El Líbano está de luto nacional tras los dos atentados suicidas ocurridos el jueves pasado en el sur de Beirut y que causaron la muerte de  43 personas e hirieron a 239 más, según cifras de la Cruz Roja  libanesa.

Las banderas ondean a media asta en las administraciones y edificios públicos, mientras que escuelas, universidades e institutos técnicos están cerrados tras una decisión tomada en ese sentido por el ministro de Educación, Elias Bu Saab.

El ataque, del cual se responsabilizó casi de inmediato el Estado Islámico en un comunicado difundido por internet,  y que tuvo lugar en el concurrido barrio de Bourj al Barajneh, uno de los feudos del grupo chií libanés Hezbolá, explicó que fueron tres los suicidas detrás del atentado.

La tarde del jueves 12, dos hombres hicieron estallar uno tras otro sus cinturones explosivos en medio de la multitud que acudía a un centro comercial en Burj al Barajne. El ejército informó que encontró a un tercer atacante muerto, que no tuvo tiempo de detonar su bomba. 

El atentado fue a las 6 de la tarde, hora en que muchas personas salen de sus trabajos y hacen compras en las pequeñas calles siempre abarrotadas de gente.

En la zona en donde se produjo el atentado, Hezbolá tiene muchos seguidores. Es un barrio de clase trabajadora.

El brutal acto es el peor en términos de víctimas desde que el pasado 23 de agosto de 2013 dos bombas en dos mezquitas mataran a cuarenta y dos personas en la ciudad de Trípoli, en el norte del Líbano. Durante 2013 y 2014, Hezbolá se enfrentó a una serie de ataques contra sus intereses, obra de distintos grupos radicales en venganza por su apoyo militar y sobre el terreno a las fuerzas del presidente sirio Bachar al Assad. La mayoría de los fallecidos siempre han sido civiles.