La lucha por la tierra y el territorio: ¿qué pasa con las favelas?
(Parte 2)
Las reflexiones en este texto reflejan el diálogo y el aprendizaje constante con Coletivo Roça! y la compañera y cofundadora de este colectivo Geandra Nobre do Nascimento.
En julio de 2022 compartí en este espacio la columna “La lucha por la tierra y el territorio: ¿qué pasa con las favelas?”. Y recientemente, con motivo de un libro que conmemora los 30 años¹ de existencia de nuestro grupo de investigación, Núcleo de Estudos Território e Resistência na Globalização (NUREG/UFF)², fundado por el querido Rogério Haesbaert en 1994, revisé esta columna, inédita en portugués, para contribuir con este texto revisado al libro. El resultado me recordó una laguna importante: al revisar mi texto, Rogério llegó al final y sintió falta de respuestas a la pregunta formulada en el título – y esto con razón, ya que esa era exactamente mi intención, continuar con el reflexión en una siguiente columna… algo que luego perdí de vista… Aquí sigue, dos años después de la primera parte, un breve texto que refleja tímidamente algunas posibilidades para pensar el papel de las favelas en la lucha por la tierra y el territorio. , siguiendo el razonamiento de la primera parte, que todavía está disponible aquí en la plataforma³.
Vuelvo aquí al último párrafo de la primera parte con la intención de retomar el hilo: “[…] las favelas como formas espaciales son producto y medio de luchas populares que tienen innegables principios anticapitalistas y anti-coloniales, aunque ésto no siempre es fácil de lograr. [Y la pregunta que nos hacemos es…]: En la lucha por la tierra, el territorio y la autonomía de los pueblos, ¿cuál es el (posible) papel y cuál el poder de las favelas, sus territorios y sus sujetxs? Una pregunta a la que podemos encontrar respuestas en medio de las luchas de las favelas y de los faveladas” y en la construcción de redes cada vez más densas entre luchas urbanas, periurbanas y periféricas no urbanas, o, para no reproducir el urbanocentrismo tan común en las sociedades modernas, entre luchas rurales, peri-rurales y no rurales.
Un punto de partida, en un sentido más genérico, para reflexionar sobre su papel es comprender cómo las favelas nacen como territorios colectivos y posteriormente son cada vez más atravesadas por la lógica del mercado y las relaciones capitalistas. Cada re-comunitarización de espacios, cada uso colectivo y comunitario del territorio de la favela y sus múltiples espacios es también retomar territorio en un proceso constante y nada lineal, sino de muchos ciclos mayores y menores de des-reterritorializaciones entre el proyecto de autonomía popular y el proyecto de heteronomía dominante.
La diferencia en la percepción de lo que significa el acceso a un terreno quedó revelada de manera muy didáctica cuando realizamos una vez, hace unos diez años, una reunión de nuestra organización política en la casa de uno de los miembros de una favela de Caxias, ciudad que integra la Baixada Fluminense y con ella la Región Metropolitana de Río de Janeiro. En la reunión participó un compañero de Maré y un compañero que en ese momento vivía en el asentamiento rural Terra Prometida donde trabajaba como agricultor. Al pasar por el portón de la calle había que seguir un largo camino empedrado para llegar a la casa del amigo y en ese camino se abría a la izquierda un gran terreno, aparentemente sin uso definido en ese momento. Nuestro compañero de favela, al entrar por el portón y ver con sorpresa un terreno vacío en medio de un área densamente cubierta de casas, asfalto y concreto, dijo: “¡Joder, aquí se pueden construir muchas casas!». Poco después llegó nuestro amigo granjero. Y con el mismo asombro de ver un gran terreno vacío en medio de la favela, dijo sin dudar: “¡Vaya, aquí se pueden plantar muchas cosas!”.
Como habitante de una favela, nuestra compañera vino de una trayectoria de lucha por la vivienda con su familia, de desalojos y miedo a perder su hogar, acompañó a la familia hasta que lograron, con mucha lucha, un hogar permanente en la favela Salsa, que forma parte de la Maré. Nuestro amigo que vivía en el asentamiento, sintiéndose apretado entre tantas casas densamente construidas, estaba pensando en plantar y en cómo la ciudad podría ser un poco más verde. Lo que este encuentro también revela, obviamente, es que en tiempos de escasez elegir qué hacer con el poco espacio disponible es una elección difícil. Para satisfacer las necesidades de vivienda de todos los que ya están allí, además de los que van a las favelas, queda poca tierra para plantar. Y también evidentemente, con tierra para sembrar en zonas urbanas, en general, no se gana dinero como con la especulación inmobiliaria.
