La Unión Europea insistió en la reunión celebrada esta semana, que su política migratoria continúa con el enfoque del «garrote y la zanahoria». La premisa principal es la que ha utilizado siempre: pedir al mundo en vías de desarrollo que se haga cargo de la migración para no tener que hacerlo ella.
La UE está dispuesta a frenar la migración trabajando con los países en conflicto que generan la migración y ofrece ayuda y comercio a los países que, al originar las migraciones sean capaces de contenerlas. Para los que se nieguen “habrá consecuencias” dice un documento de la UE de forma ominosa.
El mismo tipo de acuerdo que ya firmaron con Turquía, ahora lo ofrecen por todo el Mediterráneo y el Sáhara y se espera que los que acepten la ayuda, puedan hacer un poco menos complicada la vida a los millones de migrantes dentro de sus fronteras, pero ante todo, tendrán el encargo de readmitir a los que consigan escapar y llegar a las costas europeas. La primera tarea es evitar que se vayan y emprendan las rutas hacia Europa.
Aunque los ofrecimientos y promesas son un insulto al derecho internacional, la esperanza es que algunas de las propuestas, como los programas de desarrollo y acuerdo comercial para Jordania y Líbano mejoren las condiciones de vida de los dos millones de sirios que se encuentran hacinados en estos dos pequeños países, permitiéndoles la entrada al mercado laboral “legal”. En Libia, donde la inestabilidad es la constante, el apoyo financiero internacional se espera tenga más un impacto positivo que negativo.
Sin embargo, los documentos presentados en la reunión de la primera semana de junio plantea también la posibilidad de trabajar con países como Sudán, cuyo presidente es buscado por crímenes de guerra y con Eritrea, cuyo gobierno totalitario es sospechoso de crímenes contra la humanidad según lo denunció Naciones Unidas (ONU). La UE ha evadido responder sobre estas afirmaciones asegurando que nada es definitivo. Pero, los documentos mencionan que ambos países están contemplados como “posibles socios”
Una idea puesta también en la mesa, aunque con un número mínimo de personas, es la posibilidad la “migración y reasentamiento legal en Europa”. Con esto, la UE reconoce que para frenar la migración irregular, hay que plantear que es posible desplazarse de forma regular, aunque el ofrecimiento sea un número muy menor.
La nueva política migratoria de la UE está adornada con el lenguaje progresista de «gestión migratoria», de aceptar que no se pueden parar los flujos migratorios, solo gestionarlos mejor.
Pero el contenido del plan indica que Europa aún no ha aceptado esta realidad. Una vez que superemos la bonita pero vaga aceptación hacia el reasentamiento y el desarrollo, la principal conclusión es que llevarse bien con dictadores y matones sigue siendo el método preferido de Europa para lidiar con la migración. A pesar de que, para empezar, estos son la principal causa de la misma.
Texto publicado por The Guardian en el diario.es.
foto: AP / Lefteris Pitarakis
