El segundo confinamiento por el coronavirus ahoga a Palestina

Laura L. Ruíz

Los territorios ocupados se enfrentan a la segunda oleada de casos, pasando de 2.000 a 7.600 infectados en apenas dos semanas.

La situación de Palestina en esta crisis por covid-19 es cada día más insostenible. A los problemas de abastecimiento de medicamentos, la imposibilidad de recibir tratamientos sanitarios o cubrir muchas de las necesidades básicas de la población por culpa del bloqueo israelí, esta segunda ola de contagios tanto en Gaza como en Cisjordania amenaza con ahogar definitivamente la economía y la subsistencia de los palestinos y palestinas.

Si antes de la pandemia el Banco Mundial ya hablaba de crecimiento negativo en sus previsiones para 2020, después de esta crisis las cifras -y las consecuencias- serán peor de lo imaginado. El país puso en marcha medidas de prevención a primeros de marzo que evitaron que la pandemia mundial les golpeara tanto como en otros lugares, pero esta segunda oleada -donde Israel se sitúa a la cabeza de países con más casos nuevos por habitante- podría ser diferente ya que no disponen de capacidad para sostener la economía más allá de unos poco días en confinamiento. Si a finales de junio los datos oficiales en Cisjordania eran de 2.680 casos registrados y casi una decena de muertes, actualmente están contabilizando más de 7.800 personas  enfermas y 58 fallecimientos a causa del virus. (cifras actualizadas por palestinalibre.org al día de hoy, segun el Ministerio de Sanidad de Palestina)

Las relaciones políticas, de movilidad y económicas entre Israel y Palestina dibujan un tablero muy complicado para conocer las consecuencias de la ocupación y los asentamientos en el avance de la pandemia. Más complicado aún será calcular los efectos en pobreza generada, desabastecimiento o falta de oportunidades de la población palestina en los próximos años. »Muchos de los trabajadores palestinos son jornaleros; o sea que si no trabajan, no comen, y un nuevo confinamiento afectará de forma muy negativa a la mayoría de la población palestina, además de la situación precaria de los hospitales y la falta de medicamentos», comenta Jaldía Abubakra, activista palestina que viven en España desde hace más de 30 años.Ella sabe lo que significa la ocupación en todos los niveles, ya que nació en Gaza después de que su familia fuera expulsada de su población al sur de Palestina (Beer Sheba), y tuvo la condición de refugiada desde su nacimiento. »Afortunadamente en Gaza no ha llegado a entrar el virus; solamente en la parte de la frontera con Egipto y están confinados. La Franja ya tiene suficiente con el bloqueo impuesto por las autoridades de la ocupación israelí desde hace más de 14 años», explica.  Turismo religioso en Belén, el origen  Donde sí que llegó el virus fue a Belén, importante fuente de ingresos por el turismo para Cisjordania. Se cree que los primeros casos llegaron allí importados por un grupo de griegos que visitaban la ciudad cuna de la religión cristiana a finales de febrero. Cuando se supo que tenían el coronavirus ya habían contagiaron a una veintena de empleados del hotel. »Desde entonces, hace cuatro meses ya, las fronteras tanto aéreas como terrestres, están cerradas y no ha entrado nadie excepto la población palestina que está fuera y que han tenido que volver. Por lo tanto, el turismo no existe en estos momentos y está afectando económicamente a miles de familias», comenta Juani Rishmawi, española casada con un palestino que vive desde hace más de 35 años en el país.

Primero en Gaza y luego en Cisjordania, Juani vive muy cerca de Belén, en Beit Sahour. »La manera más fácil de explicarlo es que es como una cárcel abierta pero muy limitada, y ahora más que antes», comenta la española cuando se le pregunta por la diferencia entre vivir bajo la ocupación y ahora con el confinamiento. »Solo las personas con permisos de trabajo y mercancías pueden tener un poco de movilidad. Es complicado y muy duro psicológicamente».

Aunque las cifras son muy diferentes a las españolas, Juani muestra su preocupación: »Somos un pueblo que no tiene tanta población, pero que en dos semanas este rebrote esté causando miles de infectados y decenas de fallecimientos es mucho, y esto acaba de empezar». Desde Nablus, donde miran con distancia las cifras de otras partes de Cisjordania, aunque están sufriendo los efectos de cuatro meses de confinamiento, no son más positivos. »No llegan materiales, ni para vender ni para reparar», explica a Público Rami Abdad, empleado en una tienda de electrónica.

