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Han asesinado en dos días a cinco desplazados por violencia en Sinaloa(La Jornada, 20 de Junio 2012)

Javier Valdez Cárdenas

Culiacán, Sin., 19 de junio. Dos hermanos que intentaban volver a la comunidad de San José de los Hornos, municipio de Sinaloa, de donde habían huido por la violencia, fueron asesinados el lunes, con lo que suman cinco personas muertas a balazos en sólo dos días, informó Jesús Martín Robles Armenta, subprocurador general de Justicia del estado. Las víctimas son José Eleazar García Núñez, de 33 años, y Carlos Alberto, de 22. Sus cadáveres fueron hallados a casi un kilómetro de Surutato, municipio de Badiraguato, donde se habían refugiado. Al parecer regresaron a buscar algunas pertenencias. Robles Armenta informó que estas personas eran familiares de José Plácido Núñez Barraza, de 40 años de edad; de su esposa, María Irma Sánchez Acosta, de 42, y del hijo de ambos, Cristian Alonso, de 17, quienes fueron asesinados a balazos el domingo pasado cuando entraban a San José de los Hornos, de donde eran originarios. Luego de haber huido por amenazas y hostigamiento de grupos armados, esta familia pretendía regresar a su comunidad, adonde llegaron procedentes de Guamúchil, cabecera municipal de Salvador Alvarado. En Sinaloa suman alrededor de mil 700 familias desplazadas por la violencia generada por grupos armados ligados al narcotráfico, aunque según Juan Ernesto Millán, secretario de Desarrollo Social y Humano del gobierno estatal, la cifra podría llegar a 2 mil familias de 11 municipios, la mayoría ubicados en la zona serrana. Surutato es la comunidad que más desplazados concentra (cerca de 300 personas), la mayoría provenientes de Badiraguato. Guamúchil (donde se habían refugiado los tres muertos) está a dos horas y media de donde se cometió el doble homicidio del lunes, en un camino con tramos de pavimento y terracería. El gobernador Mario López Valdez afirmó el lunes que la familia muerta a tiros debió pedir protección a las autoridades para regresar. Sin embargo, a principios de mayo el gobernante dijo que los habitantes de la zona serrana que fueron desplazados podían regresar a sus hogares cuando quisieran, pues no había peligro. En entrevista con la periodista Denisse Maerker, el 4 de mayo, López Valdez aseguró que los desplazados de las comunidades afectadas por la violencia y la delincuencia organizada ya pueden regresar a su hogar, pues existen condiciones de seguridad. En el programa Atando cabos, el gobernador manifestó que la situación estaba controlada por el Ejército Mexicano y la policía estatal. Esta familia no pidió ayuda para que se le diera seguridad, señaló el lunes en relación con los asesinatos del domingo. El Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos (IDMC, por sus siglas en inglés) advirtió recientemente que a causa de la violencia desatada por la guerra contra el narcotráfico, alrededor de 230 mil mexicanos han tenido que abandonar sus lugares de origen. De acuerdo con un informe, la mitad habrían huido a Estados Unidos, lo que significaría que en el país hay unos 115 mil refugiados internos, la mayoría provenientes de Chihuahua y Tamaulipas, aunque este fenómeno ha comenzado a afectar a Nuevo León, Baja California, Sinaloa y Michoacán. Los municipios tamaulipecos más afectados son Guerrero, Mier, Miguel Alemán, Camargo y Díaz Ordaz, donde hay miles de viviendas abandonadas, particularmente de interés social. Un ejemplo destacado es la huida de más de 400 pobladores de Ciudad Mier, a inicios de noviembre de 2010, luego que Los Zetas amenazaron con matar a cualquiera que se quedara. Con información de Fernando Camacho, reportero Refugiados padecen zozobra constante, desempleo y falta de servicios Una familia con bebés tuvo que permanecer dos meses en el monte Javier Valdez Cárdenas, corresponsal Culiacán, Sin., 19 de junio. Juana dejó sus gallinas, la tierra, la casa y la ropa en San José de los Hornos, municipio de Sinaloa. Sus ilusiones se quedaron a hora y media por ese camino seco, polvoriento, serpenteante de piedras bravas. Es una de las 300 personas que tuvieron que salir de su comunidad debido a la violencia, las amenazas y el hostigamiento de los grupos armados en la región y buscar refugio en Surutato, poblado enclavado en la sierra del municipio de Badiraguato. Ahora vende helados y cocos para subsistir. Apenas le alcanza. Obtiene cuando más 400 pesos a la semana, más lo que gana su esposo cortando y vendiendo leña, para pagar los 500 pesos de la renta de la casa. Pero aquí todo escasea. Hay desempleo y sequía. Si no fuera por la ayuda de los vecinos…

