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Presidios brasileños utilizan medicalización como estrategia de control social

Lu Sudré

Foto: Psicotrópicos son administrados indiscriminadamente, sin evaluación o informe médico / João Wainer

«Me corté y pasé dos meses con la herida abierta, sin puntos, sin remedios. La atención médica es una vez por semana, y dos presas son atendidas. Cuando fui atendida, dijeron que no había más que hacer, tuve que esperar que la herida cicatrice sola. El único remedio que nos dan es para dormir y para la ansiedad. Todos los días recibimos un vaso de plástico con Amytril, Neozine y Rivotril».

Este es el relato de una mujer presa, divulgado por la Pastoral Carcelaria, en la página ‘Voces Marcadas por la Cárcel’, que muestra un aspecto del sistema carcelario brasileño sobre el cual no hay muchos datos: la administración excesiva de psicotrópicos, de forma indiscriminada, a presos y presas.

Una práctica que, conforme los testimonios recogidos por la entidad, no está restringida a los Hospitales de Custodia y Tratamiento Psiquiátrico (HCTP), donde son enviadas las personas que cometieron crímenes y son consideradas inimputables debido al trastorno mental que padecen.

Doña Claudia cuenta que su hijo Rodrigo no logra dormir sin medicación. Cumpliendo pena en una de las penitenciarías de Lavínia, en el interior de São Paulo, venía siendo medicado sin ninguna evaluación médica o informe psiquiátrico. Práctica que solamente cesó después de la intervención de su esposa.

Según Claudia, el fue “dopado” y dormía muchas horas, al punto de que su nuera percibía los efectos de la medicación al visitarlo.

“Mi nuera que está yendo a visitarlo, es lejos, no tenemos como. Ella va una vez por mes a hacer la visita y fue conversando con el, pidiéndole parar la medicación. Ahí el dio un basta y paró de pedir. El pasa buscando que hacer durante el día para cansar su mente para poder dormir por la noche”, cuenta Claudia.

Preocupada, la madre dice que ni su hijo sabía el remedio que tomaba todos los días. «Le mandamos cartas a el directamente, para que tenga que leer y escribir, para cansarse mentalmente».

Sin prescripción

Diazepam, Clonazepam, Fluoxetina y la Carbamazepina son los más ingeridos por los presos (Imagen: Marcos Santos / USP)

En la evaluación de Sara Antunes, del Grupo de Trabajo de Salud Mental y Libertad de la Pastoral Carcelaria, la hipermedicalización es creciente en todos los mecanismos sociales, pero en el sistema carcelario es claramente una estrategia de control social.

El desarrollo de cuadros de sufrimiento mental después de la vivencia en el sistema carcelario, según Sara, es muy común. “Hoy, los medicamentos psicotrópicos ocupan ese lugar como una forma de calmar los ánimos, de contener posibles revueltas. Mantener a los presos calmados. Eso acontece de manera informal. Enfermeras, técnicos de enfermería, los propios agentes carcelarios, dan medicamentos sin prescripción, sin nada”, denuncia.

Ella puntualiza, sin embargo, que la acción de administración de los remedios debe ser encarada como resultado de la dinámica opresiva del propio sistema carcelario, y, en este caso, no cabe responsabilizar a los trabajadores.

Lo que necesito es un diazepancito para dormir

Preso de la Penitenciaría Masculina de Lucelia.

Antidepresivos y ansiolíticos son las medicaciones más frecuentemente entregadas conforme relatos de presos, registrados en el artículo “Gestión neuroquímica: pastillas e inyectables en la prisión”, de Fabio Mallart, doctorando en Sociología por la Universidad de São Paulo (USP).

Mallart analiza que el uso difundido de psicofármacos como Diazepam (Valium), el Clonazepam (Rivotril), la Fluoxetina (Prozac) y la Carbamazepina (Tegretol), dentro de las prisiones, debe ser comprendido desde diferentes ángulos. “Es la propia mecánica de funcionamiento del espacio carcelario, marcada por hacinamiento, golpes, indefinición procesal, ausencia de actividades de estudio y trabajo. Esa dinámica de funcionamiento de la prisión produce efectos como insomnio y ansiedad que son tratados por medio de sustancias psiquiátricas”.

Se trata de una especie de gestión neuroquímica, según el. “Algunos de esos medicamentos, principalmente los inyectables como el Hadol, también funcionan como instrumentos de contención y tortura”, evalúa.

Sara indica que en las celdas de castigo o en los espacios llamados ‘seguros’, donde son relocalizados presos que están en conflicto con otros, la situación es aún peor.

“Es necesario que esto sea leído como una forma de violencia. Es tan insoportable, tan sufrido, que la persona prefiere doparse durante 30 días para poder aguantar. Esos son entendidos como los espacios subterráneos, aun más perversos que los espacios carcelarios comunes, donde la medicalización es aun más intensa”, declara.

La integrante del GT de la Pastoral Carcelaria entiende la hipermedicalización como más una forma de tortura dentro de un sistema donde las violaciones son estructurales.

Nunca tomé nada antes. Comencé porque no consigo dormir, fue la detención que me vició en esa m… de diazepam.

Caio, preso de la Penitenciaría Masculina de Lucelia.