Hebrón, epicentro de la segunda ola 

El problema se ha agravado en las últimas semanas al tener muchos rebrotes en una de las zonas más pobladas de Cisjordania: Hebrón. Se trata de una de las zonas más castigadas por la ocupación de Cisjordania -con el casco antiguo de la ciudad prácticamente vetado a los palestinos-, donde cada vez gana más seguidores Hamas y donde el número de miembros por familia es mayor que la media palestina. No sorprende que las cifras de infectados en esta zona la sitúen como epicentro del rebrote con casi 3.000 nuevos casos allí, lo que obligó a ordenar de nuevo el confinamiento el pasado 5 de julio hasta este fin de semana.

Se trata de volver a no poder salir de casa nada más que para lo estrictamente necesario, como la compra de alimentos o acudir a la farmacia. »Se cree -indica Rishmawi- que una de las causas más importantes de este rebrote son los trabajadores que trabajan en Israel y vuelven a sus casas. Pero no se les pueden culpar a estos trabajadores porque ganan su salario por días: si no trabajan, no cobran y se quedan sin tener sustento miles de personas».Una situación que ha llevado a las protestas de la población, que, pese a saber que el toque de queda es una forma de protección conjunta, se encuentra entre la espada y la pared para subsistir. »La situación económica bajo ocupación no ayuda a mantener el confinamiento por más tiempo», comenta Jaldia, que centra su preocupación en Gaza. De hecho, desde Médicos Sin Fronteras advierten de que el sistema sanitario está »al borde del colapso». Esta ONG calcula que el año pasado solo el 50% de los medicamentos básicos se conseguían con un stock de un mes, mientras que el 40% estaban completamente agotados. Otra de las grandes carencias es el acceso a bienes básicos como el agua potable. Unicef asegura que solo uno de cada diez hogares de la Franja tiene acceso a agua potable, lo que significa que una importante parte de la población no puede seguir el protocolo más básico para evitar contagios: lavarse las manos.  Denuncian que la violencia sigue pese al virus  »Todas las palestinas denunciamos que Israel está aprovechando la situación de pandemia y que el mundo está ocupado con esta crisis para seguir con sus políticas, ya sea la anexión de territorios o todas las vulneraciones de derechos humanos de las y los palestinos y el derecho internacional», advierte Abubakra. El informe de Médicos del Mundo le da la razón: »En los primeros cuatro meses de 2020 ha continuado la demolición de propiedades en Cisjordania. La mayoría de estos inmuebles eran residencias privadas, infraestructuras de agua e instalaciones de saneamiento (tanques de agua, cisternas, grifos y letrinas), fundamentales para la higiene y para la prevención de enfermedades contagiosas. Además, a pesar del cierre de actividades y las restricciones de movimientos en Israel debido a la covid-19, los actos de violencia hacia personas palestinas por parte de colonos israelíes, con la destrucción de árboles y los destrozos de coches, han seguido ocurriendo».

»El hecho de que los colonos -continua la activista palestina- aprovecharan el confinamiento para entrar en las zonas palestinas ha influido en la propagación del virus. Incluso hay vídeos grabados de soldados israelíes escupiendo en las puertas de los coches de palestinos, así como los apoyamanos de las escaleras de las casas, además de colonos asaltando fincas y robando bienes de los palestinos». A esta situación solo queda girar la mirada hacia los miles de refugiados que viven en Palestina. Personas pertenecientes a poblaciones ocupadas en el año 1948 que tienen el estatus de refugiados incluso en su propio país. Campos como el de Aida en Belén, Jalazone en Ramallah o Ein Sultan en Jericó son objeto de una petición de ayuda de emergencia por parte de la UNRWA.

»Me preocupa no solo esta pandemia, sino la consecuencias que esto va a tener en toda la población. Somos un pueblo muy dependiente y, si estaba sobreviviendo a duras penas, después de esto va a ser terrible salir adelante. Por eso no puedo evaluar realmente las consecuencias que va a tener cuando esto acabe», comenta Rishmawi. Por su parte, Abubakra no mantiene la esperanza de que este virus haga que las cosas cambien en el tablero global. »La comunidad internacional hace tiempo que le ha dado la espalda a Palestina. Se unen para luchar contra algo que afecta a la clase dominante y la economía mundial. Si esta enfermedad solo estuviera en un país pobre no llamaría tanto la atención. Es duro decir esto, pero así es la realidad».

Publicado originalmente en www.publico.es

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