Genocidio silencioso en Bolivia

Raúl Zibechi

El dirigente fabril y guerrero del agua Oscar Olivera tiene coronavirus. Acudió al hospital por una descompensación pero lo derivaron a otro centro porque estaba desbordado. Luego de seis horas le dieron el resultado: positivo. No pudieron internarlo porque no había camas disponibles. Ahora está en su casa, en una barrio de Cochabamba, junto a su familia. Por teléfono nos dice que está bien, que no tiene síntomas, pero se siente abrumado por la situación de la ciudad.

Hay familias que deben mantener en sus casas hasta siete días a sus familiares muertos porque nadie los recoge, nadie los entierra, no funcionan los servicios elementales de salud, ni de emergencias ni de limpieza urbana. En algunos casos, los familiares dejan los ataúdes en la calle, porque los cementerios colapsaron. Impotencia, rabia y soledad, es la sensación que domina a buena parte de los 600 mil habitantes de esta ciudad.

“Lo único que nos queda es la solidaridad de los compañeros”, se escucha una voz quebrada por el dolor. “Llamé a varios compañeros para decirles que tengo coronavirus, pero que estoy bien, y algunos me dijeron que habían tenido Covid y que no lo habían dicho para no desanimar a sus familias y amigos. Contarnos lo que nos sucedía fue muy bueno, nos levanta el ánimo…”

Cuando a un luchador de toda la vida se le quiebra la voz, algo grave está sucediendo. Toca escuchar con el corazón y guardar silencio.

“… cómo la desgracia puede unirnos, cómo nos hace recuperar los sentimientos….. Ayer un pariente me dijo que estaba toda la familia enferma desde hacía dos semanas y que no dijeron nada para no preocuparnos”.

“En Cochabamba es horrible. Enfermos que recorren cuatro o cinco hospitales para que los atiendan y se mueren en la puerta. Muertos que no pueden ser enterrados porque los cementerios ya no tienen capacidad. No se sabe porqué mueren, no hay certificaciones. Hay muertos en las calles…”.

Los pobladores del entorno del basurero municipal bloquearon la entrada en demanda de agua, que no les llega, con lo que la basura se acumula en la ciudad.

Oscar intenta contextualizar el drama. “Los de arriba muestran mucha inoperancia, pillaje y chantaje. La clase política sólo está interesada en su poder, lo último que les interesa es la gente. Tanto en el gobierno como en la oposición hay un aprovechamiento de la desgracia y de la impotencia de la población abandonada a su suerte. La política de arriba es un circo putrefacto”.

En contraste, relata que profesionales y técnicos de la salud trabajan en el desarrollo, de manera autónoma, de equipos para atender a la población, construyendo ventiladores. “Son esfuerzos sobrehumanos porque no tienen la capacidad económica ni institucional para que esos emprendimientos puedan salir adelante. Esta institucionalidad de mierda del Estado no hace nada”.

La pandemia también ha mostrado, dice Oscar, la enorme solidaridad de personas que han dejado incluso la comodidad de sus trabajos para llegar a los lugres donde más los necesitan. “Aquí han muerto muchos médicos y enfermeras por atender a la gente, porque los gobiernos han dejado la salud en una situación terrible”.

En estos cuatro meses, el gobierno destinó apenas 70 dólares por una única vez para atender a las familias. La situación es dramática y no hay modo de no salir a los mercados a vender o a comprar. “Cada sector se ha hecho cargo de lo que puede, con ollas comunes, con medicinas naturales, en espacios de solidaridad que surgieron”.

Sentir la enfermedad en carne propia, te hace ver el mundo desde otro lugar. “El sábado cuando fui al hospital me derivaron a uno de los mejores centros de esta ciudad, un hospital privado. Pero incluso ahí la situación era tremenda, la gente en las puertas gritando porque se está muriendo, personas que llegaban con otras enfermedades o por accidentes que no está siendo atendida. Dentro había salas cerradas, llenas de gente contagiada”.

Algunos médicos y enfermeras, para poder seguir atendiendo, optaron por rentar una habitación para no ir a sus casas poniendo en riesgo a su familia. Otros fueron expulsados de sus barrios por la brutal insensibilidad de los vecinos.

“Lo único que nos queda es la solidaridad de los compañeros”, repite Oscar Olivera, guerrero del agua, contagiado de coronavirus, decidido a luchar por la vida, como hizo siempre, como seguirá haciendo…… para que llegue el tiempo de los abrazos.

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3 Respuestas a “Genocidio silencioso en Bolivia”

  1. Magdalena Medrano

    Felicitar y agradezco a este medio de comunicación por el cual me enteré que mi amigo y compañero de luchas, ha contraído el COVID 19, como mujer de fe, pudo a Dios lo proteja y le de fortaleza para salir adelante y a todos lis periodistas de este medio de comunicación también, Dios lis proteja y ampare, lis amigos estamos para apoyarnos, siempre cuenten conmigo. Gracias infinitas

  2. NATALIA MARTHA LLANQUE CALLE

    La salud, la educación y la economía son pilares de un país, de cualquier país, sin embargo se trafica con ella del modo más grosero, no importa el hombre, urge crear castillos de arena insostenibles. Nosotros los pobres, los indios, los malditos de la tierra como dice Fanón, estamos expuestos a los caprichos administrativos. Lo más grande es que estamos en familia, con nuestra familia tenemos lo que pedimos: el afecto incondicional, la fuerza de la Pachamama de los Achachilas, los Uwyiris y todos los Dioses tutelares. Luchaste por vida, lucha ahora para triunfar con entereza. Estamos contigo hermano, amigo, camarada, jilata para pedir que tu vida sea fuerte, sana, vive con coraje, valentía y amor.

  3. Ollantay

    Dolorosa la situación de Bolivia en pandemia y bajo al dictadura actual….. para cuantos hacemos camino desde Bolivia siempre queda la pregunta ¿por qué tumbaron la institucionalidad boliviana con el Golpe? ¿Por qué activistas como Zibechi Raúl y otros apostaron al golpe de Estado que aumenta ahora el dolor de la pandemia? ¿Por qué Oscar Olivera desde su Fundación no desaprovechó oportunidad para atacar y desprestigiar al gobierno del MAS durante la guerra mediática? En abril del 2000, yo era uno de los cientos de estudiantes que dormíamos en una de las esquinas de la Plaza 14 de Sep., Oscar Olivera era del sector fabril, uno de los sectores de aquella revuelta polifónica contra el neoliberalismo…Lamentamos lo que vive Oscar, pero también conocemos que abonaron al actual caos de Bolivia

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