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Ilusiones perdidas, la herida en común de García Márquez y Lennon

Carlos Mario Castro*

Una mañana de un pasado diciembre vagaba por los pasillos del Centro Comercial Santa Fe en busca de un par de zapatos, los primeros que compré luego de cuatro años de residencia en Ciudad de México. Hasta entonces, los que calzaba tenían el sello de la segunda mano (o del segundo pie). Incluso, unos fueron regalo del afortunado descuido de alguien que los abandonó en el vestidor de un gimnasio, porque sus pies le urgían cambiar los cueros.

El vagabundeo por aquella caverna del consumo me llevó hasta una librería, en donde un libro en el aparador me hizo un guiño que detuvo mis pasos. Era la nueva biografía sobre John Lennon, escrita por Philip Norman, que días antes había despertado mi interés por la presunción del biógrafo inglés en una reseña, según la cual el miope y voraz lector de los Beatles “nunca escapó a las heridas de su infancia, no superó el hecho de que sus padres le abandonaran”. En las composiciones musicales de Lennon, las campanas siempre doblan estremecidas y nostálgicas por esa pérdida irreparable.

Esa misma herida está presente en la obra de Gabriel García Márquez, abandonado dos veces también por su madre, una ausencia de la que “jamás se repondría, en buena medida porque nunca conseguiría afrontar los sentimientos que este hecho provocaba en él”. Esto de acuerdo a otra biografía reciente, escrita por otro inglés, Gerald Martin, cuyo libro, pese a la diestra reacción de Enrique Krauze en sus Letras Libres, no sólo observa el adentro atormentado de García Márquez, su improbable y hasta temeraria vocación de escritor, sino que logra retratar el temperamento del mundo de esa época, sobre todo de Latinoamérica, “el continente desconocido, la tierra del futuro, que alberga grandiosos sueños y fracasos calamitosos”.

Leí ambas biografías durante estancias en Medellín y Ciudad de México, en madrugadas fugaces y días que transcurrían con lentitud; y aunque los autores describen dos caminos muy distintos, sin embargo, coinciden en que el verdadero arte, ése que sacude y conmociona, es aquel que nos confronta con la nostalgia de lo perdido. Por eso la música y la literatura que nos dejan en trance, tocados por el escalofrío terrible de la belleza, es la que hace el recuento de las ilusiones pérdidas, como tituló el cubano Ignacio Cervantes a una de sus más tristes y logradas composiciones. Lo decía hace poco Horacio Castellanos Moya, escritor salvadoreño, en una entrevista: “La literatura nace del fracaso. Del éxito sólo salen libros de superación” o crónicas de sociedad.

*Lic. Carlos Mario Castro, académico del Departamento de Letras de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

Este material se comparte con autorización de la IBERO

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