La ruta de la seda y la destrucción del pueblo palestino

Rafael Narbona

El 22 de septiembre de 2023 Benjamin Netanyahu habló en la Asamblea de Naciones Unidas, planteando un corredor económico (IMEC) que conectaría India, Oriente Medio y Europa. Esa vía comercial competiría con la nueva ruta de la seda (BRI) impulsada por China. Aunque Israel presentó el proyecto, su verdadero artífice es EE.UU., que busca la manera de frenar la expansión comercial de China, su principal rival. La única forma de implantar ese corredor comercial es poner en marcha una solución final al problema palestino. Con Gaza reducida a escombros y con Cisjordania estrangulada económica y socialmente, los palestinos no tendrá otra opción que una nueva Nakba. La limpieza étnica y la emigración forzosa a Jordania, el Sinaí y el Sur de Europa se han convertido en una prioridad para EE.UU. e Israel. ¿Por qué Hamás lanzó una incursión suicida el 7 de octubre, quince días después de que Netanyahu hablara en la Asamblea de Naciones Unidas sobre el IMEC? Porque sabía que si Arabia Saudí apoyaba el proyecto, se desvanecerían las posibilidades de un Estado palestino. 


El 22 de septiembre de 2023 Benjamin Netanyahu habló en la Asamblea de Naciones Unidas, planteando un corredor económico (IMEC) que conectaría India, Oriente Medio y Europa. Esa vía comercial competiría con la nueva ruta de la seda (BRI) impulsada por China. Aunque Israel presentó el proyecto, su verdadero artífice es EE.UU., que busca la manera de frenar la expansión comercial de China, su principal rival.

Después de interrumpir el abastecimiento ruso de gas a Europa mediante la guerra de Ucrania y la voladura del Nord Stream 2, EEUU continúa su batalla para conservar su hegemonía. El Acuerdo Abraham, que normalizó las relaciones entre los Emiratos Árabes Unidos e Israel, era una pieza esencial para sacar adelante el IMEC, pero, además, hacía falta el apoyo de Arabia Saudí, algo que el gobierno de Netanyahu estaba a punto de conseguir. Si la diplomacia israelí lograba sus objetivos, una ruta ferroviaria comunicaría Dubái con Haifa y se podría viajar del puerto indio de Mumbai al griego del Pireo en solo diez días. Sería una auténtica revolución geopolítica, a la que habría que sumar la nueva faceta de Israel como exportador de gas al sur de Europa desde la plataforma Leviatán.

Los escollos de este proyecto eran Siria, aliada tradicional de Rusia, Hezbolá, la milicia libanesa chií apoyada por Irán, y el pueblo palestino. Devastados por la guerra, Siria y Líbano tienen un escaso margen de maniobra, pero la causa palestina goza de un amplio apoyo popular en Jordania, Egipto, Arabia Saudí y otros países árabes. A pesar de sus acuerdos con EE.UU., los gobiernos de estos países no pueden ignorar las protestas por el régimen de apartheid que sufren los palestinos de Gaza y Cisjordania.

Ante la inestabilidad de la región, Turquía propone una alternativa al IMEC, un corredor comercial que cruzaría Irak y desembocaría en Estambul, desde donde se enviarían las mercancías a Europa. Este plan dañaría los intereses de Arabia Saudí, Grecia, Israel y Estados Unidos. Abdulkadir Uraloglu, ministro de transporte de Turquía, ha subrayado que su alternativa “es más rápida y barata” y no está afectada por problemas de seguridad, «como está demostrando la guerra entre Israel y Gaza».

La única forma de implantar el corredor comercial propuesto por Netanyahu y apoyado por EE.UU. es poner en marcha una solución final al problema palestino. Con Gaza reducida a escombros y con Cisjordania estrangulada económica y socialmente, los palestinos no tendrá otra opción que una nueva Nakba. La limpieza étnica y la emigración forzosa a Jordania, el Sinaí y el Sur de Europa se han convertido en una prioridad para EE.UU. e Israel. Es la única forma de garantizar la seguridad de la zona y sacar adelante el IMEC.

Israel solo es el peón de EE.UU. en Oriente Medio. Todas las guerras de las últimas décadas en la región, solo han sido operaciones neocoloniales orientadas a garantizar el control del gas, el petróleo y las rutas comerciales. Cuando Saddam Hussein manifestó su propósito de vender petróleo en euros, firmó su sentencia de muerte. Algo similar le sucedió a Muamar el Gadafi al ofrecer las reservas de oro del banco nacional libio para crear una moneda de referencia internacional alternativa al dólar. ¿Por qué Hamás lanzó una incursión suicida el 7 de octubre, quince días después de que Netanyahu hablara en la Asamblea de Naciones Unidas sobre el IMEC? Porque sabía que si Arabia Saudí apoyaba el proyecto, se desvanecerían las posibilidades de un Estado palestino. Fue un gesto de impotencia y rabia que se materializó de forma muy cruel, despertando la comprensible indignación del mundo.

La retórica democrática de Occidente solo es un barniz que oculta sus intereses económicos. EE.UU., Reino Unido y la UE están controlados por los grandes bancos y los grandes lobbies de la industria armamentística, el gas, el petróleo, la electricidad, la alimentación, las nuevas tecnologías y la industria farmacéutica. Marx no se equivocaba. Las condiciones materiales de producción y la injusta distribución de los beneficios son el verdadero motor de la historia.

Occidente se presenta como el adalid de la libertad y los derechos humanos, pero está perpetrando un genocidio en Gaza, ignorando las protestas de sus ciudadanos. La derecha, tradicionalmente antisemita, ahora apoya a Israel, pues sabe que es una pieza esencial en un nuevo orden mundial diseñado por las elites económicas. ¿Qué pueden hacer los ciudadanos? Sin duda protestar, pero sobre todo no dejarse engañar por la obscena retórica de los poderosos. Los niños palestinos mueren reventados por las bombas israelíes para que los negocios de las grandes potencias sigan produciendo beneficios.

Publicado originalmente en ANRed

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