Monocultivo de palma aceitera: las mujeres africanas resisten ante la violencia del agronegocio

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Monocultivo de palma aceitera: las mujeres africanas resisten ante la violencia del agronegocio

Lee y escucha la intervención de Marié Crescence en el webinario «Luchas antisistémicas para vivir sin violencia»

Hay que decir que, desde la independencia, las empresas se han instalado en Camerún y, junto con los programas de ajuste estructural impuestos por las instituciones de Bretton Woods, los Estados se han visto obligados a privatizar estas grandes plantaciones. Pasaron a estar en manos de empresas privadas, que son puramente capitalistas. Hasta hoy son estas empresas privadas las que generan grandes plantaciones de palma aceitera en toda África. Tenemos unos tres millones de hectáreas de palmas aceiteras plantadas en tierras que pertenecen a la población, y las consecuencias las sufren sobre todo las mujeres.

Primero las mujeres rurales perdieron sus tierras, que eran su principal recurso. Es la mujer la que necesita producir alimentos para su familia, para la sociedad. Cuando una pierde su tierra, ya no puede practicar su agricultura, no puede producir comida para alimentar a su familia, vender parte de su producción y tener un pequeño ingreso. Esto ya supone una gran violencia para ella, porque tiene que hacer todo lo posible para encontrar algo que comer y un medio para sobrevivir con su familia.

Junto con sus cultivos, las mujeres también perdieron el agua. El agua es vida. En estas aguas tenían estanques para pescar y así conseguían generar algunos ingresos, comercializando el pescado, y podían mandar a los niños a la escuela. Lo han perdido todo, porque hoy el agua está contaminada por insecticidas, por productos químicos que se vierten en las plantaciones, y ya no pueden consumirla. Como ya no pueden utilizar el agua, no hay compensación real. Las empresas no estaban obligadas a perforar pozos para garantizar que estas mujeres pudieran obtener agua potable, lo que sigue provocando otras enfermedades.

Las mujeres también perdieron el bosque. Las plantaciones destruyeron todos los bosques donde obtenían productos forestales no maderables para cosechar, procesar y venderlos para ganar plata. Desde ahí han construido su economía. También perdieron todo lo que tenían como medicinas debido a la instalación de estas agroindustrias. Se ha talado todo el bosque. Las mujeres también perdieron el aire limpio para respirar porque ahora está constantemente contaminado.

Acudimos a la casa de una familia, fuimos allí por motivos de trabajo. Había hormigueros, moscas e insectos en nuestras ropas, en la comida. Todas estas son violencias a las que están sometidas las mujeres. Problemas generados por empresas capitalistas cuyo único objetivo es generar ganancias, que no quieren ver lo que sucede en su entorno. Las mujeres también han perdido la libertad de ir y venir.

Las violencias de la agroindustria

Las empresas crearon grandes agujeros de cuatro metros de distancia y profundidad y las mujeres ya no tienen derecho a acceder a las plantaciones. Las empresas reclutaron soldados que se han instalado en todas partes. Cuando salen de sus habitaciones por la mañana, las mujeres encuentran a los soldados en la puerta. Estos soldados se acercan a sus cocinas para ver si recolectaron nueces, porque consideran que las nueces de palma que utilizan las mujeres provienen de sus plantaciones, pero las mujeres también tienen plantaciones de palma aceitera. Las mujeres perdieron bebés que llevaban en sus vientres simplemente porque fueron abusadas por los militares. Las mujeres han sido amenazadas por llevar consigo nueces de palma.

Lo más difícil es conseguir acceder a las plantaciones. Las mujeres ya no tienen otros medios, no tienen otra oportunidad de vivir y sobrevivir que entrar en la plantación. Para ello, se ven obligadas a negociar su entrada en la plantación y durante estas negociaciones llegan a tener que ofrecer sus cuerpos, a prostituirse para poder acceder a la tierra y recolectar las setas que han crecido, para recolectar productos forestales. La violencia sexual se da en algunas familias donde las mujeres tienen hasta ocho hijos.