El médico psiquiatra Mauro Aranha, coordinador jurídico del Consejo Regional de Medicina del Estado de São Paulo (CREMESP), define el ambiente de la prisión como “estresante y patógeno” y denuncia la ausencia de atención médica a los presos, sometidos a situaciones indignas e inhumanas.

En la opinión del especialista, el acompañamiento médico es esencial para la salud de los presos, sea en los HCTP o en los presidios normales. “Alguien que tuvo disponible un determinado tranquilizante o cualquier otro remedio, tiene que tener todo registrado en su prontuario y la evaluación para eso tiene que ser hecha por un médico. La mayoría de las veces, esos presos no tienen el debido cuidado y eso es fundamental que venga a acontecer».

Aranha respalda que no se puede medicar con otra finalidad que no sea mejorar el estado de salud física y mental de un paciente. “No se puede dar una medicación solo para sedar a una persona. La medicación tiene que tener un efecto terapéutico, justificado y legitimado por un prontuario médico que tiene que ser presentado por la autoridad, por los órganos de fiscalización”.

Para la Asociación de Familiares y Amigos de Presos (AMPARAR), el objetivo del fácil acceso de los presos a las medicaciones es claro. “Solo piden y les dan. Es el control de las personas, no quieren saber la situación en que está la persona, solo quieren controlarla. Quieren que pasen dopados, en un rincón, durmiendo. Para ellos es la mejor cosa que hay”, afirma una representante de la organización, que prefiere no identificarse para evitar represalias.

Comencé a estresarme demasiado. La cárcel afecta psicológicamente.

Preso del Centro de Detención Provisional de Pinheiros I, medicado con diazepam y carbamazepina.

La AMPARAR también denuncia que la práctica acontece en la Fundación Casa, y relatan que, cuando buscan los informes psiquiátricos que supuestamente justificarían el uso de medicamento por los jóvenes, no los encuentran. La preocupación también es latente con relación a los presos usuarios de drogas.

Manicomios judiciales

Brasil es el tercer país con mayor número de personas presas, luego de los Estados Unidos y China. Hasta junio de 2016, conforme Levantamiento Nacional de Informaciones Penitenciarias (INFOPEN) divulgado a fines del año pasado, había 726.712 personas presas. En diciembre de 2014 había 622.202 presos.

Los datos son del Departamento Penitenciario Nacional (DEPEN), del Ministerio de Justicia.

De los 1.449 establecimientos carcelarios en el país, 28 unidades están destinadas al cumplimiento de medidas de seguridad, el descuido de los custodiados en los HCTP también es un problema.

Débora Diniz, profesora de la Universidad de Brasilia (UnB) e investigadora de la organización no gubernamental ANIS (Instituto de Bioética, Derechos Humanos y Género), organizó el único censo divulgado hasta el momento sobre custodia y tratamiento psiquiátrico en Brasil, publicado en 2013.

A pesar de reunir datos de 2011, el levantamiento es el primero en romper con la ausencia de informaciones sobre los manicomios judiciales, implantados en el país hace 90 años.

El censo registra que 3.989 hombres y mujeres estaban internados en hospitales o alas psiquiátricas de presidios. El número corresponde al 21% de la población en medida de seguridad en el país, siendo que 606 de esas personas estaban internadas hace más tiempo que la pena máxima para la infracción cometida.

Estoy preso con medidas de seguridad y no me hacen exámenes psiquiátricos hace seis meses. Cuando sale una carta de libertad aquí, no dejan a la persona salir y continúa presa.

PCR, Voces de la cárcel

Aún según la publicación, por lo menos una de cada cuatro personas no debería estar internada, y para un tercio de ellas no fue confirmada la justificación de la internación. Para 1.866 encarcelados (47%), la internación en los HCTP no estaba fundamentada por criterios legales y psiquiátricos.

Ambiente enfermizo

En opinión del coordinador del CREMESP, la cuestión tiene que ser tratada con respeto a la dignidad humana por encima de todo. “Sea en los centros de prisión provisionales o en los presidios, sea en los hospitales de custodia, mientras la sociedad no tenga sensibilidad suficiente para dedicar a esas personas el mismo respeto a la dignidad humana, que prestan o dedican a todos los otros seres humanos, vamos a continuar viviendo esta situación”, dice el médico psiquiatra.

Sara Antunes, del GT de Salud Mental de la Pastoral Carcelaria, resalta que el proceso de hipermedicalización no puede ser considerado un equívoco, una falla en el sistema carcelario, ya que sirve a la dinámica de violación estructural del propio sistema.  “Es una forma de control más sutil, ‘más dulce’, está entrando en vigor cada vez más porque funciona, está resultando para ellos. Es una manera que no es ilegal”, finaliza.

Hasta el cierre de esta nota, la Secretaría de Administración Penitenciaria (SAP) no respondió al cuestionario enviado por el reportaje sobre la práctica de medicalización con psicotrópicos como forma de control social en los presidios.

* Nombres ficticios fueron utilizados para preservar la identidad de las fuentes.

**Los testimonios aquí publicados fueron reproducidos del artículo “Gestión neuroquímica: pastillas e inyectables en la prisión”, de Fabio Mallart.

Edición: Cecilia Figueiredo

 

Este material se comparte con autorización de Brasil de Fato

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