El capitalismo contemporáneo, en su versión global y neoliberal, se ha caracterizado por acentuados procesos de acumulación de la riqueza, de aumento de la pobreza y la desigualdad, y por generar una crisis climática global derivada del deterioro de medio ambiente por la producción incesante de mercancías; se trata de un drástico escenario de precarización generalizada de la vida de la mayoría de la población del planeta. En este contexto, las migraciones internacionales forzadas, que habían sido parte constitutiva de la conformación del mundo moderno desde hace siglos, han aumentado de manera drástica, y se han extendido a diferentes regiones del mundo, diversificando las poblaciones involucradas.
Los procesos de las migraciones forzadas están determinados, entre otras causas, por dinámicas de desarrollo desigual entre estados-nacionales con desiguales condiciones socioeconómicas de existencia material, así como por dinámicas de distribución territorial de población (en especial la relocalización y movilidad de trabajadores), que implican el cruce de varias fronteras internacionales. No obstante, las migraciones forzadas, también son, sin duda, prácticas y acciones de determinadas poblaciones que, en situaciones de clara precarización, migran para mejorar sus condiciones de vida.
Considerando las múltiples dinámicas socioeconómicas y políticas que configuran las migraciones y las diferentes instituciones y sujetos sociales que las conforman, es necesario formular andamiajes conceptuales críticos en el abordaje de las migraciones.
El ejercicio de dicha crítica implica tres dinámicas relacionadas: diagnóstico, posicionamiento y una lectura hacia la intervención.
El primer paso es la elaboración de diagnósticos sobre los marcos sociohistóricos de las poblaciones e instituciones que conforman las migraciones, y de los procesos y las relaciones de poder asimétricas que producen los contextos de expulsión migratoria, y las posteriores dinámicas de tránsito y destino.
Posteriormente, se requiere la construcción de un posicionamiento histórico-político que, no sólo aborde con profundidad las causas estructurales de estos procesos de movilidad transfronteriza, sino que también critique los procesos de marginación, exclusión y violencia que caracterizan a las migraciones forzadas.
Por último, los pasos previos posibilitan generar una lectura que hace viable vislumbrar las acciones y prácticas para resolver las dinámicas de carácter político, socioeconómico y de violencia que producen los contextos de expulsión de las migraciones forzadas contemporáneas.
En el contexto de lo previamente señalado, se requiere un marco conceptual que tenga en cuenta tres ejes:
1) Dimensión estructural de los contextos de expulsión
Con base en el marco de la economía política de la migración y de los debates de relación entre migración y desarrollo, es fundamental partir de la consideración de las condiciones macro-estructurales (con dimensiones locales, nacionales, regionales y globales), que producen contextos de expulsión muy adversos. Dichos contextos de expulsión aluden a necesidades básicas (e imprescindibles) como salarios justos y suficientes, trabajos bien pagados, tener condiciones de vida libre de violencia y con derechos sociales (como educación, seguridad social, salud, etc.).
Y, de forma complementaria, considerar los procesos de desarrollo del capitalismo neoliberal. Es necesario trazar la genealogía de las dinámicas políticas, sociales y económicas que obligan, contra su voluntad y de manera forzada, a los migrantes a salir de sus lugares de origen. Se trata de procesos como el incremento de la desigualdad, el aumento de la pauperización, la presencia de la violencia e inseguridad, y los impactos de los procesos medioambientales en localidades en condición de vulnerabilidad y exclusión; en un sentido general, es la generalizada y estructural precarización de las condiciones materiales de vida.
2) Poblaciones migrantes como sujetos sociopolíticos, y su posición en las migraciones
Un punto de quiebre importante es la centralidad de los migrantes, como actores relevantes que definen y conforman las movilidades transfronterizas. En este sentido, es clave ver cuáles son las lecturas e interpretaciones que los propios migrantes forzados hacen de los contextos de expulsión. Es fundamental comprender en función de qué valoraciones e ideas las personas escogen migrar, así como las percepciones que tienen sobre las causas.
Por ello, y desde la propuesta de la autonomía de las migraciones, hay que elaborar un marco conceptual sobre los grupos migrantes que trascienda la concepción de los migrantes como poblaciones pasivas e inermes. Si bien los migrantes están constreñidos por dinámicas económicas macro y determinados por contextos de vida específicos, también son poblaciones con diversas agencias que, desplegando su capacidad de acción y utilizando diferentes recursos y saberes, eligen la opción de migrar para incrementar sus condiciones de vida, y remontar situaciones de existencia muy adversas.
3) Las dimensiones políticas del abordaje de los procesos migratorios
Los procesos migratorios forzados tienen diversas etapas (origen, tránsito y destino), y, con alta frecuencia, se distinguen por dinámicas de intensa precariedad material y por el ejercicio de la violencia a través de los distintos países involucrados.
En este sentido, y siguiendo las reflexiones de la autonomía de las migraciones, se requieren ejercicios analíticos que critiquen, visibilicen y denuncien las políticas migratorias y fronterizas que criminalizan a los migrantes, y los “representan” -sin evidencia y de manera infundada- como “delincuentes”, y claros y deliberados “transgresores de la ley”. Urge cuestionar y desarticular los discursos estatales que estigmatizan a los migrantes. Tampoco los ejercicios y estrategias de control migratorio en los estados-nacionales de tránsito y destino deben fundarse en perspectivas de “seguridad nacional”, que, de forma constante y estructural, violan los derechos humanos de las poblaciones extranjeras irregularizadas.
Finalmente, se requiere desarticular y hacer frente al uso político, xenófobo y desinformado que de los procesos migratorios forzados hacen ciertos gobiernos. Son injustas y carentes de evidencia las dinámicas estatales de exclusión y estigmatización hacia los migrantes; dinámicas utilizadas para producir ventajas y réditos en asuntos políticos y electorales (como lo han venido haciendo de forma sistemática Trump y los republicanos en el escenario político de EUA desde hace años). Las políticas de control de las migraciones forzadas no deben estar supeditadas (ni ser rehenes) de otros procesos de corte internacional y dimensión geopolítica. Un ejemplo de esto son los países de Centro y Norteamérica que se alinean y siguen las políticas regionales anti inmigratorias impuestas forzadamente desde los gobiernos de EUA, y que, con esto, buscan evadir sanciones económicas y/o obtener beneficios políticos de las recientes administraciones estadounidenses (Trump, Biden).
Finalmente, se debe reconocer la dimensión política de las migraciones, asumir las causas estructurales que las producen, y visibilizar y valorar a los migrantes como poblaciones con agencia y posesión de diversos derechos. Las políticas migratorias de criminalización no pueden ser una excusa para transgredir derechos humanos y violentar poblaciones extranjeras.