Niñez en general y niñez en particular

Alfredo Grande

Hoy se ha puesto de moda el acuerdo en general y el desacuerdo en particular. Un disparate político y un grotesco existencial. Es como decir: te amo en general, pero te detesto en particular.

Me parece que estamos ante otra de las trampas de la cultura represora. Como siempre digo, es buen recurso invertir la lógica cerrada de la cultura represora. Sin ir más cerca, cuando algún energúmeno para cerrar una discusión dice “2+2 es 4”, es bueno enseñarle que “4 no es solamente 2+2”. O sea: si no hay acuerdo en lo particular, el acuerdo en general es falso. O sea: es un acuerdo encubridor y lo denomino “pacto perverso”.

La represión planificada del descontento que este pacto perverso generó, es evidencia más que suficiente de que los pactos perversos, ocultos en la mal llamada gobernabilidad, despiertan broncas y odios justificados.  

La denominada democracia ha sostenido un pacto perverso con la niñez. La audacia y honestidad de Alberto Morlachetti y el padre Carlitos Cajade le puso nombre a ese pacto perverso: el hambre es un crimen. Hace más de 40 años que se comete y en condiciones de total impunidad. En general nos ocupamos de la niñez, en particular la destrozamos.

Lo que me indigna es que ante la evidencia de que en particular las niñeces y adolescencias son cuasi exterminadas, se sigue cacareando con pactos internacionales, acuerdos sobre el interés superior del niño, los derechos inalienables y toda esa zaraza. La santidad habla en general, pero en particular actúa el diablo.

Ya es obvio que en la noche de los tiempos el buen dios y el demonio hicieron un pacto perverso. En general el cielo, en particular el infierno. Esta democracia en una democracia en general, en particular hay islotes de terrorismo de estado. Y si todo sigue como está pactado entre oficialismo y oposición, los islotes serán continente.

Entre los que dicen que hay que darle tiempo y los que dicen que lo mejor es que termine el mandato, parece que la disociación entre lo general y lo particular será cada vez mayor. Una nueva versión de “felices los niños” en general y violaciones y abusos en particular.  Así son las cosas en estas democracias que son el mejor maquillaje de toda cultura represora. Maquillaje que, más lento o más rápido, se va corrompiendo y pronto mostrará el verdadero rostro. El rostro maquillado de un capitalismo que pretende sostener derechos humanos mostrará que apenas sostiene derechos humanos en general, pero no en particular. Y que con la democracia no se educa, no se cura y menos se come.

Leamos a Silvana Melo: En la Argentina mueren niños diariamente por enfermedades ligadas al hambre. En un escenario que empeorará a la velocidad del alud ante la violenta insensibilidad de los que gobiernan. Sólo agregaría que el hambre es una enfermedad político social que tiene una cura sencilla: comida. Frecuente, abundante, nutritiva. Pero no en general, sino siempre en particular. Y ese particular se llama comedores populares.

Creo que es el momento para solamente intervenir en lo particular. Y de lo particular llegar a un “general” que no sea abstracto y negador como el de la actualidad.

Niñas, niños, adolescentes no necesitan de esta democracia de lo general. Por el contrario: esta democracia de lo general los asesina hace más de 4 décadas-  Y pensemos que un niño y una niña que hoy tenga 4 años, cuando el presidente actual termine su mandato tendrá 8.  La mitad de su infancia amputada. Y la otra mitad gangrenada por el sufrimiento y el dolor en particular.

Alguna vez escribí un alegato contra el mandato de la felicidad. En ocasión del repetido “felices fiestas” que siempre es una felicidad en general. Creo que es necesario un alegato contra el mandato de la democracia. Porque este mandato en general y nunca cumplido en particular, es el nido de la serpiente del deseo de dictaduras.

Entonces, como el aumento de precios, ya no se podrá volver atrás. Será tarde.

Imagen de apertura: Pablo Barrientos – Marcha

Publicado originalmente en Pelota de Trapo

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