Del Castillo de Chapultepec a los campos del Roosevelt

Marco Polo Coronado Luna

Guatemala y México tienen muchas similitudes y desemejanzas en varios temas. La historia nos enlaza eternamente, cadena que reafirma eslabones de cuando en cuando. Dos incidentes militares, uno en cada país, muestran varios parecidos y disímiles que caben en esta definición.

Es el caso de la Batalla de Chapultepec, en México, y el Día de la Dignidad Nacional, en Guatemala. Los dos episodios fueron protagonizados por cadetes, adolescentes estudiantes de la carrera de las armas. La presencia de los Estados Unidos de Norteamérica se halla en ambos escenarios, aunque en México es frontal y muy definida, por cuanto el evento mexicano ha pasado a la historia como la Guerra México-Estadounidense, mientras que en Guatemala revistió caracteres de intervención mercenaria.

Los dos sucesos son producto del deseo expansionista e imperial de Estados Unidos. En México la motivación fue la apropiación de territorios y en Guatemala fue la permanencia de privilegios económicos.

La Batalla de Chapultepec se dio los días 12 y 13 de septiembre de 1847, mientras que el Día de la Dignidad acaeció el 2 de agosto de 1954, desigualdad de una centuria, pero ambos enfrentamientos sucedieron en terrenos que, en sus respectivos momentos, no tenían mucha población urbana.

En la medianía del siglo pasado, la presencia norteamericana poseía en Guatemala un gigantesco monopolio que incluía vías de comunicación, puertos, energía eléctrica y hasta 162,000 hectáreas de tierra cultivable tropical, mayormente dedicada a la producción del banano, fruta que no rendía ganancias mayores al Estado guatemalteco, pues gozaba de exagerado favoritismo arancelario. El coronel Jacobo Árbenz Guzmán, presidente de Guatemala de 1951 a 1954, intentó revertir esta situación mediante acciones que provocaron su defenestración, la cual fue planificada y ejecutada desde el mismo interior de la CIA, la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos.

Corolario de la propaganda previa contra el gobierno, al que se le acusaba abiertamente de comunista, y de toda logística previa, el Departamento de Estado de Estados Unidos armó una invasión a Guatemala, altamente formada por mercenarios extranjeros. Si en la Guerra México-Estadounidense fueron apenas 7 estados mexicanos (de un total de 19 que entonces formaban la nación) los que se enfrentaron al usurpador, cabe lamentar que en Guatemala nunca hubo una institución armada que defendiera la soberanía patria.

Derrocado el gobierno arbencista, Guatemala se encontró de la noche a la mañana con dos ejércitos, el institucional y el invasor, el que pomposamente se autonombró “Ejército de Liberación Nacional”, cuya presencia resultaba afrentosa hacia la dignidad castrense, perdida vergonzosamente por los altos mandos pero multiplicada en los corazones de los cadetes que estudiaban en la Escuela Politécnica, la única institución educativa militar que entonces había en Guatemala.

El nuevo gobierno demostró tal debilidad ante las exigencias de la comandancia del ejército ocupante, que muchos de sus oficiales fueron nombrados en puestos cuyos subalternos eran de rango superior a los recién llegados, tal y como sucedió en la misma Escuela Politécnica, en donde un mayor resultó ser el director y un coronel el subdirector. La ofensa generalizada que se sentía en los cadetes por estas irregulares situaciones fue mayor todavía cuando se dieron humillaciones hacia ellos mismos, en la vida cotidiana, por parte de los advenedizos oficiales. El colmo hizo que los estudiantes politécnicos decidieran atacar al ilegal ejército, que desde el día 1 de agosto de 1954 se había acantonado en las instalaciones del casi terminado Hospital Roosevelt, edificación donada por el gobierno de Estados Unidos. Esta instalación médica estaba ubicada en medio de un terreno plano y campestre.

En la Batalla de Chapultepec fueron los invasores quienes atacaron la academia militar. En Guatemala, en cambio, los cadetes salieron de su academia militar –Escuela Politécnica- a atacar al invasor.

El ataque de los cadetes al refugio liberacionista, las instalaciones del hospital, duró desde la madrugada del 2 de agosto hasta las seis de la tarde de ese mismo día, hora en que los sitiados se rindieron. En la Batalla de Chapultepec se inició la ofensiva con bombardeo de artillería, mientras que en Guatemala fue a la inversa, pues el final del asedio se dio con fuego pesado.

En Guatemala murieron tres cadetes; en México –múltiplo de tres- murieron seis. Los fallecidos en ambos eventos militares tienen el mismo promedio de edad adolescente. Se dice que en Chapultepec, al finalizar la batalla, un oficial norteamericano se acercó a los cadáveres de los cadetes y, al verles detenidamente sus rostros, exclamó: “¡Pero si son apenas unos niños!”. Y fue en un medio de comunicación escrito francés, al referirse a la acción de los cadetes guatemaltecos, que se pudo leer la expresión: “En Guatemala los héroes tienen quince años”. Este mismo enunciado sirvió de título para un libro escrito por Carlos Enrique Wer, cadete que tomó parte en aquella memorable jornada.

Como los dos hechos tienen nombre y apellido, es justa la mención de los caídos en ambos sucesos. Los cadetes mexicanos fallecidos fueron: Juan de la Barrera, Juan Escutia, Agustín Melgar, Fernando Montes de Oca, Vicente Suárez, y Francisco Márquez. Los cadetes guatemaltecos se llamaban: Jorge Luis Araneda Castillo (sargento segundo, abanderado), Luis Antonio Bosh Castro (cabo de caballeros cadetes) y Carlos Enrique Hurtarte Coronado.

Fue el sargento Araneda el primero en caer. En palabras de Wer: “Los Niños Héroes de Chapultepec esperaban en su cósmica ‘valla de honor’ al primero de sus hermanos guatemaltecos que iniciaba su viaje hacia la eternidad y la gloria.” (Carlos Enrique Wer. “En Guatemala los héroes tienen quince años”. Cuarta Edición, Guatemala, ARMAR EDITORES, 2009, pág. 134.)

Finalmente, homenaje a la presencia de nuestros pueblos ancestros en la historia patria, se debe mencionar en el episodio guatemalteco a muerte del soldado de infantería Lázaro Anselmo Yucuté Taquez, de alta en la Compañía de Apoyo de Servicios de la Escuela Politécnica, originario del municipio de Santiago Sacatepéquez, departamento de Sacatepéquez. El aporte de la sangre cakchiquel también se hizo presente en este momento histórico. Este dos de agosto del presente año, se cumplen 60 años de esta gesta heroica.

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Una Respuesta a “Del Castillo de Chapultepec a los campos del Roosevelt”

  1. Ariel Batres Villagrán

    Adecuada comparación entre dos hechos que ocurrieron en dos países vecinos y aunque en épocas diferentes el objetivo fue el mismo: luchar contra un ejército invasor, además de que los combatientes fueron jovencitos adolescentes, estudiantes politécnicos o cadetes, que de manera gloriosa trataron de lavar el honor de su «ejército nacional» vendido por unos dólares al invasor.
    Qué bien que recomiende la lectura de la obra de Carlos Enrique Wer, la que curiosamente lleva varias ediciones, en un país donde se estima que solo el 1% lee libros (los demás son analfabetas funcionales (saben leer y escribir, pero…), que normalmente olvida su pasado y por eso vuelve a cometer los mismos errores, y a cualquiera que escriba o hable sobre los invasores de 1954 todavía se le califica de comunista, como si pensar y hablar fuera exclusivo de una ideología.

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