Antimafia social sin fronteras

Lucas Manjon y Giulia Baruzzo

La niña anti mafia: Rita Atria

Nacida en el seno de una familia mafiosa siciliana en los años setenta, Rita Atria rompió con los designios que la mafia le tenía destinado por ser mujer. Aquí una parte de su historia.

La joven Rita Atria a sus 17 años Muchas de las organizaciones mafiosas se constituyeron tomando como modelo a las religiones más antiguas. Salvando las enormes distancias que existen entre unas y otras, en ambos casos las mujeres se encuentran excluidas de formar parte de los círculos de decisión y generalmente cumplen roles de obediencia y con fines utilitarios. Por ejemplo el de la Cosa Nostra se asemeja mucho al de la Iglesia Católica.

La Cosa Nostra estableció burdas copias del dogma católico con el objetivo de obtener un conjunto de valores y procedimientos que les permitiera definir la pertenencia de sus miembros, regular la conducta e impedir o volver demasiado costosa la traición a la organización.

Las mujeres siguen siendo no muy bien recibidas en el mundo de la mafia. Estas organizaciones, al estar estructuradas bajo un sistema de valores que en definitiva solo tiene como objetivo garantizar la máxima ganancia, ven extremadamente peligrosa la supuesta relación de las mujeres con el amor. En la mayoría de ellas, las mujeres no pueden ser integrantes formales y no pueden ser iniciadas como tales ni pueden presenciar u observar las iniciaciones de los miembros. Tampoco deben enterarse de las actividades mafiosas de los hombres de su familia. Salvo algunas contadas excepciones como en la mafia japonesa, en la Cosa Nostra siciliana y en la Camorra napolitana, las mujeres no alcanzan formalmente ningún puesto dentro de las organizaciones mafiosas.

La mafia siempre le teme a las mujeres. Aducen que «la debilidad femenina» y el amor por la familia las lleva a cometer actos de traición como declarar ante las autoridades judiciales o instigar a los hombres de su familia a vengar una muerte o una ofensa. Las tradiciones mafiosas -aunque existen diferencias entre cada una de ellas-, postulan que el amor y las mujeres llevan a los hombres a cometer actos irracionales y que como todo acto irracional es perjudicial para los negocios.

Fue en medio de este supuesto sistema de valores en el extremo suroeste de la isla de Sicilia -donde mayor asiento presenta la Cosa Nostra-, que el 4 de septiembre de 1974 nació Rita Atria, una mujer que con el tiempo se convertiría en el tipo de mujer al que la mafia siciliana detesta tanto como le teme. Rita nació y vivió la mayor parte de su vida en Partanna, un pueblo cerca de la ciudad de Trapani. Hija de Don Vito Atria, un pastor siciliano con vínculos mafiosos e involucrado en delitos de extorsión. Para cuando Rita nació, el comercio y el consumo de drogas se encontraba en pleno crecimiento en todo el mundo, particularmente con heroína refinada en la isla de Sicilia y que luego era enviada a los miembros de la Cosa Nostra en los Estados Unidos y con la cocaína que ingresaba al continente a través de España e Italia para ser distribuida por toda Europa.

Hasta «la Mattanza» -una guerra mafiosa a comienzos de los años ochenta-, las familias del pueblo de donde provenían los Atria, se encontraban dirigidas por la familia de los Accardo y los Ingoglia, dos grandes familias que tenían como su mayor fuente de financiación, el dinero que obtenían del «pizzo» -el impuesto mafioso- , pero que comenzaba a quedar minúsculo en comparación con las ganancias que ya representaba el tráfico de drogas.

El tráfico de drogas debía contar con líderes mafiosos con la capacidad de adaptarse rápidamente a las exigencias de un negocio criminal, que por aquel entonces comenzaba a crecer y que nunca más se detendría. Para todo ello, el padre de Rita resultaba ser atemporal, según los criterios del mercado y de algunos otros miembros de la Cosa Nostra. Don Vito Atria fue asesinado en 1985 cuando Rita tenía solo 11 años. El “boss” -jefe de la familia mafiosa- dejó en vida a una viuda, una hija menor que Rita -de nombre Piera- y un hijo mayor que Rita -de nombre Nicola-, el cual después de la muerte de Don Vito terminó ocupando la cabecera de la mesa en la familia mafiosa.

