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La comunidad china se organiza: de la campaña #Nosoyunvirus a la aventura política

Paloma Chen

Foto: Protesta en Madrid el pasado 5 de febrero en el marco de la campaña #Nosoyunvirus (José María Ampuero Fernández)

“Tengo casi 29 años y, en mi experiencia como periodista y como ciudadana, no recuerdo un posicionamiento institucional de apoyo tan firme y con un tono tan antirracista y antixenófobo”, señala la reportera alicantina de origen chino Susana Ye. Se refiere a los tuits del Ministerio de Educación y del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que decían: “Las personas no son un virus, la xenofobia sí lo es”. El del Ministerio de Educación y Formación Profesional incluía el hashtag #NoSoyUnVirus; el del presidente, no.

Los tuits eran lanzados el 4 de febrero, después de que el encargado de Negocios de la Embajada China en España, Yao Fei, hubiese declarado, al mediodía, que había niños que estaban siendo llamados “coronavirus” en las escuelas. La campaña “No soy un virus” ya había alcanzado niveles inesperados para sus protagonistas. “Hasta hace un par de años, la diáspora china no despertaba ningún tipo de interés”, asegura Susana Ye.

Sin embargo, en esta ocasión, todos los telediarios, grandes medios nacionales e internacionales —como la BBC— se habían hecho eco del mensaje de personas racializadas que denunciaban acoso y ataques verbales: el brote del coronavirus en Wuhan había afectado las vidas cotidianas de jóvenes con rasgos asiáticos que vivían en Europa a cientos de kilómetros de distancia. 

RESPUESTA COLECTIVA

A finales de enero, en Europa ya sonaban las primeras voces de miedo y de denuncia. Desde la diáspora china en Madrid, se hizo un llamamiento de intérpretes voluntarios, se reunió material sanitario y se recaudaron fondos que se destinaron a Wuhan. El sábado 1 de febrero, en solidaridad con las víctimas afectadas tanto por la enfermedad como por la discriminación étnico-racial, el colectivo de asiáticodescendientes Catàrsia recitaba, en una performance en el Arco del Triunfo de Barcelona, “no soy un virus ni soy una amenaza para el egoísmo puro tuyo, sociedad euroblanca”.

Al día siguiente, Antonio Liu Yang, abogado que reside desde hace 30 años en València, colgaba un primer retrato con el cartel #NoSoyUnVirus, replicando la campaña internacional que había empezado en Italia, Francia o Reino Unido en respuesta a los ataques hacia el colectivo chino. Liu Yang explica que lo hizo por prevención: “El pasado lunes 3 de febrero solo podíamos citar, como caso destacado, al grupo de estudiantes chinos que no pudieron entrar al bar de Huelva. Pero a partir del miércoles ya conocíamos, con nombres y apellidos, toda clase de casos de ataques hacia chinos, filipinos, coreanos…”. Fijándose en la tendencia europea, Liu Yang ya preveía la ola de xenofobia que afectaría a ciudadanos, chinos o españoles con rasgos orientales, que no se habían acercado nunca —ni remotamente— a la ciudad de Wuhan, el kilómetro cero del brote.

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La comunidad asiática denuncia el racismo derivado del coronavirus en una protesta celebrada en febrero de 2020 en Madrid JOSÉ MARÍA AMPUERO FERNÁNDEZ

Apenas dos días después, el día 5, Susana Ye cubría para Cuarto Poder una concentración convocada en el centro de Madrid —con menos de un día de antelación— por Simbo Zhang Chen, un joven valenciano de origen chino que, tras comprar varias cajas de mascarillas y elaborar pancartas, se disponía a protestar, él solo, en las calles más concurridas de la capital. Para su sorpresa, aparecieron unas treinta personas, de varias razas y nacionalidades. Juntos sostuvieron carteles que explicaban situaciones concretas de discriminación que habían sufrido personas chinas. Algunos transeúntes, cuentan, cuestionaron sus reivindicaciones, pero otros tendieron su mano, dieron abrazos, e hicieron fotos y vídeos que difundieron en sus cuentas en las redes sociales.

IMPULSOS, APOYOS Y FALTAS

Simbo Zhang confiesa estar emocionado por el apoyo de comunidades que, a priori, no se asocian al estigma del coronavirus: “El racismo y la xenofobia no afectan a una comunidad o nación en concreto. Todos nos deberíamos unir para combatirlos”. Con sensación agridulce, no obstante, narra que entre españoles, latinos, y afrodescendientes, solo se contaban un par de personas asiáticas en la protesta que impulsó: “Hay personas a las que no les importa la causa, y hay otras a las que les da miedo quejarse y hacen oídos sordos. Al contrario, yo pienso que hay que ir de frente. Si te callas, nada va a cambiar, y la sociedad va a seguir mofándose y burlándose”.

Susana Ye valora positivamente la diversidad de personas que acudieron a la manifestación: “Hay que crear puentes con otras comunidades porque las realidades migratorias, a pesar de sus particularidades, tienen muchos nexos en común y deberíamos remar juntos”.

