Emiliano Zapata y los saberes de los campesinos revolucionarios

Francisco Pineda

Un árbol sabe más que un libro
y una estrella enseña más que una universidad.

José Martí.

El 11 de marzo de 1911, un núcleo rebelde encabezado por Emiliano Zapata tomó la plaza de Villa de Ayala y proclamó el inicio de su levantamiento armado. La revolución del sur irrumpió entonces en el escenario de la revolución mexicana. En ese momento, no se podía conocer cuál sería la suerte de los insurrectos. Hoy sabemos que dos de los principales organizadores de la sublevación, Pablo Torres Burgos y Rafael Merino, perdieron la vida en el transcurso de las cinco semanas siguientes.

¡Abajo haciendas! ¡Viva pueblos!, gritaron los insurgentes de Ayala, aquel día. Asimismo, simbolizaron el lazo histórico que les unía con la independencia de México. Decidieron levantarse en armas a las once de la noche, abrir la cárcel y arengar a la población en la plaza, tal como indica la tradición para recordar el Grito de Independencia de 1810.

¡Abajo haciendas! La rebelión manifestaba el antagonismo de cuatro siglos de colonialidad del poder y, al mismo tiempo, su resolución: ¡Viva pueblos! Ese grito no era una petición o un reclamo, revelaba una voluntad y una estrategia autónoma. Con esta acción nació la revolución del sur.
Dos semanas después, el 24 de marzo de 1911, el núcleo de Ayala se unió con otros rebeldes de la región, originarios de Morelos, Puebla y Guerrero. El nuevo agrupamiento eligió un jefe, Emiliano Zapata Salazar, y tomó un nombre para definir su identidad política: Ejército Libertador.

C. General Emiliano Zapata

Mi general, estamos a las órdenes de usted. General, quiero que me haga usted favor de darme el nombramiento (escrito) que usted dice darme, anticipándole que por lo pronto necesito 50 carabinas y parque. Suplico a usted tenga la bondad de decirme a quién me dirijo para los haberes de mis soldados. Es cuanto le dice

María Guadalupe Muñiz, Ejército Libertador.

Gracias de que nos haya usted concedido lo que nuestros corazones deseaban: pelear por el Plan de Ayala.i

El maíz: la lucha por la tierra y la libertad

La usurpación primordial de las tierras y la configuración del poder se hizo, en México, por medio de la guerra colonial. El propio Hernán Cortés recibió de la monarquía española el Marquesado del Valle, un título de despojo que comprendía tierras, montes, aguas y decenas de miles de vasallos en zonas de los actuales estados de México, Veracruz, Distrito Federal, Michoacán, Oaxaca y Morelos.

Al mismo tiempo que la usurpación y el vasallaje, Hernán Cortés implantó un ingenio azucarero en Tlaltenango, Morelos. Más tarde, en 1582, la hacienda del Hospital estableció un cañaveral en territorio usurpado, entre otros, al pueblo de Anenecuilco. Allí nació y creció Emiliano Zapata. El conflicto con las haciendas era un problema fundamental de la experiencia histórica; la instauración de esa dominación extranjera en suelo mexicano formó parte de la vida diaria y fue un elemento decisivo en los saberes de los pobres del campo, mayoritariamente indígenas.

¿Cómo se hizo la conquista de México? Por medio de las armas.

¿Cómo se apoderaron de las grandes posesiones de tierras los conquistadores, que es la inmensa propiedad agraria que por más de cuatro siglos se ha transmitido a diversas propiedades? Por medio de las armas.

Pues por medio de las armas debemos hacer porque vuelvan a sus legítimos dueños, víctimas de la usurpación.

El general en jefe Emiliano Zapata.ii

El régimen agrario colonial no había desaparecido. Por el contrario, continuamente potenció sus efectos destructores. Los pueblos fueron despojados también del agua, para regar los cañaverales y generar fuerza motriz en los ingenios azucareros. Asimismo, fueron despojados de sus bosques, para facilitar otra fuente energética a las haciendas, el carbón. Con el ferrocarril y la introducción de maquinaria industrial pesada en los ingenios, se intensificó la opresión.

A diferencia de lo que sucedió en otras regiones azucareras del mundo, en Morelos la instalación de tecnología moderna no produjo un dispositivo dominante con dos clases, el terrateniente y el industrial. Aquí, se aplicó la maquinaria moderna al régimen agrario colonial. Por eso se agudizó, simultáneamente, el monopolio de la tierra y la concentración industrial en manos de los hacendados. Es decir, en la zona nuclear del zapatismo la hacienda porfirista combinó la apropiación de una renta absoluta, derivada del monopolio de la tierra, con la apropiación de plusvalía, derivada de la explotación industrial del trabajo en los ingenios azucareros. Esto engendró una clase dominante híbrida —terrateniente y capitalista industrial a la vez— con métodos exacerbados de explotación, humillación y despojo.

