Pensar en voz alta la justicia y la paz

Pietro Ameglio

¿Qué está pasando en filos de la UNAM: El fin y los medios?

Una serie importante de hechos sociales, de carácter contrastante y acumulativo, se han registrado en nuestra facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en estos últimos días, reflejo de procesos nacionales en la construcción de guerra, aterrorizamiento y “encierro social”.

Un grupo de estudiantes y maestros pertenecientes a un colectivo llamado Nos hacen falta, preocupados por los estudiantes de la UNAM desaparecidos o asesinados en los últimos años de la muy mal llamada “guerra al narco”, hizo pública en una conferencia de prensa una lista de 12 de éstos y presentó detalladamente, en una Campaña de Videos, cuatro casos emblemáticos documentados, que ocurrieron en la ciudad de México: de la FES-Iztacala, de Psicología, de Arquitectura y de Filosofía y Letras. Piden a las autoridades de la universidad, que son parte fundamental de esa reserva moral que no se ha activado de manera suficiente en México, que colaboren con firmeza y apoyo claro en la búsqueda de esos desaparecidos y en la justicia para los muertos, asumiendo que son parte de la comunidad; también exhortan a miembros de otras universidades en el país a hacer sus propias “listas de víctimas” de estos años y exigir que sus instituciones “busquen a sus desaparecidos” junto a los familiares. Se trata de una acción central en el terreno de la no-cooperación ante la “normalización del silencio institucional” ante los desaparecidos y muertos por la violencia social, que viene de bandas constituidas por funcionarios de gobierno, gente del delito organizado y empresarios del país.

Sobre el mismo tema, considero también muy importante cómo los jóvenes nos educan a los adultos y ojalá también al Papa, quien vino a un país con 32 mil desaparecidos, 103 mil muertos y cientos de miles de desplazados por la violencia, y no se reunió públicamente -como señal de apoyo y para “dar voz” a esas familias- en forma especial con ninguna de esas familias de víctimas, y su vocero se atrevió a tratar el caso de Ayotzinapa como “uno más entre 27 mil”, ignorando lo que el Vaticano debería saber muy bien: nunca una “acción genocida” como fue la de Iguala, puede ser un caso más. Así, puede que la visita del Papa haya aportado a la cultura y educación para la paz en el país, pero a la construcción de paz en un país en guerra no hizo ningún aporte, al contrario legitimó al victimario al ‘desaparecer’ de sus discursos a las víctimas. Nos dio esperanza que visitara la tumba de “Don Samuel” en Sancris, pero sólo fue un acto simbólico pues Tatic  ofreció su vida para dar “voz a los sin voz” de más abajo.

Por otro lado, la rectoría de la UNAM hizo una serie de declaraciones y comunicados acerca del grupo que ocupa el auditorio Che Guevara o Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras. Nos parece que hay que tener mucho cuidado en esta situación para no polarizar y aumentar la espiral de guerra. Por supuesto que nos preocupa la toma del auditorio desde el año 2000, su recuperación es una demanda legítima de sectores amplios de la comunidad ante una situación que partió de tomar ese espacio como una forma de romper la exclusión social que había, y que ahora acabó siendo otra forma de exclusión. Es necesario recuperarlo con alguna forma de “mediación social” noviolenta amplia de la comunidad, para que pueda volver a servir a la construcción colectiva de conocimiento, al debate abierto de ideas, y al crecimiento de la reflexión conjunta en toda la comunidad.

Sin embargo, como decía Gandhi: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”, y no se puede lograr un fin positivo, como es recuperar ese espacio para la colectividad amplia y total, a partir de la guerra sucia, de la represión, de denuncias sin pruebas de la PGR contra el joven Jorge Esquivel diciendo que llevaba droga y fue apresado como narcomenudista. ¿Cuántos decenas de miles de narcomenudistas hay en el país, en cada secundaria, prepa, uni, esquina de barrio…? ¿Cuántos cientos y cientos hay en CU? ¿Cómo puede ser posible que se mande a una persona en pocas horas, sin mostrar pruebas claras a la sociedad, por un delito así, al penal de máxima seguridad de Hermosillo? ¡De locos la impunidad e injusticia! Es evidente que es muy difícil creer la versión de la PGR, y aunque fuera así, el “castigo totalmente desproporcionado”, y la “criminalización social” dan a pensar que se trató de una vil y burda trampa más del poder, para aumentar la espiral de guerra, despojo y represión en el país.

