Foto: Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo
Oaxaca, Oax. | Desinformémonos. “El legado del maestro Toledo son los espacios que él fundó, sí, pero más que eso, su legado es una ideología, una forma de pensar. Es justo eso lo que ha permitido que continúen los espacios y que continúe el equipo de trabajo que lo rodeó en los últimos años, pero también que la gente que se integra pueda entender la forma en la que él pensaba”, sostiene Sara López Ellitsgaard, presidenta de la asociación civil Amigos del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca IAGO y del Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo (CFMAB), dos de las instituciones creadas por el artista que este año hubiera cumplido 83 años.
Julio y agosto son meses en los que se abren exposiciones para celebrar al pintor-grabador-ceramista y artista prolífico, para ver lo que vio, para ver cómo lo vieron quienes tuvieron la suerte de fotografiarlo, para ver cómo imaginaba y planeaba su obra y exploraba dibujando en hojas de reuso, en recibos o en cualquier papel que tuviera a la mano, los bosquejos que después serían una reja, un mosaico, un calcetín o una peineta.
Los espacios en la ciudad de Oaxaca (el IAGO y el CFMAB), al igual que el Centro de Artes de San Agustín (CASA), en Etla, se mantienen igual de vivos que como los dejó su creador. Las exposiciones son a veces el marco de un taller de fotografía para niños. En las paredes está colgada la obra y, en medio, mesas donde se juntan los talleristas para el aprendizaje de algún oficio. En las bibliotecas siempre hay gente revisando, leyendo lo mismo sobre su obra que sobre el arte mesoamericano o griego.
“Cuando ves lo que hay no te imaginas todo el trabajo que está detrás para procurar los fondos, la difusión correcta, que los talleres se llenen, que se atiendan las preocupaciones de la gente y por hacer cara a las nuevas generaciones. Porque lo que no se nos puede olvidar es que hay una generación grande que creció con Toledo como su contemporáneo, luego viene la gente que creció con él como sus alumnos directos y luego la generación de quienes lo conocen como alguien que es parte de Oaxaca, que no lo conocieron pero saben que estuvo aquí”, explica Sara López, en cuyos hombros recae gran parte de la responsabilidad de la vida de estos espacios.
Se trata, continúa en entrevista con Desinformémonos, “de dar continuidad, que la gente sepa quién era realmente el maestro. Ese es el sentido que tienen estas exposiciones y los talleres dentro y fuera de los espacios físicos que él creó”. El IAGO, por ejemplo, tiene un programa que se llama «IAGO en tu comunidad», que lleva los talleres a las comunidades “para que otras personas puedan ver, conocer y saber que existe un lugar que se llama IAGO, en el que pueden ver libros de forma gratuita, tomar talleres, formarse como bailarín, ir a la fonoteca, a las conferencias, hablar sobre problemas sociales de la comunidad”, explica López en el patio de las oficinas de la asociación civil que encabeza desde hace once años, en el centro de la ciudad.
Inaugurada en el IAGO el 12 de julio pasado, cinco días antes de su cumpleaños número 83, la muestra “Dibujos Preparatorios. Toledo Ve” reúne más de cien obras sobre papel que sirvieron para explorar soluciones para distintas piezas. Se trata de diseños de rejas, textiles, calcetines, cruces y gatos, que se pueden apreciar ya en obra realizada en la exhibición en el CASA.
“La gente tiene una idea de lo que era Toledo, que si el pintor, el activista, el hacedor de papalotes. Hay una idea muy fija, entonces parte de esta exposición es mostrar los otros lados de él: Toledo como diseñador, como dibujante, como alumno. Una de las grandes virtudes de él era que sabía escuchar, y sabía escuchar la opinión de los expertos en las diferentes materias porque no todos podemos ser expertos en todo”, advierte López Ellitsgaard.
Cada una de las disciplinas de diseño, explica quien era hija, colaboradora y alumna al mismo tiempo, “tiene sus retos y complejidades, pero él trabajaba de la mano directamente de los artesanos, con los herreros o con los que hacen los mosaicos o las joyas. Era una colaboración que se ve mucho en el resultado. Él hacía un dibujo, luego lo pasaban a la computadora y luego se hacía una primera muestra en corte láser, luego los colores, él ponía los diferentes pigmentos y la hoja de oro. Todo esto lo hacía de la mano de los expertos”.
