Centenares de elementos policiales y agentes israelís mantienen restringido el acceso a palestinos a la Ciudad Vieja de Jerusalén, a menos que sean trabajadores, estudiantes o residentes dentro del lugar. Únicamente los turistas y los civiles de Israel tienen permitido el libre paso de entrada y salida.

El cierre de la Ciudad Vieja fue decretado por la policía luego del asesinato de dos israelís del pasado sábado, y el día de ayer la mayoría de las tiendas dentro del lugar permanecieron cerradas en forma de protesta contra la restricción a los palestinos.

«La situación aquí siempre es mala, no solo ayer y hoy sino todos los días desde que existe la ocupación de Palestina por parte de Israel», comentó Jaled Hedmi, dueño de una floristería perteneciente a su familia por más de cien años.

«Estos dos días de cierre, la gente no tiene derecho a ir a rezar (a la mezquita de Al Aqsa), a comprar, a hacer su vida normal», «los soldados sionistas (israelíes) entran en la mezquita de Al Aqsa, matan a gente habitualmente, no sólo ahora», explica Hedmi, asegurando que la situación del cierre y la tensión de los últimos días afecta la economía de los palestinos.

Hedmi opina que aunque en estos días se ha hablado de la tercera intifada en Palestina, la cotidianidad de los disturbios provoca que no se conciban ya como un número. «Yo lo que veo es una intifada diaria, no la tercera, sino la diaria. La gente se tiene que defender contra lo que hacen los colonos (israelíes que viven en territorio palestino ocupado)».

Ahora, la situación de Palestina e Israel es concebida como una bomba a la que únicamente le hace falta una chispa para estallar y provocar que la Ciudad Vieja sea cerrada completamente, rodeada de vigilantes, policías y militares.

Con información de Sputnik Mundo