Recibieron a varios hombres que volvían de la plantación, también en sus casas. Si sus hijas van a las plantaciones, tendrán relaciones con esos hombres, simplemente porque buscan acceder a la plantación para sobrevivir. Es una violencia tremenda, que provoca muchos divorcios en las familias, porque las personas no pueden seguir viviendo en un entorno familiar malo.

Asimismo pierden su dignidad. Se convierten en ladronas. Robarán, sus hijos robarán e incluso sus nietos ya están robando. Esto no es digno, pierden la esperanza. Cuando llegamos a sus casas, no saben qué hacer. No tienen salida y esto es una violencia más contra ellas. Es una violencia inimaginable. Se someten a estas violencias porque tienen que llevar comida a casa. Es su rol. Tienen que mandar a sus niños a la escuela. Incluso están perdiendo su propia cultura. Se establecieron las plantaciones en lugares sagrados considerados muy importantes, que formaban parte sus vidas. Se destruyó todo junto con las plantaciones.

También hay mucha violencia física. Se las amenaza con arrestarlas simplemente porque llevan nueces en sus bolsos. Son nueces que tienen que consumir, son la base de su dieta. En estas regiones, una mujer no puede tener una nuez de palma en su casa. Si lo hace, es porque la ha robado y es probable que la condenen en la justicia. Una vez que la policía detiene a una de ellas, las demás se ven obligadas a acudir para negociar. Y toda la familia se ve obligada a movilizarse, ya sea desde dentro o fuera del país.

La familia vendrá a salvarla, o enviará dinero para sobornar a la policía. Estas mujeres no tienen ninguna ayuda de los líderes de la ciudad o de su administración, porque las administraciones también están subordinadas a estas empresas. La mujer, por tanto, se encuentra abandonada a sí misma. Es así en Camerún, Gabón, Costa de Marfil, en todos estos países en que se instalaron las agroindustrias del aceite de palma y la caña de azúcar. Todas las mujeres están condenadas al mismo destino, pero no se rinden.

Estrategias feministas

Empezamos a organizar a estas mujeres, a decir que tienen que levantarse y defenderse. No van a seguir así. Hoy, a través de los medios y las redes, tienen la oportunidad de denunciar, de incidir, de presentar quejas y construir redes que son muy importantes. Desde que empezó este webinario, hemos hablado de esta red que tiene que empezar a nivel de la ciudad y estamos construyendo una red fuerte a nivel local que puede agrupar una región, o incluso llegar a nivel continental. Aprovechamos la oportunidad de esta reunión de hoy y pensamos que un día vamos a tener esta red que se va a construir a nivel mundial y que va a poder llevar las denuncias de las mujeres a otros niveles, para que puedan liberarse de todos estos abusos, de toda esta violencia.

Las mujeres presentan denuncias, organizan asociaciones y alianzas entre sí, y esto es lo que nos va a permitir salir de esta situación. Quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer a la Alianza Informal contra las Plantaciones Industriales. Poco a poco conseguiremos construir esta pirámide para que realmente se tenga en cuenta el problema de las mujeres, que tienen que ser valientes y muy fuertes para poner fin a todas estas frustraciones y a toda esta violencia.

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Marié Crescence Ngobo es integrante de la Alianza Informal contra las Plantaciones Industriales Palma Aceitera y coordina la Red de Actores del Desarrollo Sostenible (Réseau des Acteurs du Développement Durable – RADD) en Camerún. Este artículo es una transcripción de su intervención durante el webinario Luchas antisistémicas para vivir sin violencia, organizado por Capire en colaboración con la Marcha Mundial de las Mujeres, La Vía Campesina y el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales el 18 de noviembre de 2021.

Edición de Bianca Pessoa
Traducido del portugués por Luiza Mançano
Idioma original: francés

Publicado originalmente en Capire

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