Los asalariados de las haciendas no eran trabajadores “libres”, sino peones sometidos por medio del endeudamiento y la violencia de los capataces. Para mayor control, con frecuencia los trabajadores y sus familias vivían “acasillados” dentro de la hacienda. Según los oligarcas, los campesinos independientes debían ser totalmente reducidos a jornaleros: ni pequeño propietario ni arrendatario, sino peón de hacienda “bajo la dirección de un propietario capitalista”.

Antes de que saliera el sol ya estábamos en el surco; nos sacaban hasta que bien oscuro, así es que nos veníamos a meter a Tepepan a las siete, las ocho de la noche… A mí me pagaban 15 o 12 centavos, a la gente grande les pagaban 75 centavos en la siembra. En las pizcas, a la hora de recoger el maíz, íbamos de pepenadores y los capataces nos llevaban como si juéramos… con chicote, como si juéramos animales. Por eso mucha gente se decidió a irse del mal trato de los hacendados. Pero un trato mal ¡como si fuéramos animales!, ¿usted cree que se iba a quedar contenta la gente?

Allí nos platicábamos entre todos, porque allí no había escrúpulos. Y el general (zapatista) le decía al soldado: ‘Mira, vamos a pelear por esto, por esto y por aquello y por más esto otro’… Por eso, todos íbamos gustosos al combate: ‘vamos a acabar con esos desgraciados’.

Capitán 1º Gregorio Godoy y Capitán 1º de Caballería José Alarcón Casales, Ejército Libertador.iii

En la historia de larga duración, el cultivo del maíz ha operado como eje de la autoorganización en la comunidad campesina de Mesoamérica y, desde una perspectiva mayor, fue el soporte de uno de los procesos civilizatorios de la humanidad. En esa historia se puede identificar la raíz profunda de la revolución del sur. Una cualidad decisiva del maíz es que no monopoliza los nutrientes de la tierra sino que, por el contrario, incrementa su productividad cuando es sembrado junto con otros cultivos, como el frijol, la calabaza y el chile en unidades que también producen tubérculos, cereales, agaves, hortalizas o frutales. El autoabastecimiento de los bienes necesarios, como sabemos, ha sido una barrera de resistencia a la monetarización y mercantilización de todo.

Desde ese punto de vista, es posible considerar que la diversidad —tanto en la producción como en el aprovechamiento del maíz— y la autoorganización constituyen el sustento para la autodeterminación de la común unidad (comunidad) campesina. Para los zapatistas, la economía del maíz era el soporte de la vida y, a la vez, la base material de su libertad.

Es lo que peleábamos nosotros: tierra y libertad. Libres, sin capataces, sin amo.

Para todos. Fíjese usted señorita, el lema del general Zapata, si él hubiera sido alguna otra persona hubiera dicho: la tierra nada más es para los que empuñaron las armas. Pero no, mire, la tierra libre para todos.

Teniente de Caballería Macedonio García, Ejército Libertador.iv

El conflicto nuclear de la revolución del sur, entre las haciendas y los pueblos, puede considerarse, también, como la confrontación violenta entre la economía del azúcar, con sus formas de sometimiento, y la economía del maíz con sus formas de autoorganización y libertad. En ese núcleo, son decisivos los saberes y emociones de los campesinos revolucionarios.

Nos fuimos a Villa de Ayala a pegar El Grito. Allí nos levantamos con otros cien, ya con escopetas, con rifles del 12 y puñalitos…

Y otros, con el corazón nomás.

Capitán 2º de Caballería Serafín Plasencia, Ejército Libertador.v

Pueblos y Ejército Libertador: tierra y libertad. Por la tierra, los pueblos contra las haciendas, y por la libertad, los insurgentes contra la dictadura. Era una sola lucha, no hay secreto en eso, pero fue algo excepcional.

Plan de Guerra General contra México

La revolución del sur no fue un conflicto aislado. La idea del aislamiento folclórico del campo mexicano es tan falsa como negar el carácter mundial del colonialismo y hacer creer que las haciendas ‘aparecieron’ sin una guerra de invasión. Más bien, se podría considerar que la revolución mexicana, en conjunto, fue una zona clave dentro de una gran turbulencia mundial que tuvo dos elementos principales: las luchas de liberación de pueblos y clases trabajadoras; y el reparto imperialista del mundo con sus trágicas secuelas de racismo y genocidio, crisis, hambre, epidemias, nuevas invasiones y operaciones encubiertas.