Para la reportera, los mensajes institucionales del Ejecutivo demuestran que este ha tenido en cuenta el discurso de la identidad, la multiculturalidad y la comunidad migratoria, coherente con la línea ideológica de un gobierno de coalición de izquierdas, situación atípica en España. No obstante, activistas chinos como Chenzhen H., radicado en Usera, no se muestran tan positivos y han criticado que “la izquierda, más allá de lo estatal o institucional, siempre ha fallado en las demandas antirracistas”.

Chenzhen H. critica la invisibilización del racismo sufrido por las comunidades asiáticas: “La izquierda habla de la convivencia o de la Usera multicultural, pero dejan de lado las necesidades de las personas chinas que viven en España”

Chenzhen H. pone el ejemplo del nombramiento de Alba González como directora general de Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial del Ministerio de Igualdad, “una persona blanca sin apenas presencia en los movimientos antirracistas actuales”, afirma, que finalmente fue sustituida por la política de origen ecuatoguineano Rita Bosaho.

El joven, miembro del colectivo Oryza, critica la invisibilización del racismo sufrido por las comunidades asiáticas: “La izquierda se interesa por lo chino y sus expresiones políticas, culturales y materiales. Hablan de la convivencia o de la Usera multicultural, pero dejan de lado las necesidades reales de las personas chinas que viven en España”.

Mientras, explica, “las asociaciones chinas han recibido durante los últimos años visitas de partidos como Ciudadanos o de figuras como Esperanza Aguirre”. Al contrario que la izquierda, la derecha sí ha sabido tomar la iniciativa. El viernes 7 de febrero, a mediodía, Rocío Monasterio, Ignacio Arias y Luis López de Haro, representantes de la extrema derecha española, se reunían con las asociaciones chinas de Usera. “Partidos como este nos venden como ‘migrantes que se integran’ y nos instrumentalizan como minoría modélica para criticar a otras comunidades migrantes y racializadas”, critica Chenzhen H.

DAR EL PASO

Voces como la de Yong Li, nacido en Madrid y criado en el País Vasco, resuenan con fuerza para exigir representación política. En un distrito como Usera, donde viven casi 10.000 personas de nacionalidad china, “no es lógico que en la Junta Municipal no haya ni una sola persona china, que conozca de cerca los problemas de las vecinas y vecinos. Los chinos sufrimos mucha inseguridad. Todas las semanas hay robos, atracos, rotura de cristales…”.

Para Yong Li, la razón de que el colectivo chino no llame la atención sobre su situación de vulnerabilidad es la diferencia cultural: “En la cultura china, lo normal es enfocarse hacia el desarrollo interior, cargar con todo el peso del mundo y externalizar poco”.

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Decenas de personas se fueron sumando a la casi espontánea manifestación iniciada por Simbo Zhang Chen en Madrid JOSÉ MARÍA AMPUERO FERNÁNDEZ

Las historias de desprotección frente a los atracos con violencia, o incluso secuestros, no son novedosas para la policía y las vecinas y vecinos del barrio, pero apenas salen a la luz: solo son cubiertos por los periódicos los casos extremos, como los asesinatos de ciudadanos chinos —los últimos, producidos a principios de año—. Este tipo de situaciones o las de discriminación explícita, como el cierre de cuentas bancarias por parte de BBVA y otros bancos a personas chinas —nacionalizadas españolas o no— son las únicas que, según Yong Li, reciben algún tipo de atención por parte de las asociaciones chinas de Usera, “pero las mofas y burlas en la televisión, el bullying en los colegios y otras formas de acoso que forman parte del día a día de mucha gente no se atienden en ninguna parte”.

Participantes de la campaña “No soy un virus” para planear la constitución de otro tipo de asociación: una que luche activamente contra los estereotipos

Frente a las asociaciones centradas en la parte comercial y de negocios del país asiático que ya están establecidas en Usera, el pasado 8 de febrero Liu Yang se reunía en Madrid con Yong Li, Wei Zhu, y otros participantes de la campaña “No soy un virus” para planear la constitución de otro tipo de asociación: una que luche activamente contra los estereotipos. Su primer objetivo será conseguir “que ser chino en una sociedad occidental sea normal”.

Liu Yang añade: “Quiero que no haya sorpresas cuando diga que soy chino y que soy abogado. Muchos de nuestros padres son camareros, cocineros, o trabajan en bazares. Pero en nuestra generación, es normal, o lo que debería ser considerado normal, ser chino y ser médico o ser chino y ser taxista”.

El culmen de esta iniciativa, que persigue la continuidad más allá de las campañas puntuales ante situaciones de estigmatización, de una plataforma o equipo que trabaje los problemas de discriminación racial, sería la institucionalización y la incursión política de la comunidad china. Primero en el distrito de Usera, después en la Comunidad de Madrid, y, finalmente, hasta en el gobierno español. “Lamentamos la posible estigmatización que la comunidad china pueda estar sufriendo”, tuiteaba Pedro Sánchez. Mientras miles de chinos compartían la publicación y agradecían sus palabras, otros ya tenían claro cuál era el siguiente paso.

Este material se comparte con autorización de El Salto

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