Chiepetepec: Lo más triste, al final siempre nos tenemos que ir

Elena Herrera*

En Chiepetepec no hay trabajo, y tampoco hay agua suficiente para desarrollar las actividades primordiales para garantizar la vida, como mantener al ganado o dedicarse a las cosechas y siembras temporales. Por eso la gente migra a las tierras en donde, aunque el agua también escasee, no falta para el desarrollo de la agroindustria, actividad a la que las personas de Chiepetepec venden su fuerza de trabajo en calidad de jornaleros y jornaleras.

Apenas 30 kilómetros separan a Chiepetepec de Tlapa de Comonfort, una ventaja geográfica, pues a pesar de lo sinuoso de la carretera, este pueblo nahua de casi 3,000 habitantes, se encuentra relativamente cerca de la cabecera político-administrativa de la región, y la movilidad hacia la misma no supone mayores problemas, pues el transporte es continuo y fluido a lo largo del día. Sin embargo, pese a su cercanía con Tlapa, cabecera del municipio al que pertenece esta localidad, Chiepe es también un pueblo de migrantes.

Entre el paisaje dominado por las montañas se distribuyen las más de 500 viviendas que componen la comunidad, entre éstas, resaltan las casas de material, de dos pisos, algunas vacías, signo de los constantes flujos migratorios no sólo hacia otros estados del país, sino también a Estados Unidos y Canadá. Por sus calles es posible ver casas en construcción o remodelación que contrastan con el resto de las viviendas de piedra, de madera o de adobe con techo de lámina.

Entre el humo que se escapa de las casas, que huye de los fogones que calientan la comida y las tortillas, transcurre la vida cotidiana, entre el ir y venir de algunas personas que transitan por el pueblo y sus callejones: mujeres que van a la tienda, niños que juegan y corren, personas que esperan el transporte que los lleve a Tlapa o para algún pueblo cercano a visitar a la familia. A los alrededores, adentrados entre el verde de la vegetación que ha dejado crecer la temporada de lluvias, otros y otras trabajan su milpa.

El maíz sigue siendo el principal cultivo y la base de la alimentación para las personas de la región. Sin embargo, pese a sembrar y cosechar cada año, el maíz solo es para autoconsumo:

Sí se vende el maíz, pero está muy barato, no es así como creímos que dijo el gobierno, anunció que ya iba a subir nuestro producto de nosotros los campesinos, pero ya me di cuenta que nosotros como sembramos poco, no sube. Los que son productores 100% que cosechan por toneladas puede ser que sí tengan buen precio, pero nosotros como sembramos poco, la cosecha de nosotros es muy barato […] pues ahorita por ahí me comentan que está -aquí no es por kilo, aquí es por bote- a 8 pesos. Imagínense, o sea que esta temporada no sembramos por lo mismo porque ya hicimos la cuenta, pues no sale, está caro el fertilizante, la limpiada, levantada de cosecha y todo , y pues no da, no da el resultado. Entonces no sembramos. Mucha gente todavía echó su maícito, pero la verdad como para vender no es negocio. Aquí lo ocupamos, pues, sembramos, pero nada más pa’l gasto, para ya no comprar, es lo único que le hacemos para vivir (A. A. julio de 2022 ).

Trabajar la tierra no es negocio, eso comenta la gente de Chiepetepec, el maíz sirve para tener qué comer durante el tiempo que se encuentran sin trabajo. Al regresar de los campos agrícolas vuelven con un poco de dinero, y entonces siembran el maíz, lo cosechan, y otra vez a migrar “ yo llevo ya dos meses acá sin trabajar, sin ganar […] ahora sí que para seguir viviendo, tenemos que salir de vuelta, otra vez vamos a emigrar” (A.A. julio de 2022).

Otras veces ni siquiera sembrar maíz es una opción, pues trabajar la tierra siempre ha sido una labor incierta. En ocasiones, la temporada de lluvia, a cambio del agua, se lleva las cosechas, arrasa los sembradíos y se toma las milpas y el trabajo duro, irremediablemente, sin dar opciones, ni alternativas. En otros momentos, por el contrario, es la falta de agua, la falta de mecanismos e infraestructura de riego, lo que impide que se den las cosechas de maíz. En ambos casos, la respuesta es la misma: hay que migrar para compensar la pérdidas, y de nueva cuenta, hay que salir de la comunidad, alistar las cosas, las cobijas, a la familia, averiguar en dónde hay trabajo, en dónde pagan mejor, en donde maltratan menos, la mejor ruta, el transporte más seguro:

El pueblo, la familia, la casa, dejamos sola la casa, es como le decimos a los patrones, no crea que nosotros llegamos a acá y nos olvidamos de nuestros pueblos, estamos aquí, pero desde aquí estamos mirando la casa, la familia. Por eso trabajamos dos, tres meses y luego ya nos venimos, por lo mismo que tampoco allá puede vivir uno, no hay dinero, no eres de ahí […]. Es lo más triste, cuando uno anda afuera, trabajando pues, es lo más triste que allá te hacen trabajar demasiado y aquí, lo triste, que aquí no hay dinero, no hay […] vamos para allá trabajamos todos los días y aquí llegamos, no hay dinero, no trabajamos. Está bien complicado aquí, por eso mucha gente, el pueblo está vacío, andan por diferentes estados (A.A. julio de 2022).

*IIJ-UNAM

Publicado originalmente en Tlachinollan

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