Foto: Marco Antonio Cruz
La historia de Chiapas es singular; allí fueron las élites más conservadores de la región quienes se pusieron al frente de la revolución mexicana, por lo que al terminar esta, conservaron todo el poder político y económico lo que dio el estado unas características especiales; a finales de los años 40, la Selva Lacandona estaba prácticamente despoblada; apenas vivían allí un grupo de indios caribes conocidos con el nombre de lacandones, aunque nada tenían que ver con los lacandones originales que vivían en Chiapas en la época de la conquista y que fueron exterminados. En los márgenes de la selva había una franja de terreno en la que estaban las fincas más importantes de la zona; era la llamada “franja finquera” en la que, bajo el férreo mando de sus propietarios, vivían y trabajaban los peones indígenas en condiciones de semi esclavitud.
A partir del inicio de la Reforma Agraria que impulsó el presidente Lázaro Cárdenas en los años 40, muchos de estos peones decidieron reclamar tierras y para que estas peticiones afectaran lo menos posible los intereses de los finqueros, tanto el gobierno del Estado como el federal animaron a los peticionarios, en su mayoría indígenas mayas, a adentrarse en lo que llamaban “terrenos nacionales” es decir en el interior de la Selva Lacandona. Y así, desde los años 40 se poblaron las cañadas de Ocosingo y Las Margaritas, la zona norte de la selva a partir de los 50, la zona más profunda de la selva, lindando ya con Guatemala, en los años 60 y finalmente, a partir de los 70 la zona más al sur, en marqués de Comillas.
A los problemas de colonizar un territorio prácticamente despoblado en el que ni siquiera había buenos caminos, se sumó que el 6 de marzo de 1972, el presidente Luis Echeverría publicó un decreto otorgando 614.325 hectáreas de terreno a 66 familias lacandonas, reconociéndolos como los verdaderos y únicos dueños de la selva; este decreto afectaba a un territorio que ya estaba habitado por otros indígenas que, animados por el gobierno, habían elegido esos “terrenos nacionales” para asentarse y que, o bien estaban tramitando sus expedientes agrarios, o incluso ya tenían resolución presidencial a su favor y que con el decreto quedaron en un limbo jurídico, puesto que todo lo anterior se desconocía y esas tierras pasaban a ser de los lacandones. Un nuevo problema llega en 1978, cuando se establece la Reserva de la Biosfera de los Montes Azules en parte del territorio del Decreto Lacandón. Para luchar contra todos estos problemas, para conseguir nuevas dotaciones de tierra, crear nuevas vías de comunicación y mejorar las existentes y conseguir unos niveles mínimos en educación y salud, los pueblos y comunidades crearon importantes organizaciones campesinas para luchar por sus derechos.
A este lugar, un día de noviembre de 1983, llegaron seis personas, una mujer y cinco hombres, tres de ellos indígenas, con una misión: crear un grupo guerrillero que se asentara en la región y a partir de ahí, extenderse por el país, hacer la revolución y llevar a México hacia el socialismo. El origen político de estas seis personas estaba en una organización llamada Fuerzas de Liberación Nacional (FLN), fundada en 1969 en la ciudad de Monterrey; fueron varias las ocasiones en las que las FLN intentaron asentarse en Chiapas, aunque sólo la primera tuvo cierto éxito, en 1974, pero por escaso tiempo ya que fueron descubiertos por el ejército y sus integrantes resultaron muertos o desaparecidos. Años después un grupo llegó a San Cristóbal de las Casas e hizo contacto con algunos indígenas, líderes de las diferentes organizaciones campesinas, sentando unas mínimas bases para que el grupo fundador del Ejército Zapatista de Liberación Nacional pudiera llegar a Chiapas, asentarse en una zona donde los indígenas tenían contactos familiares y fundar el EZLN. Durante los primeros años apenas tuvieron contacto con la población ya que su misión era aclimatarse y conocer el terreno, pero poco a poco van tomando contacto con las comunidades de la zona; nuevos miembros se unen al grupo, mientras que alguno de los primeros en llegar, regresa a las ciudades con otros trabajos; el EZLN empieza a crecer.