Cuando los rebeldes de Ayala se levantaron, el gobierno de Estados Unidos realizaba un gran despliegue militar en la frontera norte y amenazaba con invadir México. Al mismo tiempo, el 16 de marzo de 1911, el jefe del Estado Mayor del ejército norteamericano fue informado de que estaba lista la actualización del plan de guerra general contra México. Según esa actualización de 1911, los intereses de Estados Unidos en México pueden agruparse en cuatro categorías:

1. Las zonas mineras y metalúrgicas: principalmente, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí, Aguascalientes y Guanajuato;

2. Las zonas petroleras: en aquel tiempo, Tamaulipas y Veracruz;

3. Las zonas estratégicas por su ubicación geopolítica: la península de Baja California y el Istmo de Tehuantepec;

4. Los lugares en donde se realizarían las principales acciones militares de la invasión: Nogales, Guaymas, Chihuahua, Ciudad Juárez, Piedras Negras, Monclova, Nuevo Laredo, Monterrey y Torreón; Tampico y San Luis Potosí; Veracruz y Coatzacoalcos; Salina Cruz, Acapulco y la capital de la república.
En marzo de 1911, cuando los zapatistas lanzaron el Grito de Ayala hace cien años, el ejército de Estados Unidos ya tenía actualizado el plan de invasión de México con tropas de Texas, New York, Pennsylvania, Ohio e Illinois; puntos de embarque y observación sobre terreno para determinar rutas y fuentes de alimentos; cooperación naval y detalle del material ferroviario necesario para transportar los suministros; mapas, monografías y una amplia descripción de las principales inversiones extranjeras, susceptibles de sabotaje por la resistencia mexicana a la invasión, localidad por localidad en todo el país.

En otras palabras, desde el primer día, los zapatistas estaban en la eventualidad de enfrentar a las tropas invasoras de Estados Unidos, en el trayecto de Acapulco a la ciudad de México. Y, aunque los rebeldes surianos no pudieron conocer tal contingencia, el alto mando del ejército imperial trabajaba en secreto bajo este supuesto: “los planes de guerra están basados inicialmente en la suposición de que la guerra será conducida por los Estados Unidos prácticamente en contra de un pueblo unido”, escribió el general Wotherspoon.
Ese fue el contexto en que se inscribió el levantamiento de Ayala. Y, por eso, es preciso no olvidar que, cuando se ejecutó la primera operación para asesinar a Zapata, en Chinameca, aquel año de 1911, el general Victoriano Huerta llevaba adscrito en su Estado Mayor al capitán Girard Sturtevant, agregado militar de la embajada yanqui.
Las fuerzas armadas de Estados Unidos realizaron operaciones militares sobre México, abiertas y encubiertas, para la caída de Porfirio Díaz, de Francisco Madero y de Victoriano Huerta (invasión de 1914), así como para la derrota de la Convención Revolucionaria y para intentar el exterminio del villismo (invasión de 1916-1917). Además, considérese que otra forma de intervención militar de Estados Unidos contra la revolución fue apertrechar al ejército carrancista, a fin de aniquilar a villistas y zapatistas. Por ejemplo, según datos de los Almacenes Generales de Artillería, un solo vapor americano entregó en julio de 1915 al ejército de Carranza, en Veracruz, más de 26 mil fusiles y carabinas, así como 6 millones de cartuchos. La mayor parte de esos pertrechos de guerra fueron destinados a la campaña carrancista contra el Ejército Libertador, ejecutada en esos días para recuperar y asegurar la ciudad de México.

En aquellos meses, se combatía encarnizadamente. Salvo dos lapsos (seis semanas en total), los zapatistas tuvieron el control de la capital de la república desde el 24 de noviembre de 1914 hasta el 2 de agosto de 1915. En esa condición, el gobierno de Estados Unidos movilizó nuevamente barcos de guerra a Veracruz y advirtió que podía enviar a toda la flota del Atlántico, si fuera necesario. El New York Times señaló que el objetivo de este despliegue armado era llamar la atención de Carranza sobre la gravedad de la situación. Esa demostración de fuerza —añadió el diario— era una “insinuación” de que Carranza era quien debía dar protección a los extranjeros en la ciudad de México.

