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La violencia vicaria estremece el estado emocional de mujeres e hijos

Cecilia Perezgasga Ciscomani

Las mujeres que viven violencias de género se ven severamente afectadas anímicamente. El sistema límbico profundo es una de las áreas que se trastocan en el cerebro femenino de quienes sufren por este fenómeno, que involucra los ganglios basales, las amígdalas cerebrales y los lóbulos temporales y trastornan el comportamiento, señaló la maestra Rebeca Mendoza Alvear, especialista en Estudios de Género, Masculinidades y Diversidad por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

En la conferencia Violencia vicaria: efectos psicológicos en las madres y en las infancias, que dictó en la Sala Quetzalcalli de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), aseveró que resultan igualmente preocupantes las afectaciones en infantes y adolescentes de una familia en conflicto, quienes pueden desarrollar alteraciones cognitivas, un deficiente procesamiento emocional, dificultad para socializar y sintomatologías psiquiátricas.

Se presenta generalmente en momentos de rompimiento de vínculo, se ejerce por acción u omisión por parte de los hombres hacia madres e hijos. Tiene poco tiempo en que se denominó y reconoció en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia; sin embargo, no en todos los códigos penales de los estados está tipificada.

La psicóloga Argentina Sonia Vaccaro acuñó por primera vez el término en el año 2012 para referirse a uno de las embestidas de género más crueles de las que puede ser víctima una madre, perpetrada por interpósita persona, donde el progenitor utiliza a los hijos con el objetivo de transgredirla; es un atropello ejercido únicamente por varones que deciden quebrantar a sus parejas o ex parejas.

Destacó que este tipo de agresión inicia en el momento en que la pareja, padres con hijos, se separan, ya sea de mutuo acuerdo o por decisión de uno u otro. De acuerdo con Amnistía Internacional, produce un daño irreparable en la madre e hijos, quienes se convierten en víctimas del maltratador, pues desintegra a la familia a través de desgastantes procesos legales y muy negativas consecuencias económicas y emocionales.

Este tipo de intimidaciones no siempre se denuncia, lo cual se debe a que por lo general las mujeres han sido víctimas de otros maltratos por parte de la pareja o padre de los hijos, lo que les provoca temor.

La colectiva mexicana Frente Nacional contra Violencia Vicaria realizó una encuesta y se determinó que 76 por ciento de las con víctimas ha recibido amenazas por parte de su agresor de no volver a ver a sus hijos; 57 por ciento de ellas mencionaron haber sido denunciadas por violencia familiar por el padre con el propósito de quedarse con la custodia de los hijos.

El 81 por ciento han sido separadas de sus hijos, y sólo 39 por ciento de aquellas a quienes les han arrebatado a sus hijos tienen algún tipo de convivencia vigilada o limitada, e incluso en esta circunstancia, muchas veces les dificultan el contacto con ellos.

Y si bien es cierto que existen los casos de padres que han sido responsables y amorosos con sus hijos y le han arrebatado el derecho a la custodia o incluso a convivir con ellos, esto no es violencia vicaria.

Por lo general, el hombre que la ejerce, ya ha desarrollado otras violencias, como la sexual, la física, la psicológica, la económica, la patrimonial y, en algunas ocasiones, tentativa de feminicidio, precisó la psicóloga experta en atención a mujeres víctimas de violencia.

Algunos ejemplos que forman parte de este tipo de ataques son la negativa al pago de pensión alimenticia, descuidos repetitivos de diversa índole hacia los hijos en el régimen de visitas, utilizar a los hijos como intermediarios para saber sobre las actividades o sobre la vida de la madre.

Un síntoma grave de esto es la intención constante del padre de desprestigiar y menospreciar a la madre frente a los hijos con historias falsas para que éstos no quieran una relación con ella, sobre todo cuando él gana la custodia, lo que provoca que los hijos tengan una ruptura con ella, con distanciamiento físico y separación emocional, o lo que se llama fractura del vínculo materno-filial.

Agregó que todas las violencias que preceden a la vicaria suelen ser normalizadas en la vida cotidiana de la pareja, padre de los hijos; luego, cuando se da la separación, la madre suele justificar todas las faltas en las que incurre el padre sobre sus vástagos cuando es ella la que tiene la custodia y el padre sólo tiene derecho a visitas periódicas. Ahí se da una serie de prácticas en las que el hombre se conduce con derechos que ya no tiene y que la mujer tolera, muchas veces por miedo.

Todo comportamiento alterado de una mujer que vive en agresiones responde a las afectaciones de un cerebro cuya química se ve afectada por situaciones de violencia y maltrato por parte de un perpetuador. Es fundamental entender que el vínculo materno-filial provee las bases para la maduración neurocomportamental del infante, pues le permite desarrollar habilidades regulatorias, adaptativas, de resiliencia al estrés y seguridad, cualidades que difícilmente le puede proporcionar un padre iracundo que quiere destruir a la madre.

Es imprescindible, añadió, hacer llegar esta información a instituciones que atienden a víctimas de toda clase de agresión, pero sobre todo a las que sufren violencia vicaria. Urgente es que avance el profesionalismo en derecho con perspectiva de género que pueda atender y apoyar a quienes han padecido este tipo de condiciones.

Es, tal vez, una de las más practicadas en las sociedades occidentales, y una de las más normalizadas y menos reconocidas. Desde la academia se debe incidir en fomentar políticas que atiendan y visibilicen esta problemática desde diversos ángulos, los institucionales, familiares, y ámbitos de la mente y las emociones.

Publicado originalmente en la UAM

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