Pero para superar esta aparente contradicción entre vivir y sembrar, primero debemos romper, dentro de nosotros mismos, con la idea que nos sitúa, como seres humanos, como lo opuesto a la naturaleza, uno de los vicios epistemológicos que tine el proyecto moderno-colonial imprimió en nosotros. Si para nosotros las hojas no son vistas como tierra, y los árboles no son percibidos como un problema, ¿por qué dan refugio a insectos que nos molestan, o dan frutos como el aguacate que pueden caer y derribar nuestro auto, y por eso talamos el árbol. Y si nos damos cuenta de que con cada verdor cerca de nosotros la temperatura (en Río de 40°, que en verano parece cada vez más de 50°) se vuelve un poco más suave; y si nos damos cuenta de lo agradable que es ensuciarnos las manos con tierra cuando plantamos, aunque sea en macetas, plantas que luego crecen y nos dan protección espiritual, filtran el aire, embellecen el entorno, nos curan como el té o la fitoterapia, o nos alimentan, entendemos que podemos coexistir y necesitamos coexistir.
Necesitamos entonces recuperar el vínculo entre ser humano y ser naturaleza, y esto al mismo tiempo y en un mismo espacio -sobre lo cual aprendí mucho de Camila Reis Tomaz quien fue profesora invitada para que juntos construyamos la propuesta de la disciplina “Sociedad-Naturaleza y extensión” para estudiantes de primer año de la carrera de Geografía de la UFF de Niterói. Necesitamos reforestar nuestra mente y nuestra alma, nos dicen los pensadores indígenas, y con eso y para eso necesitamos reforestar nuestras favelas. De esta manera, la favela se convierte en un territorio poderoso en el horizonte de las luchas por la soberanía-autonomía alimentaria.
En una tímida búsqueda de posibles relaciones entre las favelas y la lucha por la soberanía alimentaria, en 2017 y 2018 se realizó una encuesta comunitaria con el grupo Minhocas Urbanas que formamos en el contexto del proyecto de investigación “NutriCidades”. En él fuimos en busca del horizonte que se abre a las luchas por la soberanía alimentaria de quienes viven en la periferia urbana, con las favelas de Maré como punto de partida de nuestras reflexiones. El punto clave que identificamos en este proceso fue la construcción de vínculos cada vez más fuertes entre periferias más y menos urbanas y más y menos rurales, con el objetivo de fortalecer y ampliar cada vez más la construcción de “territorios-de-resistencia-redes-rurales-urbanas” de lucha por la soberanía-autonomía alimentaria”4. Siguiendo una perspectiva teórico-conceptual un poco más densa como sugiere este gigantesco término, comparto aquí una reflexión resultante de ese proceso, canalizando la cuestión del papel de las favelas en la lucha por la tierra y el territorio hacia el posible papel de los movimientos sociales de base, que actúan en favelas:
“Como movimientos sociales basados en las favelas, necesitamos fortalecer y construir economías colectivas y conectarnos con los movimientos sociales rurales para construir territorios en red rural-urbana de producción-distribución-procesamiento-consumo de alimentos [agroecológicos]; y necesitamos producir en las ciudades lo que pueda ser necesario [y útil] en el campo. En cada lugar donde vivimos y trabajamos, necesitamos producir, (re)distribuir y consumir lo necesario para reproducir las vidas de todos los que forman parte de nuestra creciente red territorial. Necesitamos defender las economías colectivas y su espíritu colaborativo y cooperativo frente a propuestas neoliberales que se presentan como propuestas alternativas, como el cooperativismo capitalista que precariza las relaciones laborales o el microemprendimiento en boga en las propuestas institucionales para aliviar los problemas económicos de la población en las zonas urbanas. y periferias rurales.”5
Para ser un poco más específico…
En las favelas no poca gente siembra y nosotros necesitamos y podemos sembrar mucho más. Podemos ampliar los jardines existentes y crear nuevos jardines, podemos plantar en nuestras azoteas y podemos depositar nuestros residuos orgánicos en contenedores de abono domésticos. No vamos a poder, de ninguna manera, sembrar todos los alimentos que necesitamos, por eso también necesitamos ir al campo, en esfuerzos conjuntos y experiencias de vida en sitios agroecológicos, donde muchas veces nos falta fuerza manual, fuerza que tenemos.
