Complicidad global

Helena Scully Gargallo

Mi cuerpo es mi última protesta. Alfredo y la lucha contra el 41bis

Hay una sensación de aniquilamiento de la esperanza cada vez que la voz de compañeros como el italiano Alfredo Cospito se intenta acallar con los medios represivos que tienen los Estados alrededor del mundo. Nos roban los sueños, el horizonte, subrayan con sus pocos colores el desierto que avanza: la falta de agua, de alimento, de libertad.

“Me dejaré morir. Mi cuerpo es mi última protesta”, dijo Alfredo al iniciar el 20 de octubre de 2022 una huelga de hambre hacia la muerte. En esta acción pone su último y primer territorio en lucha contra un sistema de aniquilamiento del ser humano, contra la cadena perpetua y el 41bis, régimen carcelario en el que se encuentra desde el 5 de mayo del año pasado, y que comparte con otras 748 personas en Italia.

Son 107 días de huelga de hambre. Sus condiciones físicas son preocupantes y desde el día 90 sus médicos han recalcado en innumerables momentos que la posibilidad de que su corazón deje de funcionar es inminente.

El día de ayer Alfredo fue trasladado de la prisión de Bancali en Sassari al centro carcelario de Opera en Milán, por contar con una estructura sanitaria, pero que también se rige por el 41bis.

Alfredo es un anarquista que empezó la militancia desde muy joven, rechazando el servicio militar obligatorio junto con otros compañeros, por lo que fueron apresados e internados en una cárcel militar. Desde entonces estuvo participando activamente en la lucha anarquista y dando aportaciones teóricas.

Fue detenido en septiembre de 2012, acusado de haber disparado a las piernas del director general de la empresa Ansaldo Nucleare, que se dedica a la investigación y desarrollo de energía nuclear militar y civil. Alfredo y otro compañero revindicaron esta acción, fueron detenidos y condenados a 10 años y 8 meses de cárcel.

En 2016 se inició otra investigación contra Alfredo Cospito y alrededor de 20 personas más, la llamada Operación Scripta Manent, operación judicial que los incriminaba por pertenecer a una asociación terrorista: Señalaba a Alfredo y a la compañera Anna Beniamino de ser los líderes y responsables de haber colocado dos artefactos explosivos de baja intensidad a las afueras de una escuela de carabineros (policía militar) de Fossano, en el norte de Italia, en el 2006. Explotó solo uno de los artefactos a mitad de la noche, no hubo muertos y ninguna persona resultó herida.

En un primer momento se les acusó de “masacre contra la incolumidad pública” y los juzgaron a una condena a 20 años de cárcel. Alfredo siguió contribuyendo con escritos al movimiento anarquista internacional, lo cual movió al intolerante Tribunal de Casación a recalificar la acusación en su contra, convirtiéndola en “masacre contra la seguridad del Estado”: cadena perpetua sin posibilidad de reducción de la pena y la aplicación del régimen del 41bis.

El régimen carcelario del 41bis, o cárcel dura, fue instaurado en Italia en 1992 para evitar la comunicación de los detenidos con el exterior, para forzar la confesión y como forma de prevenir revueltas carcelarias. Se estableció durante la supuesta guerra contra la mafia, en represalia por los atentados mafiosos de la década de los ochenta y los asesinatos de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino.

Un régimen que pretende anular a las personas, un hoyo negro en el que no se les permite tener tener voz, recuerdos, memoria, una cámara hiperbárica (como lo llama Zero Calcare en Voragine).

Una visita al mes con familiares a través de una mampara, sin ninguna posibilidad de contacto físico. Si ese mes realizan una llamada, nada de visitas. Una hora al día al aire libre, pero dentro de un cubo de concreto con rejilla para que ni siquiera puedan ver el cielo. Si están en compañía es en la de tres presos bajo el mismo régimen y elegidos por la dirección del presidio. Nada de fotos o dibujos en las dos paredes de 1.52 metros, ni en las otras dos de 2.52, en las que pasan 23 horas diarias. Está prohibido hablar en voz alta y toda comunicación entre presos. Nada de libros, cartas o cualquier otro texto que llegue del exterior de la cárcel y, si acaso llega a entrar alguno, tiene que ser leído y autorizado. A Alfredo le fue prohibido colocar la foto de su madre y su padre en la celda.

Hasta el Comité Europeo para la Prevención de la Tortura y de las Penas o Tratos Inhumanos y Degradantes declaró que “la restricción prolongada (en el 41bis) provoca efectos perjudiciales que alteran las facultades sociales y mentales de los presos, a menudo irreversibles”.

