Patti Smith con los pañuelos verdes, la wiphala y el puño en alto

Gustavo Grazioli

Foto: Martín Bonetto

Si uno quiere hablar de punk a esta altura del partido, no hace más que caer en un ahogado movimiento que terminó exhibido en los museos. Pero ahora bien, si se dejan de lado todos los puntos en contra que adoptó este movimiento cuando fue acunado por esas mentes brillantes que dominan el mundo y solo se piensa en las sensaciones y el legado simbólico que dejó, se enciende una nostalgia esperanzadora de creer en un mundo libre. Aunque una canción no salve al mundo, sea como sea, te ilusiona. Y eso es lo que vino a hacer ayer Patti Smith al Luna Park. A devolver(nos) la ilusión que una canción todo lo puede.

Pasadas las nueve de la noche, después de un tremendo set de Paula Maffia, donde dejó ver su desatada emoción por estar ahí y que cerró desplegando el pañuelo verde del aborto seguro, legal y gratuito y militando las causas justas, como hace siempre, arribó al escenario la poeta, fotógrafa, periodista, la punk…en fin: la artista integral . Cuando “la madrina del punk”, mote que mucho no le gusta – a decir verdad, ninguna etiqueta le gusta – se hizo presente, además de los aplausos a rabiar de un público exultante, de unos treinta y cinco años para arriba, quedó claro que su imagen no solo es el rock en su más amplio sentido, sino que también es referencia de libertad. De la bendita freedomque tanto anhelamos. Con los clásicos Dancing BarefootRedondo Beach y Ghost Dance, este último dedicado a los pueblos originarios, dio comienzo a la fiesta.

Continuó con Beneath the Southern Cross y con Free Money logró que el público empiece a perderle el respeto a los asientos numerados. La gente se paró y en compañía de sus celulares que filmaban y sacaban fotos, atendieron al pedido de Patti: “levanten las manos contra las corporaciones y los gobiernos”.

Luego, con Jimmy Rip de invitado y su guitarra furiosa, vinieron los covers. Primero I’m Free de The Rolling Stones y después una de su admirado Lou Reed: Walk on the Wild Side del disco Transformer (1972). She said, hey babe, take a walk on the wild side/ Said, hey honey, take a walk on the wild side. También hubo lugar para su versión de After the gold rush de Neil Young que incluyó en su disco Banga (2012). Look at mother nature on the run in the nineteen seventies / Look at mother nature on the run in the nineteen seventies, se la escuchó cantar y poner énfasis en el pedido de cuidar el medio ambiente.

La música que compartió Patti en el Luna Park es un acto de rebelión contra el paso del tiempo. Esta mujer de 72 años, que ya pisa los 73, dejó todo en el escenario. Saltó, bailó, gritó, fue muy generosa con su show. Es ella. No necesita ningún tipo de acto estruendoso ni ninguna pirotecnia. Apenas los acordes se ponen en marcha, su voz se cuela en las melodías de las canciones y el efecto “magdalena de Proust”, ese que a través de los sentidos nos trae recuerdos olvidados, se hace realidad.

La versión del tema Gloria de Van Morrison que dejó para los finales, con esa voz potente gritando el estribillo y arrojando una música que tan solo tiene tres acordes, te lleva de nuevo para mediados de los 60 y principios de los 70. Cada canción es un boleto a olores, postales, poesías e incluso a otras canciones.

Con este show es la tercera vez que pisa nuestro país (la primera fue en el festival BUE en 2006 y la segunda fue en 2018 en el CCK) y cierra su gira por Latinoamérica, que también incluyó Brasil, Chile y Uruguay. La mujer de cabellera larga y blanca, con peinado a las dos aguas, que apenas deja ver su cara huesuda y larga, es un chamán que exorciza con sus canciones y es un radar cultural. A mitad del siglo XX su figura, además de ser influyente en la música, lo fue en la lectura de los jóvenes norteamericanos. Los acercó a los poetas con los se fascinó y con los cuales, muchas veces, redimía la angustia y supo despertar su pasión por la escritura. Algunas pistas de su fuente creadora están en Rilke, Arthur Rimbaud, William Blake, Walt Whitman, Allen Ginsberg, Sylvia Plath, William Wordsworth o T.S. Eliot.

No caben dudas de que todo en ella es sinónimo de contracultura en todos los sentidos. Nunca estuvo de acuerdo en pertenecer a ninguna etiqueta ni a ningún movimiento que la asfixie. Es una artista que está en constante búsqueda de la libertad. Hoy junto a su banda integrada por Jack Petruzzelli, en guitarra, el bajista Tony Shanahan, el guitarrista Lenny Kaye y el baterista Jay Dee Daugherty, no hizo más que reafirmar cual es el rol del artista y el del pensamiento crítico.

En la escalada final del show, sin perder su pose punk, mientras mantenía su pie apoyado en el monitor que le devolvía el retorno de su voz, dejó en claro que la edad no condiciona al pensamiento. En Because the Night (tema en el que comparte autoría con Bruce Springsteen) le llegó por los aires un pañuelo verde por el aborto legal, seguro y gratuito. Ni bien lo levantó, ante la emoción y los aplausos, se lo enganchó al bolsillo y apretó el puño. Y al momento de concluir definitivamente, un segundo pañuelo, esta vez el de la bandera Wiphala, dijo presente en el escenario.

Los acordes finales fueron para People Have the Power, pero antes no olvidó dedicarle la canción a su novio de todas las épocas: Fred «Sonic» Smith, guitarrista de la mítica banda de rock MC5 y productor de Dream of life (quinto álbum de Patti), donde está esa canción.

Patti terminó cantando que la gente tiene el poder con los puños en alto y los pañuelos en sus muñecas.

Salud, Patti. Volvé pronto.

Publicado originamente en La Izquierda Diario

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