitaria a la pandemia, la gentrificación y al racismo en la Ciudad de México”

  1. Por desgracia la gente.em7gra debido a los.malos.priyectos de nación ,pues debían de ser proyectos sustentables para que la.ge te no emigre tanto como sucede,y por la gente tanto los.indigenas oro ies y no deben hacerse los estudios.socioeconomico de las ciudades para.proporcilmar.a estas personas espocios como viviendas de bienestar social,para no caer en desacreditación como gobierno,y desperdicio.generar.trabajos sustentable bajo un proyecto pues ahora las personas o.familias ya están en las ciudades y ya no se pueden regresar.

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