Toledo fue un aprendiz permanente. Por ejemplo, en los talleres de baldosas “él no hacía sólo un dibujo, sino que trabajaba para que le explicaran las limitantes y las cosas que sí se pueden hacer. Eso es algo único”.
Calcetines, papalotes, mosaicos, textiles, rejas y demás obras que unen su arte con el diseño y la arquitectura se pueden ver en esta exposición que suma más de 700 piezas y que estará abierta al público hasta febrero de 2025. Curada por el propio Toledo, es la tercera vez que se presenta. La primera fue en el Museo Nacional de Arte Popular en la Ciudad de México y la segunda en la La Casa de México en Madrid, España.
Algo que resalta en la muestra es que ninguna obra tiene cédula ni nombre del autor. Sara López cuenta que toda la idea y montaje es del maestro, quien la dirigió a distancia, con la intención de que “los jóvenes pudieran ir y realmente ver los materiales, explorar y formarse su propia opinión. Es una invitación a reimaginar el uso de los objetos, ¿cuál es la intención de exhibir un anafre de placas? Eso que es un objeto utilitario que cuando lo sacas de ese lugar y lo pones en un museo ya es arte o diseño. Esa es parte de la razón por la que nada tiene cédula. Es un experimento que mucha gente no entendía pero era parte del ejercicio: ver como Toledo”.
Simultáneamente, en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, fundado en 1996 para promover la importancia de la fotografía, se presenta “una pequeña ventana a diversos momentos de la vida del maestro” en la exposición titulada “Ver a Toledo”, en la que la audiencia recorre las diferentes etapas y facetas del artista que lo mismo posó para las cámaras de los grandes de la foto, como Graciela Iturbide y Rogelio Cuéllar, que para las lentes del primer círculo de su familia y de cientos de paisanos que lo encontraban caminando todos los días por alguna calle de Oaxaca, de la que ya era parte del paisaje. Son más de 100 imágenes que abarcan al joven Toledo de 17 años, hasta algunas de las últimas fotos tomadas en 2019, meses antes de su fallecimiento ocurrido a los 79 años de edad.
-¿Cuál es la intención de la exposición fotográfica?
La exposición nace por sugerencia del propio Toledo. Estábamos platicando del paso del tiempo y él decía que los únicos que tenían un registro fidedigno de cómo iba envejeciendo era la gente que le tomaba fotos en la calle, y que sería muy interesante hacer una exposición de la gente que le tomó fotos.
Cuando falleció lanzamos una convocatoria para que la gente nos mandara fotos de él y vimos cosas increíbles, algunas muy divertidas porque la gente se lo encontraba en lugares muy extraños y le tomaba fotos muy extrañas, con el hilo de la quesadilla colgando, y así. Pero no fueron suficientes para hacer una exposición y pensamos que no estaba lo suficientemente fuerte.
La idea fue pedirle a los fotógrafos o a las personas que habían estado cerca de él que nos enviaran sus fotos, pero no las que todo el mundo conoce. Obviamente se debía incluir algunas que son muy famosas, pero hay muchas otras que nadie había visto del archivo de Elisa Ramírez, de Laureana, que son más personales, pero no íntimas. El maestro era muy privado en ese sentido y como familia nunca hemos sido de mostrar nuestra vida privada. La intención, más que mostrar un lado muy íntimo, era mostrar cómo otras personas lo veían.
Hay fotos de colaboradores, de periodistas, de fotógrafos, todas son formas de diferentes de verlo en diferentes momentos de su vida. Es también cómo se dejó ver él ante esa persona. Él era de momentos, había momentos en los que estaba dispuesto a hacer juegos y después se fastidiaba. Entonces era de suerte estar en ese momento para tomarle una foto.
Él no era tanto de ser dirigido en las fotografías, sino que tenían una idea e iban en esa misión. A todos nos pasa que cuando piensas en el maestro lo piensas en la época en la que tú lo conociste mejor o de la que hay más fotos o de la última vez que lo viste. Eso se queda estático. Y esta exposición para muchas personas era refrescar y ver cómo era él, por ejemplo de joven, o de grande, o cómo fue cambiando, o no. No hay fotos de él sin bigote, por ejemplo. Yo nunca lo vi así.