Luego del asesinato de su padre, Rita fue puesta bajo el cuidado de su hermano mayor y la esposa de este, una joven siciliano de nombre Piera Aiello. Si bien la muerte violenta de su padre resultaría ser profundamente conmocionante y condicionante para la vida de Rita, el posterior asesinato de su hermano en 1991 -pocos meses antes de que ella cumpliera los 17 años-, se convirtió en el hecho que marcó definitivamente su futuro.

Después del asesinato de su esposo -el cual Piera Aiello presenció-, la enlutada viuda decidió romper con los códigos de la mafia y se presentó ante las autoridades judiciales para denunciar a los asesinos de su marido, un acto de traición imperdonable al seno de Cosa Nostra y hasta de la propia familia Atria.

Aunque los casos de arrepentidos colaboradores ya no resultaban ser una sorpresa -ya se habían sucedido las confesiones de Tommaso Buscetta en la causa conocida como «Pizza Connection» en Nueva York-, el caso de Piera resultaba ser muy particular ya que provenía de una mujer emparentada con un mafioso, pero que no era culpable de acciones criminales de algún tipo.

Los supuestos códigos que la mafia siempre afirmó tener, a mediados del siglo XX comenzaban a desintegrarse. Las guerras entre familias mafiosas, estaban caracterizadas por las numerosas muertes que se producían en cada uno de los bandos en disputa, pero sin ser nunca mujeres o niños.

El quiebre del código mafioso de la Cosa Nostra -en ese entonces dirigía por el sanguinario Toto Riina-, mostró su rostro más siniestro cuando después de ser detenido Santino Di Matteo -uno de los asesinos del juez Giovanni Falcone-, decidió comenzar a colaborar con la justicia. Ante el acto de traición los boss de la Cosa Nostra decidido castigarlo a través de su hijo, el pequeño Giuseppe de tan solo diez años de edad, quien estuvo secuestrado durante 26 meses en un subsuelo.

Después de más de dos años de encierro, el mafioso Nino Gioé -ex «compañero» del padre de Giuseppe-, recibió de parte del boss Giovanni Brusca la orden de que “se liberara del cachorro”. El pequeño Giuseppe inmediatamente fue estrangulado y disuelto en ácido.

Aunque los códigos establecidos por los propios mafiosos determinaba que las mujeres y los niños eran intocables, para mediados de los años noventa esos supuestos valores quedaban totalmente en desuso.

El mismo momento en que Piera comenzaba a colaborar con la justicia, sabía que su permanencia en Sicilia se comenzaba a tornar imposible si tenía pretensiones de permanecer con vida. Cuando tomó la decisión de abandonar la isla, se reunió con su cuñada Rita para despedirse y con la intención de convencerla para que ella también se alejara de Sicilia, de la mafia y de su propia familia que se mantenía inmersa en el sistema mafioso. «(Rita) Yo no quiero ser como tu madre. No quiero ser una viuda de mafia. No quiero ver pasear delante de mis ojos a los asesinos de tu hermano, a los asesinos de tu padre»- le decía Piera en su despedida.

Si bien Piera viajó y se alejó para siempre de Sicilia y de todo lo que la isla le representó, Rita siguió recibiendo su apoyo de manera permanente. Se comunicaban semanalmente, Piera intentaba una y otra vez convencer a su cuñada de que se alejara de Sicilia y Rita intentaba saber de la vida de su cuñada y su sobrina en Roma dentro del programa de testigos protegidas.

Desde el asesinato de su hermano Rita comenzaba a hacer pública su repulsa a las cuestiones mafiosas, lo que le generaba la reprobación por parte del resto de su familia más intima y la poca de ella que quedaba con vida. Rápidamente Rita se involucró de manera directa en la pelea contra la mafia y al primero que se acercó fue el juez Paolo Borsellino, en ese entonces fiscal de Marsala, también en la isla de Sicilia.

