Colombia: Tierra que somos, aliento de rebeldía

Manuela C. Alarcón*

Hemos visto cómo la esperanza reverdece en la olla comunitaria, en la sanación o atención hacia los cuerpos que respiran rebeldía; cuerpos de seres luchadores, quienes algunos, con la capucha, la piedra, los escudos de madera o de canecas de basura y la acción directa sostienen la digna rabia de un país que agoniza por sus hijas e hijos víctimas de desaparición forzada, de asesinatos sistemáticos de una generación consciente. El régimen estigmatiza férreamente estos instrumentos de defensa que brotan como protesta ante la brutalidad policial y el aparato represor y asesino. Para quienes defendemos la vida, estos instrumentos de lucha son símbolos de dignidad y de defensa por humanidad.

Lloramos cada gota de sangre que derraman impunemente, lloramos y agradecemos a los ríos que nos devuelven los cuerpos que arrojaron sin compasión, pero seguimos construyendo el país transgresor y deseado, seguimos despertando con acciones dignas. ¿Quiénes somos? Somos la vida reivindicándose ante la gran crisis estructural que busca desvitalizaros, la subversión ante los crímenes de Estado, crímenes de lesa humanidad con los que reiterativamente el narco-gobierno necrofílico y genocida arremete, y que con su sevicia devela su sistema sanguinario que se alimenta de las masacres, del odio, de la destrucción del tejido social, de la avaricia, de la aporofobia; que se lucra con los asesinatos de las voces disidentes del pueblo, de sus colores de libertad, de los cuerpos históricamente despotenciados y discriminados, pero que se levantaron contra la marginalidad y el hambre.

Nos embuten balas, el gas vencido que huele a muerte, la pata y el bolillo. Los vomitamos, no los queremos, exigimos vida digna. Nos despojan la tierra, nos quieren matar los páramos, mutilan nuestra carne, pero con la voz desgarrada les decimos: ¡Aquí estamos, aquí seguimos y no retrocederemos!

Ante el recrudecimiento del paramilitarismo que se cohesiona con el fascismo, el neoliberalismo y la individualidad grotesca, gritamos: ¡Somos la vida!, no queremos más cuerpos ultrajados, desmembrados, violados, incinerados ni mutilados. Gritamos por la lucha sustancial del amor, por la humanidad, por el tejido social que es nuestra fortaleza, por caminos contrahegemónicos que son encuentros con la libertad en la red de la vida.

Deseamos vivir en equilibro con la tierra que somos y con los demás seres; hay para todos y todas, y no vamos a aceptar que nos digan lo contrario. Defendemos la utopía, el ideal ético de paz y de formas de existencia en las que podamos desplegar nuestras libertades conscientes. Nos levantamos como pueblo organizado por el respeto a la vida, pero no por sus muros ni propiedades por los cuales despliegan toda la fuerza policial y militar, y con los que cínicamente, equiparan a los y las jóvenes sin futuro.

Desde la música resistimos, desde la poesía, re-existimos, desde el caminar, despertamos, desde el arte, exigimos vida digna. Somos luz, tejido de fuerza ancestral que grita por la tierra, por la semilla, por el agua, por las ideas. Orgánicamente construimos un país rebelde, insurrecto, que protege la vida y gravita a su alrededor.

El país soñado está formándose desde las calles, desde la barricada, desde las asambleas populares, desde la voz del pueblo en los muros. Elevamos el grito desgarrado, apelamos a la ternura y solidaridad de los pueblos, nos enamoramos de nuestra lucha y la respiramos cotidianamente. A quienes ya no están, esperamos que emane en el recuerdo de su carne y de sus ideas el amor y la lucha, que ardan en nuestros corazones y que avive nuestro fuego. Están en la memoria de la lucha popular, son nuestra historia, y serán la base de nuestro futuro, dolorosa pero dignamente, por el cariño a las ideas que defendieron y por la creatividad de sus luchas. ¡Re-existimos con rebeldía! ¡Viva el Paro Nacional!

* Manuela C. Alarcón. Deseante, estudiante de medicina de la Universidad de Antioquia. Viajera agradecida y feminista. Tejiendo sanación y compasión en la red de la vida.

Publicado originalmente en Revista Hekatombe

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