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Grecia: De la desesperación a la resistencia ( Kaosenlared, Jueves, 16 de Febrero de 2012 )

Panagiotis Sotiris

El 12 de febrero de 2012, manifestándose y luchando en la calle en todas las ciudades del país, el pueblo griego expresó de una forma masiva y colectiva y heroica su cólera contra los términos del acuerdo impuesto por la Troika (UE, BCE y FMI) para conceder el nuevo préstamo. Ese día, los trabajadores y trabajadoras, los jóvenes y los estudiantes llenaron las calles con su rabia, desafiaron la enorme represión policial y dieron un nuevo ejemplo de lucha y solidaridad.

Grecia se está convirtiendo en una verdadero banco de pruebas de las políticas neoliberales más extremas. Los términos del nuevo paquete de rescate de la Troika suponen bombardear lo que resta de derechos sociales y representan un tentativa brutal de hacer retroceder los salarios y las condiciones de trabajo a los años 60.

Los drásticos cambios que se van a someter a voto para alcanzar el nuevo acuerdo son los siguientes:

• El salario mínimo, que hasta ahora se definía a través de la Negociación Colectiva Nacional entre las Confederaciones Sindicales y la Asociación de Empresarios, será recortado en un 22%. Recorte que para los nuevos trabajadores menores de 25 años alcanzará hasta el 32%. Esta medida afecta de inmediato a alrededor del 25% del total de los trabajadores y trabajadoras griegos. Además, la antigüedad (que se incrementa en función de los años trabajados) va a ser congelada.

• La reducción también va a afectar a las plantillas del sector privado que cuentan con convenios colectivos y acuerdos propios. A medida que estos convenios vayan venciendo, se establecerá un nuevo sistema de negociación colectiva y mediación que favorece abiertamente a los empresarios. Los términos del nuevo acuerdos exigen, también, que los contratos individuales de trabajo puedan ser modificados, lo que en algunos sectores se puede traducir en una reducción salarial del 50%. (hasta ahora cuando expiraban los convenios colectivos, los contratos individuales firmados bajo su cobertura no podían ser modificados). Estas reducciones salariales van a ser devastadoras; sobre todo, si tenemos en cuenta las drásticas reducciones salariales ya impuestas en el sector público y que los costos laborales en Grecia han caído en un 25% y que el desempleo que se sitúa a niveles nunca antes conocidos (en noviembre, la tasa oficial de desempleo excedía el 20%).

• Se van a reducir las pensiones en un 15%, una reducción que se añade a las impuestas no hace mucho. Además, el acuerdo exige la actualización del sistema de pensiones, lo que abre el camino a nuevas reducciones y al incremento de la edad de jubilación. Estas modificaciones no sólo afectan a las condiciones de vida de la gente más vieja sino que también van a limitar la solidaridad inter-generacional, un elemento básico de la cohesión social en Grecia.

• Se van a reducir drásticamente los gastos públicos, los fondos para hospitales, la cobertura social y las ayudas sociales. Si los hospitales ya están en una situación crítica por los recortes precedentes, esta nueva ola de reducciones va a traer un dramático deterioro de los servicios de salud en un país que ya se enfrente al deterioro de los índices de salud.

• Se exigen nuevas privatizaciones de empresas de servicios públicos; incluso la de infraestructuras cruciales como los aeropuertos y puertos.

• Se va a dar una nueva ola de despidos en el sector público, con cierre de instituciones públicas como escuelas primarias y secundarias y la supresión de determinados departamentos universitarios y agencias como la responsable de la vivienda pública. Además se va a modificar el contrato de trabajo en las empresas públicas (parcialmente dependientes del Estado) y de los bancos, eliminando la garantía del empleo, lo que conducirá a despidos masivos.

El costo social de estas medidas va a ser inmenso. Por primera vez desde hace tiempo, amplios sectores de la sociedad griega se van a ver confrontados al riesgo de una pauperización extrema. Los primeros signos ya están presentes: incremento de los sin techo, comedores de beneficencia e incremento de la emigración en búsqueda de empleo. Y la situación va a ir a peor porque elementos tradicionales de solidaridad como las relaciones familiares, ya no pueden contrarrestar esta situación.

Es obvio que la mayoría de estas medidas tiene poco o nada que ver con hacer frente al incremento de la deuda. Más aún, las reducciones salariales y la reducción de las prestaciones al fondo de pensiones en el sector privado van a lleva a un aumento del déficit.

En realidad, lo que está en juego es el intento de la Troika y de algunas fracciones dirigentes de la burguesía griega de imponer un «cambio social» traumático en Grecia.