A los problemas de la difícil vida en la selva, los derivados del Decreto Lacandón y de la Reserva de los Montes Azules, la represión ejercida por los gobiernos estatales, siempre con el apoyo federal, aliados de los finqueros y terratenientes, con especial mención a los gobernadores Juan Sabines (1979-1982), Absalón Castellanos (1982-1988) y Patrocinio González Blanco (1988-1993) y la necesidad urgente de dotación de tierras, se une en los primeros años 90, un problema aún más grave: el presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, que había llegado a la presidencia en 1988, con graves sospechas de fraude, empieza a negociar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, tratado que, según el gobierno de México, llevaría este país al “primer mundo”. Una de las condiciones impuestas por Estados Unidos en esta negociación, era la garantía de acceso a la tierra de sus grandes corporaciones agroalimentarias, lo que significaba un cambio radical en el artículo 27 de la Constitución Mexicana que desde la época de la Revolución, protegía la tierra de los pueblos y las comunidades de tal forma que ésta, entre otras cosas, no podía comprarse, venderse o embargarse. Con el cambio, no sólo todo podría ya hacerse de forma libre, sino que también a efectos de dar “seguridad jurídica” en la posesión de la tierra, Salinas decreta el fin de la Reforma agraria y con ella el fin de las esperanzas de un futuro mejor para muchos pueblos.
Es a partir de este punto en el que muchas comunidades de Chiapas ven al EZLN como su única esperanza de futuro y empiezan a entrar en la organización de forma masiva, lo que no sólo supuso una inmensa fuerza para la organización sino también una revolución interna: las comunidades “se apropian” del EZLN y la organización cambia por completo su concepción de guerrilla y deja de ser un grupo “foquista”, a la imagen de la guerrilla del Che Guevara, y su base fundamental pasa a ser las comunidades. Y muchas de estas, para 1992, están pensando que ya no tienen otra salida que no sea la guerra. A pesar de que la coyuntura no es favorable –había caído el muro de Berlín y junto con éste, también el llamado “campo socialista” y la opción guerrillera era tan poco prometedora, que las guerrillas que décadas anteriores habían proliferado a lo largo de todo el continente, en su mayoría ya no existían o estaban negociando su incorporación a la vida civil, como ocurrió en Guatemala y en El Salvador–, en las comunidades hacen una reflexión sobre su vida y su futuro y votan mayoritariamente por ir a la guerra. Una vez decidida esta, se dieron un año para prepararse.
La primera aparición pública de los zapatistas, aunque nadie supiera que eran ellos, se dio en el marco de la celebración del 12 de octubre de 1992, cuando un contingente que participaban en la manifestación de la ciudad de San Cristóbal de las Casas, se desvió del itinerario previsto y tiró la estatua de Diego de Mazariegos, conquistador de la región, que estaba en una céntrica plaza de la ciudad.
La irrupción zapatista: fuego y palabra
El 31 de diciembre de 1993, el presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, celebraba una gran fiesta en su residencia oficial de Los Pinos para celebrar el inicio de nuevo año y, muy especialmente, la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio que, según la propaganda oficial, era la certificación de que el país entraba en el club de las economías más avanzadas, las niveles de vida más altos, la mejor tecnología y una gran influencia política sobre el resto de las naciones; era el broche de oro de un sexenio que había empezado con el mal pie de la sospecha de fraude y que en su último año presidencial tenía altos valores de aceptación entre la población, un candidato presidencial afín a él y planes para el futuro, que incluían dirigir la Organización Mundial de Comercio (OMC) cuando cediera la banda presidencial a su amigo Luis Donaldo Colosio, tras las elecciones presidenciales del mes de agosto de 1994. En medio de la fiesta, en las primeras horas de la madrugada, un militar entró al salón y dijo algo a Salinas que nadie pudo oír; acto seguido, el presidente salió de la sala y ya no volvió… Nadie sabía que había pasado, pero pronto empezaron a correr rumores alarmantes de un levantamiento armado en el sureste del país y al poco tiempo, la fiesta se había acabado.
Mientras, en Chiapas, las 4 columnas de tropas zapatistas tenían fijada la orden de empezar la guerra para las 24 horas del día 31 de diciembre; una columna partió desde la selva, avanzando sobre Ocosingo y tomando varias fincas a su paso, antes de tomar la ciudad; otra, tomó la cabecera municipal de Altamirano donde quedó una parte como retén, mientras otra avanzó y tomó las ciudades de Chanal, Oxchuc y Huixtán; una tercera, partió desde Los Altos de Chiapas y tomó San Cristóbal de las Casas, donde, desde el balcón del palacio municipal, se leyó la Primera Declaración de la Selva Lacandona que pocas horas después se difundía por México y el mundo; por último una cuarta columna, tomó la cabecera municipal de Las Margaritas.
En total, siete cabeceras municipales tomadas: San Cristóbal de Las Casas, Altamirano, Las Margaritas, Ocosingo, Oxchuc, Huixtán y Chanal. Pese a la poca resistencia que hubo por parte de las fuerzas de seguridad del Estado que también estaban festejando el inicio de año, hubo bajas; el EZLN ha reconocido que por parte de las fuerzas federales hubo cuanto menos 27 muertos y 40 heridos y que ellos tuvieron 46 caídos en combate, entre ellos el Subcomandante Insurgente Pedro, jefe del Estado Mayor zapatista y segundo al mando del EZLN, que cayó en Las Margaritas, y el Comandante Hugo, Francisco Gómez, caído en Ocosingo.
