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La salud de Nestora Salgado no mejora en la clínica del penal de Tepepan

Flor Goche / Desinformémonos

Desde hace meses el oftalmólogo recomendó colocar una cortina gruesa a la ventana de su celda de paredes amarillas por la que se cuela, sin mesura, la luz solar. Su criterio no ha sido atendido. La visión de Nestora Salgado García, deteriorada a causa de la huelga de hambre que emprendió, es la que más resiente el desacato.

Aún así, la excomadanta de la Policía Comunitaria de Olinalá, Guerrero, auxiliada por los anteojos que mandó a graduar, continúa con la lectura de los libros que sus visitantes le han obsequiado desde que fue trasladada a la Torre Médica Tepepan.

La hilera de más de 70 ejemplares apilados en el alféizar del luminoso ventanal, sigue creciendo. Textos multicolores de temas y autores diversos: desde La Santa Biblia hasta Ché Guevara presente, antología mínima para entender la vida y obra del conocido guerrillero.

Durante su estancia en este penal, Nestora Salgado, con estudios de secundaria, ha leído ya Guerra en el paraíso, de Carlos Montemayor, y Justicia autónoma zapatista, de Paulina Fernández.

Hace unos días postergó la lectura de la novela Yo, la peor, sobre la vida de Sor Juana Inés de la Cruz, para empezar a conocer, a través de Los brujos del poder, de las figuras de la política, el espiritismo, el esoterismo, la adivinación y la brujería que han rodeado al poder en México, entre ellas, Elba Esther Gordillo, su vecina de celda.

A principios de 2015, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dictó medidas cautelares en favor de Nestora Salgado, al considerar que su vida e integridad personal peligraban. Esto porque sus patologías de salud no eran atendidas debidamente en el Centro Federal Social de Tepic, Nayarit, en donde en ese momento se encontraba recluida, acusada de secuestro.

Una enfermera del penal de Tepepan ingresa sorpresivamente a la celda que ahora es el hogar de Nestora, y que se ubica en el piso dos del área médica de esta cárcel. Le lleva el medicamento (paracetamol) que las autoridades penitenciarias le suministran para aminorar aunque sea un poco el dolor que constantemente le recorre la espalda, y que arrecia como consecuencia del estrés y de la falta de actividad física. La empleada le pide que refiera qué tan intenso es el dolor que experimenta esa tarde de noviembre. “Es de 8 [en escala del 1 al 10]”, le responde Nestora, quien pronta se echa la tableta a la boca.

“Es fastidioso vivir con dolor”, se queja Nestora una vez que la enfermera abandona su celda. Refiere que la atención médica no ha mejorado en este penal, no obstante que permanece interna en el área clínica del mismo. Y es que aunque le han practicado varios estudios, las recomendaciones médicas más importantes continúan sin operarse, entre ellas, la que determina que debe tener actividad física y terapias de rehabilitación constantes para tratar la neoropatía cervical aguda –deformación o presión que afecta los nervios de la parte alta de la columna– que padece a raíz de un accidente automovilístico.

“No me dejan salir a caminar. A veces sólo me permiten hacerlo en el pasillo. No puedo tomar el sol. Desde que estoy aquí sólo me han dado como seis terapias”, se queja la mujer indígena.

Refiere, además, lo triste que le resulta la forma tan hermética en que las autoridades penitenciarias manejan el tema de su salud, al grado de que no le permiten –tampoco a sus abogados– acceder a su expediente clínico, no obstante que su defensa lo ha solicitado de forma reiterada.

Hace unos días, Nestora fue sometida a una cirugía para extraerle un tumor (aún no se sabe si benigno o maligno) de la mejilla derecha. Hoy, ella se recupera satisfactoriamente de esta intervención.

Lo que más afecta su salud, según refiere, es la condición de encierro, misma que le impide estar en movilidad y le produce estrés. Tensión que se acrecienta como consecuencia de lo lento que ha sido su proceso penal, ya sea por dilaciones de la autoridad ministerial o judicial o porque las personas que la acusan no asisten a los careos programados.

“Yo me preparo para los careos y estas personas no se presentan. Ya hasta perdí la cuenta de cuántas veces ha ocurrido esto”, dice Nestora. Su expresión es de fastidio.

Consulta respecto de si recibe, al menos, la atención sicológica que le permita enfrentar esta situación de agobio, refiere que en algunas ocasiones, cuando el grado de tensión es ya insoportable, solicita terapia a los especialistas del penal. Sin embargo, acota, la atención que se le brinda no es continúa, además de que carece de seguimiento.

Durante su reclusión en Tepepan, penal al que fue traslada el 29 de mayo pasado luego de la huelga de hambre que realizó, Nestora ha sido valorada por médicos externos quienes han detectado problemas graves en su pierna y columna que la han llevado a perder parte de la movilidad en esta zona de su cuerpo. El diagnóstico que le dan los doctores del penal es otro y siempre tendente a minimizar sus padecimientos.

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