Comer en prisión es un acto político

Sandra Ramírez Carrera/CIEG

De acuerdo con la Ley Nacional de Ejecución Penal, las personas privadas de su libertad en un centro penitenciario tienen derecho a recibir alimentación de calidad. Sin embargo, la situación real difiere de la propuesta en papel. Las Mujeres en Espiral, desde prisión o ya en libertad, relatan las condiciones alimenticias al interior del Centro Femenil de Reinserción Social de Santa Martha Acatitla.

Frente a estas condiciones, las mujeres privadas de libertad generan estrategias colectivas para acceder a una mejor alimentación. En Lo crudo, lo cocido y lo finamente picado. Sabores y Sinsabores de las mujeres en prisión. Recetario canero (2019), exponen las recetas que preparan al interior de la cárcel, y también protestan a través de la palabra escrita: tener una alimentación digna es obstaculizada por las condiciones económicas y de higiene en este espacio.

El recetario, un producto elaborado por el proyecto Mujeres en Espiral: sistema de justicia, perspectiva de género y pedagogías en resistencia, fue presentado en Casa de las Humanidades como cierre del ciclo Patio penitenciario en la UNAM. ¡Un, dos, tres por mí y por todas mis compañeras! Dos egresadas del penal de Santa Martha Acatitla recordaron las necesidades que tenían en prisión y cómo buscaban solucionarlas.

Tapas de latas de atún como cuchillos, resistencias de metal para calentar el café, encendedores convertidos en saleros, frascos de mermelada como vasos y focos encendidos como calentadores de tortillas eran algunas de las herramientas que utilizaban para cocinar y arreglar el rancho (así se le conoce coloquialmente a la comida que ofrece la cárcel).

Para quienes tenían el beneficio de adquirir una sarteneta, las posibilidades se ampliaban. Con los alimentos ofrecidos como rancho y con su ingenio recuperaban esos trozos de carne o granos de pozole y les daban sazón en sus estancias (cuartos compartidos).

Ahí, dentro de sus espacios, cada una proporcionaba un ingrediente o una herramienta para simular un festín. Al final, aseguró M, “la comida te sabe insípida porque no están las personas que quieres que estén”.

Marisa Belausteguigoitia, directora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), comenzó la presentación del recetario explicando la necesidad de proyectos como Mujeres en Espiral. A través de él, las integrantes buscaron acercarse a las mujeres privadas de la libertad desde lo lúdico como un acto que invita a la colectividad y a la creación. “El juego como la actividad donde descubres qué herida tiene la otra”.

El recetario surgió de la pregunta: “¿qué lugar tiene la comida en Santa Martha?”

Publicado originalmente en Gaceta UNAM

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