Excepto en este último lugar, que los enfrentamientos con el ejército federal duraron hasta el día 3, la orden era replegarse el día 2, de forma que los choques que pudiera haber fueran ya en las montañas, terreno bien conocido para los insurgentes. En ese repliegue desde Las Margaritas, los zapatistas pasaron por una finca propiedad del ex gobernador y general de división Absalón Castellanos Domínguez, miembro, además, de una de las familias más influyentes de la región; el general estaba en la casa y fue tomado como prisionero de guerra por los zapatistas.
Mientras la guerra continuaba, con bombardeos por parte del Ejército Mexicano a poblaciones civiles en los alrededores de San Cristóbal de las Casas, la sociedad civil mexicana se movilizó de inmediato para exigir a las partes el alto al fuego. Este, finalmente se produjo el 12 de enero de 1994, tras una manifestación multitudinaria en la Ciudad de México y en las principales ciudades del país, que tuvo también su reflejo, en muchas otras ciudades de Europa y el continente americano.
A partir de ese momento, todo fue muy rápido: Salinas nombró un Comisionado para la Paz que se puso en contacto con los zapatistas a través de la mediación del obispo de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz y a finales del mes de febrero, unos días después de que el prisionero de guerra, Absalón Castellanos, fuera entregado al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) tras un Juicio Popular encabezado por un tribunal militar zapatista, que le condenó a vivir “hasta el último de sus días con la pena y la vergüenza de haber recibido el perdón y la bondad de aquellos a quienes tanto tiempo humilló, secuestró, despojó, robó y asesinó”, una delegación del EZLN llegó a la Catedral de San Cristóbal, rebautizada como la “Catedral de la Paz”, e inició un diálogo con el gobierno para poner fin al conflicto.
No es solo la primera vez que los zapatistas se encuentran cara a cara con el gobierno; también es la primera vez que toman contacto con la sociedad civil que decide asumir un papel de protección y se instala como cordón de seguridad en torno a la Catedral mientras dura el diálogo. En este, los zapatistas presentan una serie de demandas que abarcan problemas propios de Chiapas, pero también de todo el país, mientras el gobierno trata de reducir el problema a asuntos meramente locales. Las conversaciones duraron diez días, y aunque el gobierno quería una firma rápida, los zapatistas dijeron que la paz habría que decidirla igual que se decidió la guerra, mediante una consulta a sus bases; mientras esta se estaba realizando, el candidato presidencial por el PRI, Luis Donaldo Colosio, fue asesinado, lo que fue interpretado por el EZLN como una señal de guerra e interrumpió la consulta durante un tiempo, declarándose en Alerta Roja. Cuando se terminó la consulta, esta fue mayoritariamente en contra de aceptar las propuestas, a todas luces insuficientes, del gobierno.
Los zapatistas emitieron la Segunda Declaración de la Selva Lacandona en la que convocaban una Convención Nacional Democrática, en los primeros días de agosto, con el objetivo de “organizar la expresión civil y la defensa de la voluntad popular”. En las elecciones celebradas últimos de ese mes, Ernesto Zedillo Ponce de León, que había sustituido a Colosio como candidato a la presidencia, gana las elecciones; en Chiapas, donde se presentaba como candidato independiente a la gubernatura del Estado, el abogado y periodista Amado Avendaño, que era apoyado por la sociedad civil y por los zapatistas, se produce un enorme fraude y dan como ganador Eduardo Robledo Rincón, quien toma posesión como gobernador el 8 de diciembre con la presencia de Ernesto Zedillo que había asumido la presidencia el día 1. Al tiempo, Amado Avendaño jura su cargo como gobernador de transición en rebeldía en la plaza central de Tuxtla Gutiérrez, a pocos metros del acto oficial, cargo en el que se mantuvo hasta el final del sexenio.
A las pocas semanas de la toma de posesión de Zedillo, se produce el “error de diciembre”, en el que, al decretar la libre fluctuación de la moneda del país, ésta cae a mínimos históricos arrastrando a toda la economía y generando una de las mayores crisis financieras de la historia de México.
Mientras, en el sureste, el EZLN, dando por terminado su compromiso de cese al fuego ante la toma de posesión de Eduardo Robledo Rincón, inicia la campaña militar “Paz con Justicia y Dignidad para los Pueblos Indios” y burlando el cerco militar, aparece en 38 municipios del Estado y los declara Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas. La operación se realiza sin ninguna baja y sin choque alguno con el Ejército. El año termina con la Tercera Declaración de la Selva Lacandona en la que el EZLN llama a construir el Movimiento de Liberación Nacional.
Si 1994 había sido un año de infarto, el siguiente no lo iba a ser menos.
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