Cuando Rita se reunió con Paolo comenzó a relatarle los delitos que ella misma supo que fueron cometidos por las familias mafiosas de su pueblo, inclusive los de su propia familia. Con sus tan solo 17 años de edad, con la abundante información que pudo proveer a las autoridades judiciales y con la fuerte convicción de enfrentar al sistema mafioso, Rita terminó logrando encarcelar a varios miembros de la Cosa Nostra y facilitó investigaciones sobre políticos de la región como Vincenzino Culicchia, el alcalde de Partanna durante treinta años.

Cuando los miembros de la mafia tomaron conocimiento de que Rita -al igual que su cuñada Piera- colaboraba con la justicia, comenzaron a maltratarla. Los mismos que despreciaron y condenaron a Piera por exigir justicia por su marido, también lo hicieron con Rita. En el caso de Rita hasta su madre rompió su relación con ella y llegó a despreciarla públicamente.

La actitud y particularmente las acciones de Rita generaban un odio creciente en la mayoría de los sicilianos, los cuales de alguna u otra manera se encontraban vinculados a la Cosa Nostra; por estar asociados, por ser extorsionados por ella o por simplemente vivir en Sicilia. Por todo ello Paolo Borsellino se preocupaba cada vez más por la seguridad de Rita. Decidió reunirse con la adolescente y le dijo: «Toma un mapa de Italia, corta el triángulo de Sicilia y tíralo para siempre. Debes olvidarte de Sicilia».

La situación de inseguridad de Rita solo tendía a empeorar. En octubre de 1991, un mafioso se presentó en su casa y puerta de por medio le sugirió que dejara de hablar. Fue su punto límite.

Al siguiente día, Rita de 17 años de edad, se subió un avión y emprendió su viaje a Roma con el objetivo de comenzar una nueva vida junto a su cuñada y su sobrina, todas dentro del programa de protección de testigos.

Las vidas de Rita y Piera siempre habían sido complicadas e inseguras, pero en Roma tendrían una leve mejoría; fundamentalmente eran libres de pensar y actuar. Aunque tenían ciertas restricciones de movimiento y exposición debido al riesgo que existía de que fueran encontradas por su propia familia u otros miembros de la Cosa Nostra. “Las dos tuvimos ojos que vieron. Ojos que querían ver y no cerrarse en la resignación, en el miedo, en la cultura de la muerte a la que quieren relegarme”, afirmaría Piera muchos años después.

Desde que Rita se estableció en Roma, Borsellino se transformó en una cierta figura paterna en la vida de la joven. Paolo sentía y asumía como propia la desolación que sufría Rita. Ella estaba convencida y repudiaba todo lo terrible y macabro que envuelve a la mafia, pero todo eso también formaba parte de su vida, de su familia.

En Paolo encontró una figura de vida que admiraba y que buscaba para ella en un futuro. No le atraía la figura de un héroe, sino la de una persona que hiciera lo que correspondía y que estuviera dispuesta a aceptar las consecuencias por hacer las cosas que se debían hacer, tal como lo estaba haciendo ella misma.

El 19 de julio de 1992 en el marco de una extensa cadena de ataques y atentados que dispuso la Cosa Nostra contra el Estado y la sociedad italiana en general, fue asesinado el magistrado Paolo Borsellino junto a cinco miembros de su escolta. La «masacre de Via D’Amelio» -como se conoció al atentado con coche bomba que mató a Borsellino-, sucedió tan solo 57 días después del atentado de Capaci, donde habían sido asesinados también a través de una bomba, el magistrado antimafia Giovanni Falcone, su esposa y parte de la escolta policial.

Pocos días antes de la muerte del «tío Paolo» -como cariñosamente Rita llamaba a Borsellino-, se encontraba esperanzada con ganas de avanzar en todos los aspectos de su nueva vida. «Tal vez nunca existirá un mundo honesto pero nada nos impide soñar. Tal vez si cada uno de nosotros trata de cambiar, tal vez cambiemos», había escrito Rita en su diario personal. Pero esa esperanza se desmoronó instantáneamente junto al último suspiro de vida de Paolo.

Al otro dia de la muerte de Borsellino y sus escoltas -entre las que se encontraba Emanuela Loi, la primera mujer italiana, escolta policial y la primera en ser asesinada en servicio-, la sociedad palermitana salió furiosa a la calle a protestar contra el contubernio del Estado Nacional y Provincial con la mafia. Los funcionarios de gobierno que se presentaron en los funerales fueron repudiados por la población que había acompañado a las familias de las víctimas debiendo ser escoltados por las fuerzas de seguridad para poder abandonar la zona.

