Palabras sin reposo

Beatriz Zalce

El caso de la Casa Taller Alfredo Zalce

Primero fue una llamada telefónica el jueves pasado: “¿Sabes lo que están diciendo en Morelia? Van a convertir la Casa Taller Alfredo Zalce en oficinas de la Secretaría de Cultura de Michoacán.” El rumor lo confirmó Omar Arriaga, compañero periodista de Cambio de Michoacán, al solicitar una entrevista para hablar de la Casa Taller Alfredo Zalce. Al escribir estas líneas el hecho está consumado, pero se puede y debe revertir.

Alfredo Zalce (1908-2003) es fruto de su trabajo A él lo crearon sus pinceles, lo llenaron de color sus pinturas, lo hicieron libre las vendedoras de pájaros de sus grabados, lo alimentaron paisajes michoacanos. Una sola pasión en el Maestro: la creación y dos razones para vivir: la búsqueda de la belleza y el compromiso social.

Pintor, grabador, escultor, ceramista, orfebre, muralista. Fundador de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, la LEAR, en 1933. Fundador del Taller de la Gráfica Popular (TGP) en 1937, desde donde luchó contra el avance del fascismo en Europa y apoyó aquí, en México, luchas obreras y campesinas. Mi padre siempre tuvo el pueblo en los ojos. Su pensar, su sentir y su hacer fueron congruentes.

Hace poco más de 50 años empezó a construir su casa en las afueras de Morelia, el tiempo y el crecimiento urbano hicieron que la Avenida Camelinas # 409 quedara bien rodeada por la mancha urbana. Eso hizo que Zalce levantara un segundo piso y luego un tercero a su estudio para seguir viendo la silueta de la catedral de Morelia que inspiró tantas obras de un hombre que sólo creía en el trabajo y que gozosamente se dedicaba a crear doce, quince horas al día, de lunes todo el año. La palabra “trabajo” no le gustaba. Decía que eso es algo tan feo que hasta pagan por hacerlo.

A partir de 1966 la casa albergó la Escuela de Artes y Artesanías. Después del cierre de está Escuela y hasta prácticamente su muerte, mi padre siguió dando clases y talleres. Las puertas estaban abiertas de par en par a todo aquel interesado en las artes plásticas.

A mediados del 2001 mueren en un accidente carretero mi hermano y sus dos pequeños hijos quienes eran los herederos de la propiedad. Maricarmen Rivero, quien había estado casada con mi hermano, promueve un juicio sucesorio. El mismo día de la muerte del Maestro Zalce, Rivero pretende tomar posesión de la casa.

A mediados del 2005 la Casa Taller sale a remate por poco más de tres millones de pesos. El empresario de la construcción Germán Oteiza la adquiere y la remodela a su libre albedrío. Su idea era convertirla en una extensión del campus del Tec de Monterrey en Morelia. Finalmente, en el 2008 el Gobierno de Cárdenas Batel le compra la casa a Oteiza por más de 15 millones de pesos.

En septiembre del 2011, a iniciativa de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano se crea un Patronato presidido por él y en el que participa la Secretaría de Cultura de Michoacán, la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, el Ayuntamiento de Morelia y “una servilleta”. Se habla nuevamente del proyecto de convertir la casa Zalce en un espacio para la enseñanza, un centro abierto a la sociedad, vinculado a la comunidad artística, con salas para exposiciones temporales, cafetería y tienda; que retome los talleres artesanales de cerámica y joyería; donde se den talleres de grabado y pintura, donde pueda sesionar la Fundación Cultural Alfredo Zalce.

Y nada. Hubo reuniones. Viajé a Morelia cada vez que fui convocada. Y luego nada. En enero del 2014 la Secretaría de Cultura de Michoacán, encabezada por Marco Antonio Aguilar, “reabrió” la Casa, mostró trabajos de restauración al inmueble. Y una vez más: nada. No pasó nada. El proyecto se empolvó en alguna oficina burocrática. La Casa Taller se mantuvo cerrada y se usó como bodega.

Hoy la Dirección de Formación y Educación y los departamentos de Informática y Artes Visuales de la Secretaría de Cultura de Michoacán están instalados en Av. Camelinas 409.

Como hija de Alfredo Zalce, como integrante de la comunidad cultural, como mexicana expreso mi más profunda indignación, mi más visceral encabronamiento ante lo que es un atropello a la razón pero que retrata muy bien el lugar que tiene la cultura y el arte en México. Se convierte la casa de un artista no en un museo de sitio, no en un recinto cultural sino primero en unas bodegas y después en oficinas para burócratas gubernamentales.

Sin embargo, aun creo que se puede revertir esta situación, aun creo que se puede corregir el rumbo, aun creo en las voces que han expresado su rabia, su solidaridad, voces que tendrán que levantarse como un gran coro para ser escuchadas, para ser obedecidas, para exigir lo justo: al césar lo que es del césar y al artista que se entregó a su pueblo la posibilidad de seguir cerca del pueblo.

En el sepelio de mi padre, la amiga, la hermana mayor, la filósofa Fernanda Navarro me abrazó, me preguntó: ¿Qué necesitas? Respondí entonces y sigo diciéndolo: Ayúdame a cumplir el “Para todos todo, nada para nosotros”. Zalce para todos.

De ahí esta necia voluntad de hacer de la casa de mi padre, de su taller, un lugar dedicado a la educación, a la academia, al pensamiento, a la creación. Un lugar para todos, un lugar que nos recuerde que somos humanos y que nuestro deber es ejercer la humanidad. No unas pinches oficinas, no las peregrinas ocurrencias de funcionarios sin oficio y exceso de beneficio. ** ** **

Beatriz Zalce

Premio Nacional de Periodismo por su labor cultural en Desinformémonos. Catedrática de la Escuela de Periodismo Carlos Septién y de la Facultad de Estudios Superiores de la UNAM.

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