Es de las primeras exposiciones donde también aparece la familia. En las exposiciones realmente no se habían incluido las fotos de la familia porque cada quien tiene su identidad. Todos somos muy diferentes y cada quien ha querido hacer su propio camino. Eso también es válido.
Un equipo que mantiene viva su obra
A casi cinco años sin su presencia física, su hija Sara habla sobre el equipo que sigue dando vida a los centros culturales que construyó el maestro para la difusión y creación artística. “Hay un equipo muy grande de gente que mantiene vivos estos espacios. Son personas que trabajaron con él y también los nuevos que han entendido ver como ve Toledo. Los retos para mantenerlos vigentes son de todos los días, pero hay muchas cosas muy positivas”.
Pero, como es sabido, Francisco Toledo no vivía sólo en el mundo de las artes y sus preocupaciones sociales lo acompañaron hasta el final. Además del IAGO, CASA o el CFMAB, “están, por ejemplo, los proyectos de huertos en los centros penitenciarios, las donaciones de libros, de materiales didácticos, tenemos el proyecto de La Maquinucha Ediciones, fundada en 2016, y que tiene una residencia para la creación de materiales en lenguas. También está todo el archivo de él, se trata de ordenarlo, organizarlo y ver cómo lo podemos hacer accesible para el público”. Mucho trabajo, en resumen.
“El reto más grande”, explica López Ellitsgaard, “es que al final del día no está él aquí, que no sabemos cuáles son las direcciones que él hubiera tomado y sólo podemos tratar de hacerlo lo mejor posible. Es muy difícil porque cuando algo sale bien una piensa en qué pensaría él, si a él le gustaría, si estaría contento. Y si sale mal somos muy duros y nos tratamos de corregir”. Es su deber, dice. Y no sólo de ella, sino de toda la familia.
Toledo, el activista social, es difícil de seguir. Sus caminos para defender el patrimonio cultural y natural del estado en el que nació en 1940 pasaron siempre por la calle. Ahí está la tamaliza organizada en 2002 contra la instalación de un McDonald´s en el centro histórico; las acciones en defensa del maíz criollo; los 43 papalotes por cada uno de los normalistas desaparecidos en Ayotzinapa. Y, poco antes de fallecer, la carta enviada a Andrés Manuel López Obrador contra la construcción del Tren Maya, la cual, recordaría más tarde la fotógrafa Graciela Iturbide, no fue ni siquiera considerada para ser respondida por el entonces reciente presidente.
En los últimos años la salvaje gentrificación que padece la ciudad de Oaxaca es una de las principales preocupaciones de sus habitantes. “Muchos se preguntan qué diría Toledo y qué haría Toledo, pero creo que es una pregunta imposible de responder”, reconoce su hija. “Durante mucho tiempo él tuvo muchas preocupaciones en torno a temas como el agua, lo habló mucho y trató de que se tomaran acciones para prever la situación en la que estamos ahora”.
Otro tema de Toledo fue la conservación de las lenguas, “pues cada vez parece que cobran menos interés auténtico, y no folklorizante. En ese sentido creo que hay muchas cosas que todavía hay oportunidad de hacer para que realmente puedan convivir en este espacio todas las lenguas, porque no son nada más una forma de hablar, son parte de la cultura, la descripción de plantas, de animales, de sucesos que sólo se dan en esas comunidades. Se tiene que hacer un espacio real para que eso exista y no perdamos nuestra identidad”.
Finalmente, indica Sara, “hay que pensar siempre como ciudad, como estado, que las cosas se hagan para la gente que vive aquí, porque somos los que estamos y caminamos por la ciudad, vamos al mercado, vamos a los museos, consumimos el agua. Hay espacios para que venga la gente de fuera y hagan una derrama económica para la ciudad, pero hay que pensar primero en los que estamos aquí”.
(Una cuarta exposición se inauguró en este agosto en el CASA. Se trata de Francisco Toledo: Placas metálicas y obra gráfica que él creó con ellas”).