De acuerdo con el discurso dominante, el problema de Grecia reside la crónica ausencia de competitividad de sus exportaciones, que exige un nuevo enfoque basado en el abaratamiento de la mano de obra y acabar con las restricciones medioambientales, las regulaciones urbanísticas o la protección arquitectural que desanima a los posibles inversores. Su objetivo es hacer de Grecia un Área Económica Privilegiada para los inversores. Lo que no se menciona en este discurso no son sólo los tremendos costes sociales, sino que la reducción competitiva de los costes laborales conduce a una espiral descendente sin límites. Siempre existirán países, incluso próximos como Bulgaria, cuyos salarios sean más bajos. Más aún, todo el mundo sabe que la competitividad no está ligada sólo a los costes salariales sino que también tiene que ver con la calidad de las infraestructuras, el conocimiento, capacidad, experiencia colectiva, etc.; justo lo que está siendo dramáticamente erosionado por la actual situación económica y social de Grecia.

Sin embargo, lo que está ausente en este discurso es la crisis de la eurozona y del proyecto de integración europeo como tal. Es evidente que el problema es el euro como moneda común en una región con enormes divergencias en productividad y competitividad. El euro funcionó en los años anteriores como un elemento de presión para la reestructuración capitalista a través de la presión competitiva, pero al mismo tiempo incrementó los desequilibrios a favor, sobre todo, de los países más fuertes, como Alemania. En un período de crisis capitalista, el euro no hace sino agravar la situación incrementando los desequilibrios y agravando la crisis de la deuda soberana. Es por ello que la eurozona constituye un aspecto crucial de la actual crisis capitalista y uno de los mayores fracasos del neoliberalismo.

Al mismo tiempo, en la Unión Europea se está produciendo una involución reaccionaria y autoritaria. Es la lógica de la Gobernanza Económica Europa inscrita en la propuesta por un nuevo euro tratado fiscal. Según el mismo, los estados miembros incluirán en sus constituciones las políticas de austeridad y los equilibrios presupuestarios y la UE dispondrá de mecanismos para intervenir e imponer fuertes sanciones y recorte de ayudas cuando considere que un estado miembro no actúa de forma responsable. Para ello se contará con los expertos del FMI en imponer políticas de austeridad y privatizaciones. La lógica que prevalece es de una soberanía limitada y en este camino, Grecia constituye un campo de pruebas. Ahora mismo, el paquete de privatizaciones de la Troika establece mecanismos de supervisión en todos los ministerios del gobierno griego, lo que supone dictar políticas de forma casi neo-coloniales. Y esta va a ser la norma en Europa si se impone el nuevo tratado. Es la razón por la que a pesar del servilismo que muestra el gobierno griego en relación a la UE no deja de seguir recibiendo bofetadas humillantes.

La UE se está convirtiendo, a pasos agigantados, en la institución más reaccionaria y antidemocrática desde la época del nazismo. No es suficiente hablar de «deficit democrático». Estamos enfrentados a un agresivo intento de imponer condiciones pos-democráticas que restringen la soberanía y el control democrático. Y dejan poco o ningún espacio para el debate y la confrontación sobre las opciones políticas, ya que estas son dictadas por los mercados a través de los mecanismos supervisores de la UE. El que ex directivos del Banco Central Europeo como Monti y Papademos lleguen a ser nombrados primeros ministros es más que simbólico.

Ahora bien, no basta cargar la responsabilidad sobre la agresividad neoliberal y la configuración cuasi neocolonial de la UE. Los sectores más agresivos del capital griego (Banca, construcción, turismo, navieras, industria, energía) apoyan abiertamente esta estrategia. Aunque algunos sectores capitalistas son víctimas de esta recesión prolongada y a pesar de que esta crisis ha menguado sus perspectivas para liderar los Balcanes, las fracciones dominantes apuestan por la austeridad, el despotismo en las empresas y quieren acabar con el menor resquicio de los derechos laborales como vía para recuperar los beneficios. Sin embargo, el problema de esta estrategia es que, posiblemente, el incremento de las exportaciones no logrará compensar el hundimiento de la demanda interna, que afectará incluso a fracciones del capital dominante.

El gobierno de Papademos está intentando hacer pasar los términos de este devastador paquete de austeridad a través de un chantaje ideológico a la sociedad griega: la amenaza de la quiebra y la salida de Eurozona. Pero la cuestión no es que Grecia quiebre, sino cómo va a quebrar. Las medidas adoptadas sólo están dirigidas a pagar la deuda de los acreedores -que por su parte ya han decido reestructurar y «reducir» la deuda previa- a costa de la mayoría de la sociedad.

Es precisamente porque Grecia incumple sus obligaciones soberanas por lo que la opción de cesar inmediatamente el pago y anular la deuda es la única forma viable para evitar una quiebra social. Al mismo tiempo es preciso salir de la eurozona. El cese del pago de la deuda y la recuperación de la soberanía monetaria permitirá orientar el gasto público a las necesidades sociales y ayudará a detener la erosión de la base productiva de las importaciones. No es una opción nacionalista, como algunas tendencias de la izquierda griega y europea dicen, sino la única manera de combatir la violencia sistémica de las actuales políticas de la UE. Es más, es una opción realmente internacionalista, en el sentido de que constituye el primer paso hacia el desmantelamiento de la agresiva configuración política y monetaria neoliberal de la UE, algo que interesa a todas las clases subalternas de todo Europa.