En estos viajes para aprender sobre la agroecología en la práctica en territorios no urbanos, también aprendimos cómo podemos hacer que la agroecología suceda en nuestras favelas. Los momentos de estas visitas son muy enriquecedores, como las que realizamos en el Sítio Santa Barbara6 (Cachoeira Grande/Magé) por nuestra maestra en conocimiento local, la querida Juliana Medeiros, o en territorios de la periferia urbana como en el Centro de Integración de Serra da Misericórdia7 (CEM, Complexo da Penha/Zona Norte de Río), un proyecto de vida de luchadores sociales que inspira mucho a Ana Santos y Marcelo Correa, experiencias que hemos hecho varias veces, ya sea con el grupo Minhocas Urbanas en 2018, en acción colectiva de Teia dos Povos Rio de Janeiro en 2022 (o con clases de nuestra carrera de Geografía en la UFF, cada semestre desde 2023.1), y que necesitamos hacer mucho más.
A través del diálogo con los movimientos sociales rurales necesitamos comprender mejor cómo podemos llevar la agroecología a nuestras mesas. ¿Cómo podemos bajar los precios sin que quienes producen ya no reciban un pago justo? Necesitamos asumir cada vez más la logística para no depender de intermediarios. Tenemos muchas ferias en ferias, con un apoyo estructural más continuo parece posible establecer puestos agroecológicos en estas ferias, pero todavía nos falta la estructura para poder hacerlo. También podemos formar grupos o cooperativas de consumidores, hay grupos agroecológicos que hacen entregas a las favelas, como las canastas agroecológicas que recibimos actualmente en nuestro espacio comunitario Roça!8 en Morro do Timbau del Clube Serra Agroecológica9 (CSA) que cada dos semanas trae a la Maré comida sabrosa y saludable desde las montañas de Nueva Friburgo.
Ante la inmensidad de los problemas que enfrenta cada una de estas iniciativas por separado, parecen demasiado pequeños para marcar la diferencia, pero en suma, y multiplicándolos cada vez más, podemos avanzar y conectar cada vez más la periferia del campo y la ciudad y avanzar juntos en la lucha por la tierra y el territorio, la autonomía popular y la alimentación y vida digna. Ante las muchas preguntas y desafíos que enfrentamos, sería bueno reflexionar y encontrar respuestas juntos? Ante las muchas cosas que podemos hacer, sería bueno unirnos en estas luchas?
1 El libro “Territorios, reexistencias y afectos: 30 años de NUREG (Núcleo de Estudos Território e Resistência na Globalização)” estará disponible en Consequência Editora a partir de septiembre de 2024: http://www.consequenciaeditora.net.br Más información : https://www.instagram.com/p/C–sbqKpivS/
2 https://linktr.ee/nureg.uff
3 https://desinformemonos.org/la-lucha-por-la-tierra-y-el-territorio-que-pasa-con-las-favelas/
4 Cito de la página 162 del libro “BARTHOLL et al. Favela, resistencia y lucha por la soberanía alimentaria. Editorial Consecuencia: Río de Janeiro, 2021”.
5 Del mismo libro cito página 174
6 En Instagram: @sitio_stabarbara
7 En Instagram: @cem_serra_misericordia
8 En Instagram: @rocario.mare
9 En Instagram: @talpermacultura
Timo Bartholl
Vive y participa del trabajo de base en las favelas de Maré, Zona Norte de Río de Janeiro. Participa en el «Colectivo Roça!» que busca articular el trabajo comunitario, las economías colectivas y la agroecología. Como docente e investigador, trabaja en la Universidad Federal Fluminense, Niterói, defiende la ciencia como herramienta de lucha y busca hacer Geografías en movimiento(s).