Rectoría en su comunicado inmediato al hecho, criminalizó con prejuicios, estigmas y apodos al tratar de vándalos, ajenos, delincuentes y narcomenudistas a Jorge y sus compañeros del OkupaChe, olvidando que su tarea principal es la construcción de paz y no aumentar la espiral de la guerra, aún con un fin legítimo como reabrir el auditorio a la comunidad amplia. Algo fundamental en la pedagogía de la paz es “escuchar todas las voces” en conflicto, y no se escuchó a los del Okupa y, en cambio, se “obedeció ciegamente” a otra autoridad: PGR. Según los Okupa, se trató de una “siembra de droga”, Jorge no vendía nada ahí, y fue incluso arrestado por policías de civil en coches sin placas. Sabemos cómo han sido “sembrados” por el poder Mireles, Nestora Salgado, la gente de la CRAC, Semehí Verdia…

Los medios y las autoridades tomaron, haciendo uso del típico “pensamiento periférico”, el momento final de la violencia cuando los del Okupa bloquearon las calles del circuito de CU y realizaron agresiones, ignorando por completo el origen de ese proceso: su desesperación al tener un compañero desaparecido-preso sin ninguna justificación y con lujo de violencia. Podemos diferir en sus métodos de lucha, y creo que lo que hicieron no ayudó a su compañero sino que justificó mediáticamente más la represión brutal y en eso fueron ‘penetrados’ y provocados, pero no hay que olvidar que estaban dignamente siguiendo el ejemplo del colectivo Nos hacen falta  al “hacerse cargo” de su compañero desaparecido.

Pero esta acción represiva se da dentro de un proceso nacional de guerra, disciplinamiento y aterrorizamiento social, en nombre de la “seguridad”, concepto de la militarización que nada tiene que ver con la paz, la cual va asociada a la justicia y la interculturalidad. Y entonces surgen otros hechos que llaman la atención y alertan sobre los ataques a la cultura humanista y de humanización de la especie que tanto ha difundido la facultad. Grupos de maestros y estudiantes, están circulando una carta y un documento de algunos Consejeros diciendo que  “para conservar las condiciones materiales de seguridad y convivencia” hay que tomar medidas frente a “ese par de problemas interconectados: seguridad y comercio interno”. Así, “la invasión de vendedores ambulantes (de comida y dulces)” que hay dentro de la facultad atentan contra la seguridad y la convivencia, y contribuyen a “los niveles de deterioro creciente de nuestro espacio académico”; “…nuestra facultad se encuentra en un estado de vulnerabilidad general”. Y agregando, con total falsedad, que esta ‘limpieza social’ del espacio se trata de “una demanda unánime”. ¿A quién consultaron? ¿Nos dirán luego que esos vendedores son narcomenudistas?

Nos preguntamos: ¿con base en qué DATOS objetivos y reales se pueden hacer semejantes afirmaciones de aterrorizamiento, para crear condiciones al desalojo y la represión? Porque si no hay esos datos, se trata del puro pre-juicio, del estigma, del “empirismo lógico” que “afirma sin pruebas”; y cuando hablamos de “datos” lo hacemos con rigor científico donde un dato no es la generalización de una excepción. Esta cultura del “encierro” y el terror por la inseguridad, propia de todo el país y gran negocio para el poder, se vio en la misma facultad hace pocas semanas cuando se impuso una “huella digital” para entrar a la sala de maestros, espacio que se supone es símbolo de libertad y diálogo. ¿Aterra que un/a alumno/a entre sin permiso a esa sala exclusiva?  ¿Cuántas agresiones y de qué tipo de ‘gravedad’ a maestros/as ha habido en los últimos meses por parte de alumnos/as o vendedores dentro de la facultad? Si la respuesta es cero, o casi, se trata de medidas irracionales, prejuiciadas, o de otro tipo.

 Ante todo este avance de la polarización y el encierro (ideológico y físico), son una gran oportunidad de reflexión colectiva amplia en la facultad las Jornadas de “Refléctere”, acción académica de no-cooperación (evitar la inhumana normalización de “dar clases como si no pasara nada”), donde durante toda esta semana se reflexionará en varias clases lo que está sucediendo con la situación de violencia en el país, la justicia, las víctimas, la facultad, el auditorio…en un intento de construir un conocimiento que permita enfrentar desde el diálogo, la construcción de paz y noviolencia a estas situaciones, y así romper con la siembra de la inseguridad y el terror, la polarización y la confrontación prejuiciosa, que son lo que menos necesitan México y la UNAM.

Que el Auditorio Che Guevara o Justo Sierra regrese a su uso ampliado para la totalidad de la comunidad universitaria, pero desde una mediación de cultura de paz y no desde el incremento de la espiral de la guerra. Para ello, la mirada central debe estar en los medios, y no sobre el fin ‘a toda costa’.

Pietro Ameglio

Desinformémonos, 11 marzo 2016  

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