En Italia sigue vigente el código penal fascista (con unas cuantas modificaciones), llamado Código Penal Rocco por el nombre de su redactor, ministro de Justicia de Mussolini.

“Masacre política” o “Masacre contra la seguridad del Estado” es un artículo que no se utilizó ni en las matanzas más horribles de la historia reciente italiana. Como la masacre en la estación de Bolonia en 1980, que dejó 85 muertos, acción revindicada por una organización fascista; Piazza Fontana en 1969, 17 personas asesinadas; Capaci en Sicilia, atentado a manos de la mafia donde fue asesinado el antes mencionado juez G. Falcone y otras 4 personas. Pero dos bombas de bajo potencial que no mataron ni hirieron a nadie fueron calificadas como masacre política, extrañas formas que tiene de imponerse el Estado en sus propias arenas movedizas. Terrorista es el mote que le han puesto al amplio y diverso mundo anarquista: han construido desde el poder político y comunicacional a un enemigo público, en Italia y un poco por todo el mundo. ¿Terrorista es quien busca terminar con la tortura, la prisión, el despojo?

A veces olvidan que los pueblos tenemos memoria y sabemos que desde los años cincuenta en Italia se han dedicado a burocratizar y salvaguardar el terrorismo de Estado. Su código penal y su actual gobierno son un claro ejemplo de eso.

Desde el 2009 a la fecha, 4 personas han muerto en las cárceles italianas llevando hasta las últimas consecuencias la misma forma de protesta que Alfredo. En el 2022 se han suicidado 80 personas en las cárceles italianas y hay más de 200 agentes de la policía penitenciaria investigados por torturas y violencias.

El primero de febrero detenidos de las cárceles del Estado chileno iniciaron una huelga de hambre en solidaridad con Alfredo. Los territorios, los cuerpos, la solidaridad internacionalista seguirán hasta terminar con el despojo, con la tortura, avalada o no por los Estados.

Como dijo un tal Bertolt Brecht: “En los tiempos oscuros, cantamos sobre tiempos oscuros, después llegará también el tiempo de las rosas”.

¿Un mundo donde quepan muchos mundos?

Otros textos y sitios para más información:

https://www.wumingfoundation.com/giap/tag/alfredo-cospito/

https://ilrovescio.info/

6 Respuestas a “Mi cuerpo es mi última protesta. Alfredo y la lucha contra el 41bis”

    • Axel ortiz

      El privilegio de ser hija de personas muy pensantes; la conozco y quizá no tiene barrio, (tiene mundo). A ti no te conozco, pero se que yo sí tengo barrio y tú no sabes lo que es eso lo que tienes es resentimiento de clase. Saludos a Elena gracias por la info sobre Cospito, saludos. Fuerza.

      • Lizeth

        Nací en uno de los barrios más pobres de Latinoamérica. El problema profundo, es querer pertenecer a la idea de tener barrio. No tiene mundo, tiene miedo y vergüenza de sus privilegios, porque nunca los nombra. No habla de haber sido parte de la gentrificación de la Santa María, y cree haber nacido con talentos natos, cuando solo intenta copiar, nunca supo quién era, porque siempre se lo dijeron. Y es una niña clasista y egocéntrica, que desde su perspectiva de niña rica, no tiene mucho pa decir. Solo está aquí por apellido, así se maneja el clasismo lamentablemente.

      • Lizeth

        Nací en uno de los barrios más pobres de Latinoamérica, por eso sé identificar cuando alguien intenta apropiarse de esa identidad. No hablar de que fue parte de la gentrificación que critica en el otro texto, es grave; decir que criticas a lxs que construyen cuando tienes media manzana por herencia de tu abuelo europeo, es grave. La gente rica que quiere camuflarse en el barrio es peligrosa. Ocupa espacios por apellido, eso se llama clasismo, y ella sabe muy bien que cree tener talento nato al copiar a sus padres, pero jamás nombra sus privilegios creo por vergüenza. Nos es resentimiento de clase, es hueva de que lxs ricxs generalmente no tienen nada que decir y escriben pura mamada.

  1. Johann ex sensei

    No sabía que Francesca y Helenita vivieran en la Santa María. Yo las conocí hace 25 años en una escuelita en la Condesa, Helenita fue mi alumna cuando me dedicaba a impartir clases del camino de la mano vacía (karate) una niña muy alegre no menos que su mamá, las veía irse en su bicicleta con canasta para niño y su pequeño casco, una pequeña que no le importaba estar descalza, que no le daba miedo el kumite aunque derramara algunas lagrimas. Nostalgias de aquellas que no se borran.

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