Entre aplausos y consignas de apoyo, arriba la Caravana a Chihuahua, el estado más agraviado por la violencia

Gloria Muñoz Ramírez Marcela Salas Cassani Foto: Clayton Conn

Chihuahua, Chihuahua. Los contundentes datos de la violencia en esta entidad se impusieron en la madrugada de hoy, cuando la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad arribó a la capital del estado más agraviado: “Cuando comenzó el operativo del gobierno para combatir el narcotráfico, habíamos tenido 469 asesinatos en un año; en el 2010, res años después de que Calderón inició su guerra, murieron 11 veces más personas, es decir, hubo 5 mil 212 homicidios. En 2007, hubo 21 secuestros; en 2010 la cifra se incrementó a 190”.

Cada vez más cerca de su destino final, Ciudad Juárez, la caravana motorizada que encabeza el poeta Javier Sicilia ha ido sumando adhesiones y dolores a los largo del camino. Hoy, alrededor de la 1:30 de la madrugada, fue recibida entre vítores, aplausos y agradecimientos de cientos de personas que la esperaron durante más de seis horas.

“Imaginamos que el tejido social estaba roto en nuestro país, pero no lo habíamos sentido con todo el peso de la desgarradura”, expresó Sicilia al llegar a Chihuahua, “ya muy cerca del epicentro del dolor”, que es la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez.

 “Durante el 2008”, señalaron los anfitriones, “un grupo de mujeres de Chihuahua marcharon al Distrito Federal para protestar por los 300 homicidios que habían ocurrido en nuestra entidad, pero nadie nos hizo caso y ahora lloramos a 13 mil muertos”.

Horas antes, a su paso por Torreón, Coahuila, ciudad donde el día anterior fueron asesinados 13 jóvenes en un centro de rehabilitación contra las adicciones, la Caravana por la Paz fue recibida en  el bosque Venustiano Carranza, donde cientos de personas se reunieron para escuchar los testimonios de asesinatos, desapariciones forzadas, torturas y extorsiones que padece la sociedad coahuilense, “como consecuencia de una guerra que aquí nadie pidió”, señaló uno de los oradores.

Los asistentes lamentaron que no hubiera más gente en el acto de Torreón, situación que Carlos Gerardo García Zapata, explicó: “En esta región vivimos con miedo todo el día, por eso mucha gente no se atrevió a salir”.

Luz Elena Montalvo, madre con un hijo desaparecido, agradeció la oportunidad de expresar su angustia e indignación. “El dolor es tan grande que no existen palabras para describirlo, y sí, tenemos miedo, pero el miedo nos hace fuertes. Estoy aquí no sólo por mí, sino por todas las madres que tiene un hijo desaparecido, porque este ya no puede seguir así. Estamos seguros de que las estrategias a seguir para terminar con este horror deben ser planeadas en conjunto. La solución a este problema ya no puede formar parte de una agenda para después”, dijo entre sollozos.

Julián Le Barón, de Chihuahua, quien acompaña la marcha desde Cuernavaca y junto con Sicilia participa en todos los actos, se ha ido convirtiendo en el interpretador de los sentires de la movilización ciudadana: “Antes de bajar del camión me hablaron de un noticiero de Chihuahua para preguntarme qué pienso sobre las declaraciones de Álvaro Uribe (expresidente de Colombia) de que esta clase de caravanas no sirven para nada. Y yo pienso, ¿saben por qué vamos a ganar nosotros?, ¿saben por qué la vida le va a ganar a la muerte? Ayer en Monterrey, en la noche, a esta caravana le salieron alas,  se extendieron sobre nosotros las alas de la alegría, como protegiéndonos: fue como colocarnos una sábana de baile y música. Una niña y un payaso nos iban guiando por las calles, los policías ya no querían ser policías y sus ojos estaban sonriendo. ¿Dónde estaba el miedo anoche? La guerra se fue a dormir unas horas. Nosotros vamos a ganar. Ahora miren a su alrededor. Que levante la mano el sicario que está entre nosotros. ¿Algún secuestrador? Aunque lo hubiera, no levantaría la mano. ¿Se dan cuenta de nuestro poder? ¡Sí podemos!”, fue el grito contundente al final del discurso de Le Barón.

 “Sacaron a mi prima de un restaurante y hace poco encontraron su cadáver”; “desde el pasado 21 de marzo no sé nada de mi hijo y las autoridades no me dan respuesta”; “desaparecieron mi esposo y mis dos hijos el 26 de septiembre de 2008. Mi esposo y uno de ellos eran oficiales de tránsito”; “A mi hijo lo levantaron en un reten del ejército, en el camino de Puebla a Laredo”; “El dolor de no tener un cuerpo a quien llorar es enorme”; “que Calderón nos deje vivir en paz”. La lista de testimonios con rostro, nombre y apellido crece junto con la indignación. “No más”, es la consigna unánime.

La Caravana crece en número y demandas. El debate sobre la exigencia de la desmilitarización se va ajustando a la realidad del norte del país, donde hablan de su experiencia de tres años con el ejército en las calles. La impotencia es mucha, dicen una y otra vez los familiares de las víctimas, al referirse al sinnúmero de puertas que tocan infructuosamente. Hay muertos de primera y segunda clase, advierte Javier Ruíz, “los de primera los reclaman en las altas esferas del poder, a los de segunda nadie nos hace caso. Por eso alcemos la voz contra ese gobierno que nos está matando”.

Casi a las dos y media de la madrugada, al finalizar el acto en la capital chihuahuense, un integrante de la comitiva que recibió a la caravana declaró: “Chihuahua toda es hoy una sola indignación. Tenemos ya tres años resistiendo y nadie nos podrá vencer. Vamos a tomar Ciudad Juárez para devolverle la vida, la esperanza y la paz, y desde allí vamos a recobrar todo México”.

Conforme avanza la Caravana, crece la expectativa de su arribo o de paso por los municipios del norte del país. Hoy fue detenida en tres ocasiones por grupos que se solidarizan de manera espontánea en el camino. Familias enteras salen a las carreteras para saludar el convoy. En Ciudad Jiménez y en Camargo, familiares de víctimas se apostaron en el camino en demanda de, por lo menos, ser escuchados.

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