En medio de la turbulencia, el general zapatista José Sabino Díaz, integrante de la División Antonio Barona del Ejército Libertador, propuso a la Convención Revolucionaria nacionalizar el petróleo. “Ahora o nunca” —argumentó desde su campamento en Tlalancaleca, Puebla— “o salvamos a México con el petróleo o lo habremos perdido para siempre”. Las principales compañías que aprovechaban los recursos de México eran los monopolios petroleros de Gran Bretaña y Estados Unidos, con socios de la oligarquía colonial como los Creel, Escandón y Pimentel.

El Cuartel General del Sur tuvo información de algunas maniobras de Estados Unidos y esto sirvió para tomar medidas firmes. Por aquellos días, Pancho Villa “decidió” que Felipe Angeles se hiciera cargo de la presidencia de México y lo comunicó al jefe suriano. Zapata rechazó tal posibilidad, en forma terminante. Le respondió que sabía bien que el presidente de Estados Unidos (a través del agente especial Duval West) estaba promoviendo una terna de candidatos, entre los que se encontraba Felipe Angeles y que, por lo tanto, este general villista no podía ser presidente de México.

No debemos admitir, en manera alguna, proposiciones hechas por el presidente de los Estados Unidos; pues de hacerlo así, es tanto como admitir la tutela de aquel gobierno, dándole injerencia en la resolución de asuntos que nosotros [los mexicanos] somos los únicos llamados a resolver…

El general en jefe Emiliano Zapata.vi

Los saberes del zapatismo representan uno de los aspectos más negados por la historiografía dominante. “No tenían proyecto de nación”, dijo uno y, en seguida, muchos más recitaron a coro: “no tenían proyecto de nación y no sabían qué hacer”. Otro, más profundo, arguyó: “sólo eran maiceros y chileros”. La negación de los saberes zapatistas opera no con información sino con racismo y desprecio por la gente del campo, dos constituyentes de la colonialidad del poder actual.

El proceso civilizatorio del maíz, sus códigos de la tierra, autoorganización y autodeterminación de hombres libres, sin capataz y sin amo, sin humillaciones ni miserias; la experiencia de la resistencia al colonialismo y la dominación extranjera, fueron vertientes fundamentales en la revolución del sur.

Y la lucha sigue: de un lado, los acaparadores de tierras, los ladrones de montes y aguas, los que todo lo monopolizan, desde el ganado hasta el petróleo. Y del otro, los campesinos despojados de sus heredades, la gran multitud de los que tienen agravios o injusticias que vengar, los que han sido robados en su jornal o en sus intereses, los que fueron arrojados de sus campos y de sus chozas por la codicia del gran señor, y que quieren recobrar lo que es suyo, tener un pedazo de tierra que les permita trabajar y vivir como hombres libres, sin capataz y sin amo, sin humillaciones y sin miserias.

El general en jefe Emiliano Zapata.vii


 

  1. María Guadalupe Muñiz, Ejército Libertador, San Juan Ixtayopan, Distrito Federal, 10 de abril de 1915, FEZ, 7, 4, 92 y FEZ, 7, 6, 24-25 (fragmentos).
  2. El General Emiliano Zapata a Gildardo Magaña, Ejército Libertador, Campamento Revolucionario, octubre de 1913. Fondo Genovevo de la O (AGN), 17, 2, 34.
  3. Capitán 1º Gregorio Godoy García, Ejército Libertador, entrevista realizada por Alicia Olivera de Bonfil y Laura Espejel en Xochimilco, Distrito Federal, el 29 de julio de 1973. Capitán 1º de Caballería José Alarcón Casales, Ejército Libertador, entrevista realizada por Salvador Rueda y Laura Espejel en Zacatepec, Morelos, el 4 de mayo de 1975.
  4. Teniente de caballería Macedonio García Ocampo, Ejército Libertador, entrevista realizada por Laura Espejel en Juchitepec, Estado de México, el 23 de abril de 1977.
  5. Capitán 2º de caballería Serafín Plasencia Gutiérrez, Ejército Libertador, entrevista realizada por Laura Espejel en Villa de Ayala, Morelos, el 29 de septiembre de 1974.
  6. El general Emiliano Zapata al general Francisco Villa, Cuartel General en Tlaltizapán, 10 de abril de 1915. En Nosotros los hombres ignorantes que hacemos la guerra. Correspondencia entre Francisco Villa y Emiliano Zapata, Armando Ruiz (Comp.), Conaculta, México, 2010.
  7. General Emiliano Zapata, manifiesto “Al pueblo mexicano”, Ejército Libertador, Cuartel General en Tlaltizapán, 29 de mayo de 1916. Fondo Gildardo Magaña (UNAM), 27, 5, 56.

    Publicado el 01 de Abril de 2011

 

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