Las repercusiones de la muerte de Borsellino se sintieron en Sicilia y en toda Italia, pero lo hicieron particularmente en el departamento del séptimo piso de la vía Amelia en los suburbios romanos, donde vivía Rita desde hacía unos cuantos meses.

Por diferentes circunstancias la joven siciliana se encontraba alejada de su cuñada y su sobrina, por ello durante varios meses no tuvo contacto con nadie que le resultaba amigable o que le despertara confianza, excepto Paolo que había sido el único y ultimo contacto cercano y de confianza de Rita, antes del asesinato de Borsellino en Palermo.

El mismo 19 de julio -el día del atentado de Via D’Amelio-, Rita había escrito que tenía miedo y que se encontraba desesperanzada; la muerte de Paola la sumió en una profunda depresión.

Una semana después del atentado -el 26 de julio de 1992- Rita se paro frente una de las ventanas que daba a la calle y las abrió. Tomó un fibrón y sobre la pared contigua a ellas escribió: «mi corazón sin ti (Paolo) no vive».

Rita puso un pie sobre el marco de la ventana, luego el otro, asomó su cabeza hacia la calle y se arrojó al vacío. Rita Atria inmersa en una profunda depresión se suicidaba cuando tenía tan solo 17 años y era la colaboradora de la justicia antimafia más joven de la historia.

En el diario de Rita se encontraron escritos en los cuales se notaba la esperanza que tenía una adolescente que había decidido buscar justicia pero con la inevitable ruptura de sus lazos sanguíneos. Rita se suicidó pero se convirtió en una víctima de la mafia.

La historia de Rita fue especial por tres motivos: el primero por su juventud, segundo por su condición de mujer y tercero por los lazos de sangre que tenía con la mafia- Este último motivo resultaba ser el más endeble, porque como versa el epígrafe de un libro “tenía(n) en común solo la sangre, el más insignificante de los vínculos”.

La soledad y el desprecio por parte de su propia familia hacia Rita se sostuvo hasta su muerte. Su madre y la suegra de Piera Aiello -Giovanna Cannova-, además de no asistir al funeral de su hija, unos meses después se paró frente a la tumba de su hija y la destruyó a martillazos frente a varios vecinos que la observaban con gestos de aprobación y satisfacción. Hasta el día de su propia muerte, Giovanna Cannova no permitió que la tumba de Rita tuviera nombre y foto; para la mafia y para una madre de una familia mafiosa, su hija se había transformado en una infame.

La vida (y la muerte) de Rita se convirtió en uno de los tantos quiebres sobre el supuesto sistema de valores y procedimientos con el cual se rigió desde sus orígenes la mafia. El miedo que organizaciones como la Cosa Nostra le tiene a las mujeres es inconmensurable, pero resulta ser superlativo frente a mujeres como Rita y Piera. Mujeres que nacieron y vivieron parte de su vida en el seno de familias mafiosas, mujeres que no solo no instigaron venganza alguna por los asesinatos de sus seres queridos, sino que hicieron todo lo contrario: mujeres que colaboraron con las autoridades judiciales y le exigieron que desmantelaran las organizaciones mafiosas que su propia familia integraba, son a esas mujeres como Rita a la que no solo la mafia le tiene miedo, también terror.

Para conocer otras historias de mujeres víctimas de mafia:

Fuente: https://www.cronicasporcinas.com/post/la-ni%C3%B1a-anti-mafia-rita-atria

Libera. Asociaciones, nombres y números contra las mafias

Es una red italiana de la sociedad civil que lucha contra los sistemas mafiosos y la corrupcion a travès de la Memoria de las victimas y apoyo a sus familiares, de la promocion de una cultura de paz y legalidad, y del Compromiso para el re-utilizo social de los bienes encautados a los mafiosos. Contaremos de la belleza de experiencias concretas que hay en el proceso de cambio desde abajo, y de como la justicia de todos es libertad para cada uno, en Italia como en todo el mundo.

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