Salieron despavoridos de su casa. A poco más de una hora de su poblado está el límite de Sinaloa con Chihuahua, y abajo, a un lado, Surutato. Aquel día de finales de julio del año pasado, un grupo armado irrumpió en la comunidad. Era de madrugada. Por temor, nadie salió a averiguar. La mañana siguiente apareció el cadáver de un desconocido en una de las calles de San José de los Hornos. Y ahí empezaron el miedo y la zozobra. Las agresiones continuaron y tres viviendas fueron quemadas. Una persona fue levantada y acribillada cerca. Las incursiones de unas 50 personas armadas en cinco u ocho camionetas hicieron huir a muchos. El 25 de septiembre ocurrió otro ataque y entonces todititos se fueron a vivir al monte. Entumida y con dolor de huesos María del Rosario Núñez Barraza vive con otra familia, en casa prestada. Comparten espacio dos familias, suman seis personas. Es una casa de madera, con dos recámaras. Una está en medio de lo que parece ser una sala llena de colchones y colchonetas, junto a la cocina. Obtienen energía eléctrica de una batería de automóvil pegada a la pared, en el frente de la vivienda de ladrillo, madera y lámina. Desde hace ocho días no les lleva agua la pipa y ahora solo tienen del garrafón, para beber. Ella y sus hijos anduvieron más de dos meses en el monte. Ahí dormían dos gemelas de ocho meses, una joven embarazada, ella y su esposo. A oscuras, entre hierbas, árboles, espinas, insectos y toda clase de animales. Encender una linterna, hacer una fogata o cocinar en el cerro eran actos casi suicidas que podían delatarlos. De día, a escondidas, entraban y salían a las viviendas de San José de los Hornos en busca de comida y ropa. Y si escuchaban el motor de algún vehículo, había que correr o esconderse. Su hija, Brenda Guillermina García, de 24 años, parió durante esta travesía. Ella, las bebés y toda la familia están ahora en el destierro. Pepenábamos lo que podíamos y nos tirábamos en lo parejo, en el monte, cortados, espinados, entre palos y mierda de vaca, arañados. Una vez me picó un animal y estábamos bien espantados por los bebés, a oscuras. Ni supimos qué fue. No podíamos dormir. Me acuerdo que se me entumió la pierna y me dolían los huesos, recordó María del Rosario. Ahora se siente mal. Sus ojos verdes no pueden ocultar las sombras que asoman. Añora el maíz, los frijoles sembrados en el patio y la parcela, las gallinas. Antes de todo esto ella no era así, nerviosa. A veces platica uno, pero otros ratos llora y siente como que se me mueve la carne, temblorosa, y por cualquier cosita me pongo mal, nerviosa. Y yo la verdad no andaba así, afirma. Aquí, en esta frágil vivienda, había siete familias cuando recién llegaron. Nomás los niños sumaban 16. Y así se acomodaban, en el patio, los dos cuartos y la cocina. No hay nada más triste Juana está junto a su hermano, en el patio frontal de la casa que rentan. Nada más triste que dejar la casa de uno. Vivir tantos años y salirse de un momento a otro, después de 26 años, dice. Ella nació en La Joya de los Martínez –aunque llevaba muchos años en San José de los Hornos–, donde un grupo de soldados atacó a balazos a unas personas que iban en una camioneta, en mayo de 2007, con saldo de cinco muertos, tres de ellos menores. Los militares afirmaron que los de la camioneta no se detuvieron en un supuesto retén. Por eso no le tiene confianza a los soldados. Recuerda aquel 21 de septiembre. Eran las nueve de la noche cuando llegaron los encapuchados y se llevaron a Jaime Acosta, de 38 años. Estaba en su casa, con su esposa e hija, y ésta les imploraba a gritos que no le hicieran daño a su papi. Al día siguiente lo encontraron destrozado a balazos. Eso detonó el éxodo. En la fotografía que distribuyó la familia como homenaje al occiso puede leerse: Tuve que partir. Ustedes vivan con amor y alegría, como yo la viviré. A mi familia, mis amigos, les digo: tengan la paz y resignación de mi partida. Pero no hay paz, tampoco resignación ni deseo de venganza. Hay despojo y polvo, algo de tierra en la piel, las uñas. Y paño en los recuerdos: bajo esa lluvia que fue su manto en más de mes que anduvo vagando con su familia en el monte, entre árboles, sin hacer ruido. Desde ese día no hemos tenido tranquilidad. No la tengo ya. No le tengo ilusión a nada. Estoy triste. Es triste, la verdad. ¿Sabe por qué? Porque nada es de uno. Y Juana se sienta bajo el anuncio de venta de helados y cocos, en ese horizonte seco, en el que apenas tuvo para llorar.

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