Ha muerto el último alfarero de utopías

Juan Manuel Sánchez

foto de portada: Agencia Magnum Photo 

Más de medio siglo de bloqueo y embargo económico, sumadas las desavenencias de los soviéticos. Un ataque mercenario sobre Playa Girón, el que pudo enfrentarse gracias a la hazañas criptográficas de Rodolfo Walsh, y la luna resplandeciente como el sol de esa noche de nácar. Once presidentes gringos queriendo derrocarlo, ya con mentiras que duran hasta hoy, ya con espionaje, ya con el intento de asesinato en más de 600 oportunidades, una de ellas en Cartagena de Indias, la cual se frustró gracias a que su genialidad se encontraba en ese momento justo al lado de la de Gabriel García Márquez, por lo que el asesino a sueldo decidió no disparar, no fuera y le hubiese clavado el balazo al Nobel.

En la CIA, dada la imposibilidad de derrocarlo, se contaba entre sus miembros un chiste. Que había llegado un espía ante el presidente gringo, ya sea Nixon, ya sea Reagan, ya sea Clinton, a informar lo que ocurría en La Isla así: “Señor presidente, no hay desocupación pero nadie trabaja. Nadie trabaja pero según las estadísticas se cumplen todas las metas de producción. Se cumplen todas las metas de producción pero no hay nada en las tiendas. No hay nada en las tiendas pero todos comen. Todos comen pero también todos se quejan constantemente de que no hay comida y de que no tienen ni desodorantes. La gente se queja constantemente, pero todos van a la plaza de la Revolución a vitorear a Fidel. Señor presidente, tenemos todos los datos y ninguna conclusión”…Por ello cantaría Carlos Puebla alguna vez “¿Qué tiene Fidel, que los yanquis no pueden con él?”.

Cuando llegó por fin un presidente negro al gobierno de los EEUU, y que cumpliendo el prodigio visitó a Cuba y quiso restablecer las relaciones terminadas unilateralmente por ellos mismos, al primero que visitó fue al científico del sistema de salud que aquel presidente negro quería para su pueblo, con el  fin de que este científico, nada opulento y que no era de Harvard, ni de Yale, ni de New York, ni de Iowa, le contara cómo era eso de que había descubierto la vacuna contra el cáncer de pulmón.

En una carta pública memorable, Fidel le respondería a aquel presidente, que entregará el gobierno gringo nuevamente a un blanco, bajo el título de “Hermano Obama”,  que: “Advierto además que somos capaces de producir los alimentos y las riquezas materiales que necesitamos con el esfuerzo y la inteligencia de nuestro pueblo. No necesitamos que el imperio nos regale nada”. Y párrafos más adelante: “No diré que el tiempo se ha perdido, pero no vacilo en afirmar que no estamos suficientemente informados, ni ustedes ni nosotros, de los conocimientos y las conciencias que debiéramos tener para enfrentar las realidades que nos desafían”.

De la Revolución ,como de su alfarero, se ha dicho de todo en todo sentido, lo que es propio de los gigantes. Y aunque nada los alcance, yo me quedo con Virgilio Piñera, y un poema en el cual escribió:

“Hemos vivido en una isla,
pero no como quisimos,
más como pudimos.
Aun así derribamos algunos templos
y levantamos otros
que tal vez perduren
o sean a su tiempo derribados”.

Contó también García Márquez, en el mismo sentido, que un día un amigo en México le preguntó de golpe: “¿Cómo serías tú hoy si no se hubiera hecho la Revolución cubana?”. A lo que el escultor de Aureliano Buendía contestó: “No sé -le contesté asustado-. Es imposible saber cómo sería uno si fuera un cocodrilo”. Y de Fidel dijo en una entrevista que no era tan grande ni tan alto como parecía. Sino que cuando llegaba a un lugar ocupa todo el espacio. Así mismo, a la visita del Papa Juan Pablo II a la Isla, se dice que alguien del Vaticano telefoneó la frase francesa de “La revolución bien vale una misa”.

El encuentro de Sartre y Fidel, que fue publicado como “Huracán bajo el azúcar”, y en el cual se dio origen a una de las conversaciones entre filosofía y política más emblemáticas de la historia, y a la respuesta que perdurará por siempre, lo narra Lisandro Otero, que para entonces era joven y escuchaba atento, así: “Ya en la noche nos refugiamos en otra barraca, dispuesta para comedor, y hablamos hasta la madrugada. Durante nuestra excursión previa en cada parada se le había solicitado algo a Fidel Castro, más tierras, tractores, subsidios, escuelas, viviendas. Era evidente: las demandas excedían la capacidad del Estado para satisfacerlas. La revolución había despertado las necesidades latentes desde mucho tiempo antes, pero no disponía de recursos para calmar tanto apetito. Fidel Castro dijo que se ofrecería a las mayorías populares beneficios inmediatos. Las Leyes Revolucionarias, dictadas una tras otra, conquistaron de entrada el enorme apoyo popular, del cual entonces disponía la Revolución. -¿Y si le pidieran la luna?-, preguntó Sartre a Fidel, quien hizo una pausa, miró por la ventana abierta hacia la neblina en la laguna y le respondió: -Si me pidieran la luna es que estaban necesitándola y habría que dárselas. Todo lo que piden, sea lo que sea, tienen derecho a obtenerlo-. Sartre concluyó: el único humanismo posible se basa en la necesidad”.

En “Huracán sobre el azúcar” la pregunta-respuesta se sintetizó: “Sartre: ¿Y si un día el pueblo le pide la luna?. Fidel Castro: Señal de que la necesitan.”

No puedo evitar recordar que un día en Cuba le pregunté a un estudiante de Química de la Universidad de La Habana, cuál era la enseñanza que les dejaba Fidel a ellos, a lo que el estudiante me contestó con una seguridad y contundencia admirables: “la humanidad”. Desde entonces he pensado que en nuestra patria sin utopías jamás un estudiante daría una respuesta así sobre un líder político.

También recuerdo la frase del joven abogado que era entonces Fidel, usada en su defensa sobre el asalto al Cuartel Moncada, cuando expresó: “Pero mi voz no se ahogará por eso; cobra fuerzas en mi pecho, mientras más solo me siento y quiero darle a mi corazón todo el calor que le niegan las almas cobardes”.

Hay desasosiego… Mientras recuerdo también el cántico en el funeral de Pablo Neruda: “No has muerto. No has muerto. Solo has quedado dormido. Como duermen las flores cuando el sol se declina”.

*Juan Manuel Sánchez es profesor de la Universidad Industrial de Santander, UIS.

Texto publicado originalmente en Colombia Informa

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Una Respuesta a “Ha muerto el último alfarero de utopías”

  1. Gracias por la reflexión, suerte haber nacido bajo la luz de este gigante alfarero, otras manos, cientos, miles, millones contruiran esperanzas, sueñis y realidades de poder salvar a nuestra especie y de que un mundo mejor si es posible.

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