#NiUnaMenos: estudiantes se organizan contra las desapariciones

Yara Villaseñor

A partir de las denuncias en redes y frente a una convocatoria a movilizarse contra las desapariciones en las inmediaciones del metro, estudiantes universitarias convocan un asamblea contra la violencia en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

Ya planteábamos en esta nota, que frente a las desapariciones de mujeres lo más importante es la organización de manera independiente al gobierno y sus cuerpos represivos, coludidos con las redes de trata y el crimen organizado. Pues las múltiples denuncias evidencian que claramente no se trata de un caso aislado, o de un sujeto o un grupo de sujetos actuando de manera individual, sino que probablemente se trata de redes de trata al interior de la ciudad.

Lo que salta a la vista también es la salida punitiva que la clase política da a la violencia contra las mujeres, desde más policía, militarización -como plantea la Alerta de Género – hasta las recientes declaraciones de integrantes del Morena, como la diputada Ana Miriam Ferráez, que propuso toque de queda para las mujeres, o la iniciativa del mismo partido en diciembre pasado de someter a violadores a la castración química.

Sumado a esto, la Guardia Nacional dará mayores capacidades al Ejército replicando la misma política de seguridad que durante 12 años nos ha dejado con un aumento brutal en las cifras de feminicidio, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales.

Las redes de trata, si bien no son nuevas en la ciudad, han tendido a aumentar en todo el país en los últimos años producto de la militarización del país y la extensión de los cárteles del crimen organizado, siendo el negocio ilegal más rentable aún por encima de la venta de drogas. En todo el país las cifras de desaparecidas han crecido exponencialmente. Esto es también resultado de la subordinación política y económica del gobierno mexicano a los intereses del imperialismo estadounidense.

¿Cómo podríamos sentirnos seguras si las redes de trata están coludidas con estos cuerpos de “seguridad”, como demuestra la extensión de éstas durante la “guerra contra el narco”? Todo un teatro alrededor de una política impotente, ya que las salidas punitivas, de castigo individual contra los agresores, dejan intacto un sistema que los protege y reproduce la violencia patriarcal desde las instituciones del Estado.

El movimiento estudiantil no parte de cero para enfrentar la violencia

Es indispensable partir de los avances que dejó la lucha contra la antidemocracia y el porrismo en las universidades del semestre pasado, donde miles de estudiantes salimos a repudiar la violencia en nuestros planteles.

La fuerza de las mujeres universitarias, estudiantes, trabajadoras y académicas es enorme y aún más potente junto a nuestros compañeros. Dentro de nuestras escuelas tenemos que organizar asambleas tripartitas que nos permitan discutir medidas que podamos exigir a las autoridades e imponer con la fuerza de la movilización y los paros, que no fortalezcan el aparato represivo y de espionaje que en la UNAM es el Tribunal Universitario, que lleva más de 3 mil expulsiones de activistas estudiantiles, académicos y trabajadores.

Ni las cámaras, los torniquetes o la policía rondando nuestras escuelas garantizan nuestra seguridad. Por el contrario, es necesaria la más amplia autoorganización, como demuestra la tradición del movimiento estudiantil contra el porrismo.

Hay que exigir rutas seguras de transporte gratuito desde los campus hasta todos los puntos de la zona metropolitana y construir recorridos seguros, entre todos, con diversos puntos de encuentro. También comisiones de género tripartitas que aborden los casos de acoso y hostigamiento sexual para evitar la protección de altos funcionarios y académicos de planta vinculados a las autoridades; que los planes de estudio garanticen una educación laica y no sexista.

Incluso ir por más y cuestionar que la violencia contra nosotras es también la exclusión de la educación, la privatización de ésta por debajo del agua, así como la precarización laboral que enfrentan trabajadoras y académicas. Bien podrían financiarse clínicas de interrupción legal del embarazo en el campus, destinando el presupuesto para sueldos de altos funcionarios académicos como el Rector y los investigadores. Incluso construir un albergue para garantizar la integridad de las mujeres que sufren violencia en sus hogares, con sus parejas y no pueden huir por falta de recursos. También podrían implementarse guarderías gratuitas para todas.

La clave es transformar el miedo en rabia y ésta en organización

Pese a la situación, no tenemos miedo, tenemos rabia. En primer lugar, debemos pelear porque el movimiento estudiantil abrace, como hizo el semestre pasado, todas nuestras demandas. Y por coordinar nuestra lucha con la que hoy encabezan a nivel nacional los y las trabajadoras estatales, contra los despidos generados por la austeridad del nuevo gobierno, con el magisterio combativo de Michoacán, y con los obreros maquiladores que en Tamaulipas, aún con la militarización y el crimen organizado, exige mejores condiciones laborales.

Hay que retomar sus métodos de lucha, como los bloqueos y los paros, extenderlos y coordinarlos, para preparar una gran jornada de lucha este 8 de marzo, para que la convocatoria de Huelga Internacional de Mujeres sea superior a la del año pasado, nutrida por decenas de miles y mostrando la potencialidad de la unidad obrero estudiantil para obtener nuestras demandas. Muy distinto sería si frente a cada caso de acoso sexual, despido injustificado, desaparición o feminicidio, la Universidad fuera paralizada para repudiar esta situación.

La respuesta colectiva es la mejor arma para demostrarle a las compañeras que han sufrido violencia que no están solas, que el movimiento las respalda. Por eso hay que fortalecer medidas colectivas que nos permitan responder como uno solo, compañeras y compañeros, frente a cualquier caso de agresión contra una mujer.

Si te encuentras en problemas, grita, pide ayuda, resiste y procura no volver sola; si ves a personas que porten un pañuelo verde, recuerda que son de confianza: quienes nos organizamos por el aborto legal, libre, seguro y gratuito también nos movilizamos contra las redes de trata. Si ves a una compañera en problemas, pide ayuda para auxiliarla en grupo, muchas veces la respuesta de gente desconocida ha impedido desapariciones y frenado agresiones.

Pero desde la Agrupación de mujeres Pan y Rosas consideramos fundamental la necesidad de ser miles organizadas y en las calles, organizadas, movilizadas, junto a nuestros compañeros, para expresar nuestra rabia y hartazgo frente a la situación de precarización, violencia y desapariciones que vivimos. Tenemos que ser más las mujeres organizadas que las desaparecidas y asesinadas, para ganar la voluntad de miles de mujeres dispuestas a visibilizar estas situaciones.

Es elemental impulsar un movimiento de mujeres combativo y con independencia de este gobierno que reproduce la violencia patriarcal, que se coordine con todos los sectores en lucha para enfrentar la violencia, los feminicidios, las redes de trata y para arrancar todos nuestros derechos.

Pero además, consideramos indispensable organizarnos desde una perspectiva anticapitalista y revolucionaria, peleando por conquistar todo derecho posible para las mujeres, pero también por acabar con este sistema de violencia, opresión y explotación para las grandes mayorías. Este #8M paremos todo, junto a nuestros compañeros, para expresar que nuestra rabia no permitirá que se lleven a ninguna más.

 

Publicado originalmente en La Izquierda Diario

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