El cese del pago de la deuda y la salida del euro no son simples opciones técnicas. Han de formar parte de un conjunto de medidas radicales que incluyan la nacionalización de los bancos y de las infraestructuras básicas, el control de capitales y la redistribución de las rentas. Pero incluso estas medidas no son suficientes. Lo que se necesita es una alternativa radical al capitalismo, basada en la propiedad pública, nuevas formas de planificación democráticas con control de los trabajadores y trabajadoras, redes de distribución alternativa y no comercial, y un esfuerzo colectivo hacia la recuperación del control social de la producción.

Repensar las posibilidades de tal alternativa no es sólo un ejercicio intelectual; es una exigencia política urgente. Contra la actual corriente chantajista y los intentos del gobiernos, de las clases dominantes y de la UE de presentar la austeridad extrema como la única solución, lo que necesitamos no es sólo decir no a la austeridad, sino recuperar la confianza sobre la posibilidad de las alternativas. En última instancia, la hegemonía se da en torno a quién tiene la capacidad para articular un discurso coherente sobre cómo ha de producir el país y la sociedad, cómo se han de atender las necesidades sociales, organizarse y gobernar. La crisis de la hegemonía neoliberal abre la posibilidad para la emergencia de un espacio ideológico y político contra-hegemónico alternativo, pero no por mucho tiempo. Además, en ausencia de una visión positiva, las clases dominantes están llevando a la gente a la desesperación individual y a un sentimiento de derrota para mantener su dominación. Reconstruir la confianza de la gente en la posibilidad de otras alternativas requiere un trabajo colectivo en favor de un programa radical basado en la experiencia que emerge de las luchas. Este es uno de los mayores retos que tiene enfrente la izquierda griega.

Pese a que el gobierno de coalición de «unidad nacional» de Papademos fue prácticamente impuesto en noviembre, la crisis política no se ha resuelto. El PASOK sufre una enorme crisis; la conservadora Nueva Democracia se ve presionada por sus bases para no aceptar las medidas impuestas por la troika y la extrema-derecha ha abandonado el gobierno de coalición. 22 parlamentarios del PASOK y 21 de la Nueva Democracia han votado contra el acuerdo y en consecuencia han sido expulsados de sus respectivos partidos, marcando una nueva fase en la crisis política.

La gran presión de la Troika, con funcionarios del FMI, como Pool Thomsen actuando como un gobernador colonial, no hacen sino empeorar las cosas. Incluso si el acuerdo es aprobado por el Parlamento (el PASOK y la Nueva Democracia tienen una mayoría holgada que compensa las disidencias parlamentarias), el sistema político está poniendo de relieve sus límites. Existen intentos para crear un nuevo partido político, incluso hay un intento de crear un partido «Papademos» que podría agrupar a todos que apoyan el actual proceso de reformas, pero están lejos de conseguirlo.

En semejante coyuntura, la izquierda gana apoyos pero, al mismo tiempo, muestra los límites de su estrategia y programa. Syriza (Coalición de la izquierda radical) continúa insistiendo en la ilusión de una Europa democrática y rechaza reivindicaciones como la salida del euro. KKE, el partido comunista, a pesar de su oposición radical a la UE y de su anticapitalismo, impulsa una política sectaria y subestima la necesidad de un programa transitorio inmediato. ANTARSYA, la izquierda anticapitalista, juega un importante papel en las luchas y articula objetivos políticos como la anulación de la deuda y la salida del euro, pero tiene una implantación débil en las capas populares. Lo que se precisa es una recomposición de la izquierda griega, tanto en lo que respecta a la elaboración de una alternativa radical como en lo que hace referencia a construir una contra-hegemonía y un frente radical que de expresión a la unidad que emerge de las luchas y las manifestaciones en forma de auto-organización, redes de solidaridad, experiencias colectivas de lucha, etc.

Grecia está entrando en una nueva fase de la prolongada «guerra popular» contra las política de la Troika. La enésima huelga general del 10-11 de febrero y las manifestaciones masivas y enfrentamientos del día 12 han marcado un nuevo punto de inflexión en la lucha. La «guerra popular» está lejos de haberse agotado. Ante el reto de un enorme retroceso histórico, nos negamos a la desesperación. Insistimos sobre las «ventanas de oportunidad» que la situación actual abre para un cambio social. Lucharemos hasta el final

12/02/2012

Panagiotis Sotiris es sociólogo. Militante de Antarsya

Traducción: VIENTO SUR

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