La memoria colectiva confronta las narrativas oficiales

Daniel Robles

Las transformaciones sociales y políticas que vive el país obligan a profundizar en el estudio histórico de la memoria nacional, como una visión única construida por el Estado, frente a una memoria colectiva que surge para confrontar y disputar las narrativas oficiales, consideró Guillermo Hurtado Pérez, del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM.

Al participar en el Conversatorio Aproximaciones a la Cultura, en el marco del Primer Encuentro de Seminarios Universitarios, Una Visión hacia el Futuro, el especialista destacó que la memoria nacional siempre es conflictiva y siempre supone discrepancias que pueden llegar a ser incluso un campo de violencias.

“La memoria nacional no siempre es producto del Estado. En un país como México es posible construir memoria colectiva, construir memoria nacional por fuera del Estado, incluso en contra de él y un ejemplo muy representativo es el antimonumento que se construyó en memoria de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.”

El universitario puntualizó que una manera de estudiar la memoria nacional es dejar a un lado la interpretación que se ofrece por medio de los discursos, los desfiles oficiales o los monumentos; se requiere impulsar una investigación multidisciplinaria que involucre diversas dimensiones de la cultura, las letras, la filosofía, la estética, la arquitectura, la urbanística tal y como se viene realizando en el Seminario de Investigación sobre Historia y Memoria Nacionales, de la UNAM.

Agregó que aún hay muchos aspectos que desentrañar sobre la memoria nacional, pero también hay otro nivel en el estudio de la memoria colectiva en donde lo más importante es entender qué hay detrás de esa memoria, quiénes están construyendo esa narrativa, en que incluso ya está planteando un análisis específico sobre una memoria de la política.

“El campo de la política es un espacio del conflicto, es un campo de la pluralidad, así es la memoria; eso es lo interesante de ella, cada quien tiene un recuerdo diferente de los acontecimientos.”

Durante su ponencia, Cultura y Memoria Histórica, Hurtado Pérez, subrayó que la memoria nacional resulta fundamental para determinar la identidad de alguien ya sea en lo individual o en lo colectivo, para ello es importante estudiar la memoria de las colectividades con un sentido coherente y con herramientas que sean objetivas y aceptadas por todos.

Género y resistencia

Por su parte, la poeta y ensayista Sandra Lorenzano, investigadora del Seminario Universitario de la Modernidad de la UNAM, durante su ponencia titulada CulturaGénero y Resistencia propuso llevar su reflexión hacia el ámbito de la resistencia y de las disidencias.

Hablar de disidencias, dijo, en este caso de estéticas sociales de la disidencia o de propuestas menores, en tanto opuestas a los discursos hegemónicos.

“Qué otra cosa, si no son los relatos que las madres zapotecas cuentan a sus hijos por las noches, qué otra cosa, las conmovedoras palabras de la comandante Esther en el Congreso de la Nación, qué otra cosa, los versos completos que en español incorporan los poetas chicanos angloparlantes a sus textos y las 68 lenguas indígenas que se hablan en Ciudad de México y los rituales con los que se entierran los cuerpos encontrados en las fosas comunes y la poesía que pasa de boca en boca”.

Sandra Lorenzano subrayó la importancia de hablar de esas otras pequeñas voces de la historia, que se cuelan por las fisuras de las formas dominantes y que al tejer redes, van recuperando nociones que parecieran tan desgastadas como solidaridad, ciudadanía, derechos, autonomía y participación.

“Allí donde la voz y el cuerpo están silenciados, violentados, escindidos o negados, surgen estos espacios éticos políticos y creativos. Ante los escenarios de violencia marcados en la paralegalidad, cobran fuerza las prácticas culturales disidentes, que hacen de lo afectivo un elemento fundamental de aquello que hemos dado en llamar por aquí el zurcido.”

En esos espacios, el organizarse, tomar la palabra, reapropiarse de la propia voz, del propio cuerpo, descubrir las posibilidades creativas de cada uno, son modos de disidencia, en un continente en el que las cifras de la violencia son escalofriantes: 14 de los 25 países con mayor número de feminicidios en el mundo, están en América Latina, concluyó.

Publicado originalmente en Gaceta UNAM

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